jueves, 30 de julio de 2009

LOS HOMBRES TAMBIÉN LLORAN

Nuestro rollete nació en un bar en una noche de verano y sin yo saberlo que es lo más grande de esta historia. Contado así todo parece romántico, una historia bonita al uso; pero todo es pura apariencia…
El bar era cutre que te cagas y no sé cómo llegué hasta allí después de que Natalia me hiciera un corte de mangas rompiendo después de once años juntos, y yo beberme para olvidar hasta el agua de los floreros.
Pedí un daiquiri, el dueño de aquel antro me miró y después de unos segundos puso encima del mostrador de mármol un vaso chiquito y lo llenó de güisqui. No protesté, pero tuve la sensación de estar en una película del oeste y que si rechistaba, mi cabeza recibiría el tiro de gracia
Estaba apoyado en el mostrador para no caerme mientras lloraba cómodamente. Si, cojones, los hombres también lloran y el que no lo hace es un maricón reprimido... Y mientras hacía estas reflexiones, oigo una voz que dice:
-Un daiquiri, por favor. Ponga el ron más barato que tenga. Sabrá mejor.
Giré la cabeza instintivamente y vi a una especie de hombre de melena rubia y ademanes afeminados esperando a que el camarero le pusiera el güisqui como a mí. Pero no. A esa cosa le sirvieron mi daiquiri. A duras penas me acerqué a ver qué tenía aquella persona que no tuviera yo; estaba claro: yo estaba mamado y la cosa se hallaba sobria.
Pero todo es pura apariencia, insisto. La cosa en cuestión se bebió el daiquiri de un trago. Miré atentamente cómo bajaba el líquido por su garganta. Después, con un leve toque aposentó la copa en la barra y el camarero se apresuró a prepararle otro. Yo alcé mi vasito a ver si colaba y me daba mi daiquiri; inútil. A la cosa se lo dio y a mí el consabido güisqui.
La escena se repitió seis veces y aquella especie de persona la comenzó a hacer efecto el ron barato hasta que en un momento impreciso –digo lo de impreciso porque me fui a mear y cuando volví, la cosa estaba cerca de mi vaso- me miró de arriba abajo, sin verme, seguro, y me dijo:
-¿Tú qué tipo de cabrón eres?- yo repliqué entonces, después de desanudar mi lengua.
-¿Cuántas clases hay?
-Decenas, centenas y millares- evalúe su respuesta dentro de lo que el alcohol me dejaba y contesté.
-Cabrón solitario. Se ha ido con sus dos periquitos- a continuación me dirigí al camarero y le increpé... -Dos daiquiris, invita la casa.
¡Qué rico estaba!, y mientras la cosa hablaba, yo me bebía el suyo y el mío hasta que decidí echar por mi boca una frase profunda.
-Me he perdido, no sé qué te pasa, pero si necesitas llorar, hazlo. El hombre que no llora es un maricón reprimido- según terminé de exorcizar mi frase, la cosa me arreó tal bofetada que caí al suelo según la echaba encima la pota.

Fin de la historia. No me preguntéis cómo llegué a mi casa, ni cómo recordé pasadas varias semanas del incidente aquel bar cutre donde preparaban los mejores daiquiris que había probado en mi vida. No volví a coincidir con la cosa tampoco. Se preguntarán por qué lo llamaba cosa. Mis recuerdos son vagos, pero mi percepción jamás se ha equivocado: era un ser extraño, un maricón que no lloraba. Vamos, que no se había atrevido a salir del armario.
Hoy me he casado con Laura, una mujer maravillosa. Apenas seis meses de relación, pero no hemos necesitado más tiempo; hubo química desde el primer instante.
Cuando todo el rollo del bodorrio se ha terminado, mi mujer me ha dicho que me iba a dar una sorpresa.
¿Quieren saber cuál era? Me ha llevado al barucho. Sí, el cutre.
Nos hemos apostado en la barra. Andrés, el camarero ha actuado como si no me conociera, no entendía el porqué, pero como estaba tan alucinado de que Laura me llevara precisamente allí que no he preguntado nada.
Ella con voz pausada ha pedido dos daiquiris. Hemos brindado y cuando se ha llevado la copa a la boca, he mirado su garganta, cómo el líquido corría dentro de ella. Después, con un leve toque ha depositado la copa en la barra. Andrés ha acudido ante ese gesto y nos ha puesto uno, y dos, y tres y..., así hasta darme cuenta que Laura era la cosa.
Sí, me he puesto a llorar, pero esta vez de risa.

8 comentarios:

Cartas que nunca escribí dijo...

Muy bueno, me atrapó desde el comienzo la lectura y el llorar de risa o de lo que sea también les viene bien a los chicos no tan chicos.

Excelentes escritos. Una delicia quedarse aqui un buen rato.

Besos.

Cartas que nunca escribí dijo...

Maria Ángeles, que se me fue el anterior comentario, sin darte las gracias infinitas, por tu siempre estar buscando una carta en el Buzón donde van a parar las Cartas nunca escritas.

Besos y sé siempre bienvenida y esperada.

José Luis López Recio dijo...

Genial, jajaaja al final terminacasado con la cosa esa, como dice él mismo. Tn perfectamente relatado como me tienes acostumbrado. Eres muy buena.
Un abrazo.

Xabo Martínez dijo...

Aun adolescente vi un pelicula con tematica parecida, al final no se queda con laura (la de la pelicula) y se ve superado por sus temores.

calamanda dijo...

¡Hola! ¡Vaya,vaya!Siempre
me sorprendes al final...y yo
pensando por qué todavía no sabía
como era ...la cosa.

Un beso.

MentesSueltas dijo...

Hola, disculpen el mensaje "masivo" pero por un viaje y mucho trabajo
estoy sin el tiempo necesario.
Queria decir "presente" de alguna forma.

Dejo mi abrazo, mi mejor energia y mis deseos de armonia.
MentesSueltas

BELMAR dijo...

está bueno...

Unknown dijo...

Jajajajaja!!! Buenísimo, buenísimo!! Increíble! Cada vez me sroprenden más tus historias!!