martes, 1 de enero de 2008

TALÓN DE AQUILES


Eva vive con plenitud los recuerdos, tanto, que a veces no sabe realmente dónde está. La mirada, fiel espejo del estado anímico, se halla tan perdida como ella misma. La nostalgia no es buena consejera, se lo han dicho hasta la saciedad, sin embargo, hace caso omiso a las advertencias y poco a poco se ha ido alejando de la realidad cotidiana.

Tiempo atrás...

Hacía tres años que Eva había terminado secretariado internacional; los idiomas suponían su fuerte y, junto a su juventud y ganas de triunfar, eran la mejor tarjeta de presentación para cualquier trabajo dentro de su rama. No obstante, al poco de acabar padeció en sus propias carnes el desaliento al encontrar sólo trabajos basura. Una noche su padre, al verla tan frustrada, quiso reflexionar con ella que los comienzos, todos, son similares, que la vida laboral era una especie de escalera, en la cual, con el esfuerzo personal, se van subiendo poco a poco peldaños hasta llegar a la cumbre. Aquellas palabras de su progenitor la hicieron pensar y fue así como aceptó su primer empleo, muy lejos de lo que ella se había imaginado y, por supuesto, nada que ver con aquello para lo que se había estado preparando. Ponía voluntad y paciencia en el aprendizaje, aunque seguía echando instancias para otros trabajos de los que, posteriormente, recibía un mensaje de agradecimiento en el que la empresa le comunicaba que no cubría el perfil para el puesto requerido. Aquello le producía un íntimo resentimiento, una humillación según ella.

Su carácter por un tiempo se enturbió. Los amigos se lo decían, que no era la misma y que su ambición no la estaba llevando por buen camino. Eva se paraba ante semejantes reproches y siempre les hacía la misma pregunta, ¿acaso he de conformarme con lo que la sociedad me ofrezca? ¿Quién manda sobre mí, ellos o yo misma?” Estaba claro que Eva tenía las ideas muy nítidas de lo que quería y que nada de lo que le dijeran, iba a cambiar su opinión.

Cada mañana, tomaba el tren de cercanías junto a una chica que trabajaba en su misma empresa. Tendría aproximadamente dos o tres años más que Eva. Era espontánea y vivaracha, llevaba en su puesto de trabajo cinco años. Los veinte minutos de trayecto, los pasaba hablando por los codos, contando las debilidades de los jefes próximos a Eva, los recovecos oscuros de la empresa. Ésta, ávida de información, no se perdía detalle y admiraba a esa chica por el puesto que ocupaba; no es que fuera gran cosa, pensaba, pero Eva opinaba que desde allí, sí tendría las vías necesarias para ir ascendiendo con rapidez. Hasta tal punto se obsesionó, que elaboró una especie de diario en el que cada día iba anotando todo lo que su compañera le decía entre susurros, un planning en el que estaba dibujado como si fuera un retrato robot cada miembro de la empresa. De los que no tenía datos, ponía su nombre y un interrogante. Cuando se dio cuenta de que esa muchacha ya no tenía nada que aportar a la información que Eva había recabado durante meses en el trayecto del tren, decidió de una manera fría que debía eliminarla. Veintiocho días estuvo preparando un plan, justo el tiempo hasta que fueron abonadas las nóminas en las cuentas correspondientes a cada empleado y los cheques de comida que eran entregados en mano a cada trabajador. Éstos se los repartía personalmente a cada uno la compañera del tren de Eva. El último día del mes, según entraba a trabajar, depositaba en cada mesa un sobre cerrado con los tickets. Sigilosamente y una vez comprobado que no había nadie que la pudiera ver, Eva recogió tres sobres al azar y se los llevó.Se montó un gran revuelo, pues la muchacha juraba que los había repartido y que nada más sabía de ellos. Una vez que el temporal amainó, Eva sacó los tickets de sus sobres correspondientes y, aprovechado en el tren un despiste de su compañera, cambió unos talones por otros en el bolso de la muchacha. Al llegar al trabajo, se despidieron como cada día y no se enteró de lo que pasó hasta la caída de la tarde, cuando la fue a buscar y no la encontró. Le explicaron que a la hora de la comida, la chica fue a pagar y sacó un ticket al azar. Los compañeros que estaban junto a ella se dieron cuenta inmediatamente de que el vale llevaba el nombre de otra persona y no el de ella, justo el de uno de los compañeros a los que les había desaparecido días pasados. Llamaron inmediatamente al departamento de Recursos Humanos y el paso siguiente fue registrarle el bolso. Allí dentro estaban los otros talones que habían faltado. El jefe de la compañera de Eva se lamentaba profundamente mientras se lo narraba, porque nunca hubiera sospechado de aquella muchacha aparentemente tan honrada. Eva le consoló, hablando bien de su compañera y diciéndole que si podía ayudarle que no dudara en llamarla, estaba convencida que en ese puesto ella podía encajar, hacer frente al trabajo de forma digna. Al día siguiente, Eva fue llamada de Recursos Humanos para ofrecerle el puesto de la compañera despedida. Ella aceptó el ofrecimiento y agradeció humildemente que se hubieran acordado de ella cuando había compañeros tan cualificados o más que ella...Desde el primer momento, entre Eva y su jefe más inmediato hubo química. Ella tenía toda la información necesaria para llevar a aquel hombre por la senda que deseaba, así como al resto de las personas con las que se fue topando en los seis años siguientes. La estrategia en cada escalafón que fue ascendiendo era similar: primero amistad y ganarse la confianza y después, dependiendo de los elementos y las circunstancias, Eva optaba por un abanico de posibilidades de apariencia normal y libres de toda sospecha. Jubilaciones anticipadas, reestructuración de personal, ascensos de otros miembros, bajas temporales, etc. Su inteligencia la puso al máximo rendimiento en aras de conseguir su objetivo. Todo su entorno estaba admirado del comportamiento ejemplar de Eva, su tesón y su capacidad de trabajo.

