lunes, 16 de marzo de 2020

LA CITA



La puerta, el móvil, ambos parecían dos histéricos a punto de saltar sobre mí, y yo sin poder moverme. A duras penas alcancé el móvil y descolgué y la voz de Andrea explotó en mi oreja.
- Abre, llevo media hora en la puerta llamando.
Me fui dando golpes contra las paredes del pasillo. No encontraba las llaves, tuve que volver al dormitorio hasta que por fin pude abrir. Entró como un huracán a la cocina y se puso a hacer café. Yo me senté, era una zombi frente a mi amiga llena de vida y energía.
- Te dije que cuando regresaras, me mandaras un mensaje, o si no regresabas, igualmente avisabas, ¿no te acuerdas?
- Habla más bajo, me duele la cabeza- solo pude articular esa frase. Trataba de hacer memoria de lo que me estaba hablando cuando mis ojos chocaron con una cajetilla de tabaco encima de la mesa…
Me llamo Paloma, soltera por convicción. Auxiliar administrativo en una empresa pequeña desde hace veintitrés años. Estudié Empresariales y rápidamente encontré trabajo. Tengo un hermano y dos sobrinos. Siempre viví con mis padres a los que cuidé hasta hace un año en que partió el último, mi padre. Desde entonces, mi amiga de la infancia, Andrea, le dio la manía persecutoria de que yo debía tener pareja hasta que hace dos meses en mi cumpleaños me apuntó a una app de citas, Bum, bum, que te pillo, para que encontrara pareja.
Para mí ha supuesto un calvario, mientras que para Andrea ha sido un divertimento, una ilusión arrolladora. Después de dos citas truncadas, más que nada porque yo entré en pánico, ayer culminó el sueño de mi amiga; una cita a ciegas en la que Sergio debía de llevar un chaleco amarillo mostaza y yo una diadema. Quedamos en el Central de la Plaza Mayor a tomar café, un lugar público con dos entradas, una como salida de escape en caso que la cosa se torciera. Tomar un café implica que con media hora te das cuenta si la cosa tiene chispa, en cambio, una cena como mínimo son dos horas y encima Sergio había propuesto un restaurante asiático, cuando no sé mover los palillos y para colmo a mí me gustan los huevos fritos o la pasta, pero Andrea decía que eso era muy arriesgado porque no todo el mundo sabe comer pasta y tal vez Sergio sorbiera la pasta y a mí me daría asco… Bobadas de mi amiga que, por otra parte, lo tenía todo calculado, yo simplemente me dejé llevar.
“No saques el móvil, no hables de política ni de religión, vete discreta pero sexy. Por Dios, no practiques el yoísmo, no bebas, no fumes…” Más que una mujer saliendo de caza tras de un macho guapo, bien situado, sin cargas familiares ni económicas, a ser posible con piso propio en el centro, con estudios, bien vestido, divertido, ameno y que supiera besar, me sentía un ente robótico programado y acotado.
¡Qué desastre! Hice todo lo contrario de lo que debía hacer. Él no era guapo, pero me parecía un oso de peluche desvalido. No era de capital sino de un pueblo. Tiene tierras de labranza y sin carrera universitaria. Iba muy limpio, educado, aunque olía a gallina; ya me explicó que tienen un gallinero. Le gusta el tinto y a mí la Coca-Cola pero bebí tinto, creo que demasiado. Del café pasamos a la merienda en un bar apartado del centro en el cual sirven las mejores ancas de rana de la ciudad. ¡Qué asco, por Dios! Pero él disfrutó y a mí me gustó ver como resbalaba toda la grasaza hasta llegar a los puños de la camisa. Nos hicimos un selfi, nos reímos y me confesó que votaba a Vox y yo me sinceré que era virgen y barajaba a corto plazo la vida contemplativa. Nada coincidía de lo que habíamos puesto en la ficha de contactos. Sergio estaba allí por hacer feliz a su madre y yo, por Andrea.
Luego me llevó a casa, no atinaba a subirme al autobús; el tinto me hacía ver la vida oscura y por triplicado. Me tuvo que ayudar a entrar en casa, me preparó un café, esperó a que vomitara todo el tinto…
- ¡Qué feo es! Bueno, tú tampoco sales bien en el selfi... No se te habrá ocurrido quedar con él de nuevo, ¿verdad? Paleto y encima de Vox… Esos tíos son trogloditas.
- Andrea, el único defecto que tiene es que huele a gallina…
- ¡Has vuelto a quedar con él! Ay si tu padre levantara la cabeza, un republicano de pro…
- Deja a mi padre quieto.
- Pues tu madre, una feminista de toda la vida… ¿No es mejor que sigas pensando en lo de la vida contemplativa?
- Andrea, me estás levantando dolor de cabeza, cállate un poco.
- Dime que no has quedado y me callo.
- Sí, he quedado esta tarde. Me quiere presentar a su pareja.
- ¡Ah!... ¿Te enseñó una foto? Seguro que es mentira
- No miente, y se llama Fernando.
- ¿Quién se llama Fernando?
- Su pareja, Andrea.
M Ángeles Cantalapiedra, escritora
©Un lugar al que llegar ©Largas tardes de azul ©Al otro lado del tiempo ©Mujeres descosidas ©Sevilla...Gymnopédies

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