sábado, 10 de julio de 2010

TRES ÁNGELES

Rubén, Piccolo y Trafalgar estaban sentados en el suelo con los ojos muy abiertos esperando con impaciencia que Jesús comenzara a contarles un cuento como cada noche…
María seguía creyendo en los ángeles, esos duendecillos que residen a tu lado aunque sean invisibles, pero que presientes que velan tus pasos para que no se desvíen del camino. Incluso cuando los días son noche cerrada, ella les llama para que no la abandonen porque es duro vivir, resistir a la adversidad…, estar tan lejos de casa, de los tuyos aunque estos estén prendidos en el libro de la memoria como fotografías que repasas para que no se fugue ningún detalle de sus rostros, del olor de tu tierra.
Rubén esta sentado a la derecha de María, es un ángel vago que nunca discute. Fiel a ella aunque sólo la haga compañía. Por las noches cuando ella se despide del día, implorando que sus seres queridos se encuentren bien, Rubén la mira atónito pues la fe de esta mujer no se tambalea; se agacha, junta las manos y se pone a rezar con ella. Reconoce que esto no le supone esfuerzo porque para trabajar, velar y correr tras María está Piccolo, el ángel custodio que cosecha el corazón de María. Incluso, no sólo, ilumina la razón de su ama para que sus obras estén a buen recaudo y sean utilizadas con quien más las necesite, sino, además, inspira al pensamiento para que los sueños se acerquen a su realidad.
Trafalgar es, como su nombre indica, un ángel en batalla constante, poniendo piedras en el camino de María, leves tentaciones para que se caiga, tropiece y ya veremos si se levanta. El caso que Trafalgar no es malo, no, ni muchísimo menos. Su misión, para que nos entendamos, es fortalecer la voluntad de María, y que se dé cuenta que no pasa nada si surgen tentaciones, investigar es bueno para saber lo que de verdad te conviene. Sí, es cierto, también Trafalgar es un tanto malévolo, juguetón, haciendo faenas a Rubén, el vago de la pandilla angelical, inocente aunque testarudo. Piccolo le riñe para que madure, pero Rubén no quiere dejar de ser niño, ni de soñar y, antes que el esfuerzo, prefiere que Piccolo le lea un cuento mientras María duerme.
Trafalgar dispara, Rubén ríe a carcajadas y Piccolo se enfada. Su ama reposa, ha de descansar, apropiarse de ternura, paciencia y comprensión pues mañana es lunes y ha de ir a casa de Teresa cinco largos días para llenar de luz a esa pobre anciana que no sabe dar amor aunque tenga mucho en ella.
A María no la importa el aspirador, ni siquiera la fregona. Lo que de verdad la interesa es lo que Rubén le dijo la otra noche “Debes hacer reír a Teresa, nunca lo supo hacer bien” María meneó la cabeza, menuda tarea más difícil, pensó. Claro que Trafalgar la incitó a llevar la contraria a Teresa. “Pero, por qué he de hacer eso…” Le preguntó María. “Muy sencillo, ama. Teresa ha de ejercitar la cabeza o se la oxidará. Tírala dardos, piedras si hace falta”… “No le hagas ni caso” saltó Piccolo “ Léela, ella ya no lo puede hacer. Descríbela las cosas que hay ahí fuera”… “¡Puff! Eso cansa mucho” dijo Rubén. “¿Sabes lo que de verdad gusta a Teresa, María? Mandar. Déjala que mande mucho, hazla creer que tiene razón” soltó Trafalgar… María movía la cabeza en la almohada, no estaba descansando, sus tres ángeles se iban de un oído a otro dándola recomendaciones, discutiendo entre ellos, incluso chillando, pero de repente, se oyó el sonido de un silbato seguido de una voz firme “Silencio, es hora de dormir” Rubén, Piccolo y Trafalgar miraron hacia lo alto del cielo. Allí estaba Pequeño Niño Dios, Jesús, poniendo orden a todos los ángeles.
Y, entonces, se hizo el silencio dulce de la noche. Las estrellas se encendieron, la luna se balanceó y Rubén, Piccolo y Trafalgar se pusieron en fila delante de María. Rubén pinto en la boca de María una gran sonrisa. Piccolo la dio un beso en la frente y Trafalgar escribió en la cabeza de María “Lucha, tú eres fuerte”.
Después, cada uno se fue a una mullida nube a esperar que su ama, María, se despertará en un día lleno de sol en su vida.
 

2 comentarios:

Juan Antonio ( Amaneceres mios) dijo...

Me ha emocionado la ultima frase por que mi hija se llama Maria y le deseo unos dias llenos de sol en su vida.Besitos artista

José Ignacio Lacucebe dijo...

Un humano y a la vez angélico paisaje. Nuestra vida esta embrollada. Deseos, dudas, empujones y ternuras.
¿Como poner orden cuando los ángeles quedan perdidos?
Un saludo