Ciertos hábitos no los modificó, cosa que era la comidilla de la empresa, ya que por ejemplo le ofrecieron un coche para sus desplazamientos y, ella declinó el ofrecimiento. Prefería seguir yendo en tren al trabajo. Explicaba los motivos de manera clara y alta a todo aquel que la quisiera escuchar. El tren era cómodo, rápido, y más económico para la empresa pagar un bono transporte que un coche; podía ir trabajando en el trayecto o, algo que ella recalcaba con mucha insistencia, podía mezclarse con los trabajadores, conocerlos mejor, saber sus inquietudes, frustraciones y satisfacciones. El estar cerca del equipo, según Eva, era fundamental para el buen funcionamiento del negocio. Logró que el director general posara sus ojos en ella...En los comienzos su relación fue cortés aunque distante. Eva guardaba con pulcritud las distancias y las formas, no olvidando quién era él y dónde estaba ella. Las reuniones de trabajo se fueron haciendo cada vez más frecuentes, cosa que gratificaba a Eva. Sin embargo, no la dejaban de desconcertar las insinuaciones sutiles pero constantes del director general. Deseaba pensar que era admiración por su capacidad profesional pero, la idea de que aquel hombre quería algo más, no la abandonaba.

Dejó pasar un tiempo prudencial y al ver que la actitud no variaba, cosa que a ella le producía un cierto malestar y desasosiego, decidió aceptar la invitación e ir a tomar con él una copa una vez terminado el trabajo, así podría analizar sobre el terreno la situación que cada vez percibía más fuera de control.

Las personas fuera del ambiente laboral son distintas, como si se despojaran de un corsé para dejar paso al ser que llevamos dentro, que es más sencillo, natural y fresco. Las tres horas que pasaron juntos fueron maravillosas para Eva. En ningún momento hablaron del trabajo y ella sintió algo a lo que nunca hasta ese momento había dado valor: ser mujer. Quizá fuera porque en esos años estuvo tan enfrascada en sus ascensos profesionales, que olvidó la existencia de los hombres. Ya en su casa, se dio cuenta de que nunca había salido con un chico. Pensó que tenía 31 años y era virgen en muchos aspectos.

Los meses posteriores fueron como un sueño para Eva. Manuel, que así se llamaba el director general, se convirtió poco a poco como en una droga para la muchacha. Él era atento, romántico, inteligente y culto. Ella correspondió a todas las solicitudes del hombre con una entrega total, sin condicionamientos. Su vida dio un giro total; ya no le importaban los ascensos, ni estar en continua tensión averiguando las debilidades de otros. Ahora tenía otras miras más importantes, que eran aquel hombre que la embrujaba, que la enseñaba lo que era de verdad el mundo del sexo, el disfrute de cada momento. Su autoestima la olvidó para vivir en plenitud aquella relación entre hombre y mujer, a pesar de que era consciente de que él no era un hombre libre. Eva cuando llegaba a este pensamiento tan desagradable se decía: “Me cargo a su mujer y en paz”.Una noche, Manuel le dijo que se pusiera guapa pues la iba a llevar a un lugar muy romántico y así fue, ella quedó fascinada. En los postres, él se llevó la mano al bolsillo de la americana, sacó una cajita y con voz ronca le dijo:

-Eva, ¿sabías que eres más inteligente y persuasiva que yo? Por eso te he elegido. Toma...- Eva abrió la caja y sus ojos se desorbitaron. Dentro había una alianza.

-Manuel... Me dejas sin palabras. Yo… te quiero, gracias.

-Ya he hablado con mi mujer; mañana comenzamos los trámites aunque, hay algo que me inquieta, Eva. Ya sabes como es la filosofía de la empresa sobre la relación de pareja entre sus trabajadores. He pensado que presentes la renuncia y colocarte en la empresa de un amigo. Ya he hablado con él. ¿Qué te parece?

-Lo que tú hagas me parece bien, Manuel. Si quieres mañana mismo, redacto el documento de baja voluntaria.

-Eso ya lo había pensado. Mira he escrito uno, espera que te lo enseño, lo tengo en el portafolios.- Besando la mano de Eva, se agachó sin prisas a coger la carpeta que reposaba en la silla contigua. Sacó el documento con sumo cuidado y se lo extendió.

- Lee, por favor y dime si falta algo, cariño.- Eva tomando las dos hojas en sus manos leyó de una pasada el documento sin prestar demasiada atención. Cuando terminó, dijo:

-Manuel, déjame tu pluma, lo firmo ya y acabamos. Lo único que deseo es vivir contigo...

Después de aquel día vinieron muchos más en los que el silencio y el abandono se fueron instalando en el corazón de Eva. Manuel comenzó a ausentarse, a no acudir a las citas con pretextos como la cantidad de trabajo y viajes que debía hacer. En cuanto al trabajo prometido en la empresa del amigo de Manuel, éste le decía que debía esperar, ya que su amigo estaba haciendo unos reajustes... Así hasta que una tarde, llegó un sobre por correo certificado a su nombre. Eva abrió el sobre y leyó: “La diosa Tetis bañó a su hijo Aquiles en la laguna Estigia con lo que consiguió que fuera invulnerable, excepto el talón por donde le sujetaba”. Eva, eras un peligro para mi carrera profesional. Nadie mejor que tú para comprenderme. Siempre tuyo, Manuel.

Hoy...

Eva no es Eva sino una autómata que cada mañana coge un tren de cercanías y revive sus recuerdos. No tiene más. Su cabeza permanece noqueada desde aquel día.

3 comentarios:

Nómada planetario dijo...

El año nuevo te ha llegado pletórico en cuanto a inspiración por un momento creí que Eva se hacía con el control de todo, como el malo de la película de Spiderman.

Feliz 2008

El rincòn de mi niñez dijo...

¡¡que historia !! espectacular M Angeles,,podés robarte todos los topos gigios no hay problema .UN beso enorme..buen año!!

El rincòn de mi niñez dijo...

Es cierto a veces la nostalgia no es buena consejera.... y yo soy tan nostalgica vivo de recuerdos de ilusiones de sueños en fin.... besos