sábado, 1 de marzo de 2008

BLUES A MEDIA TARDE

El camarero sirve el coñac en una copa tan deshojada como el local; nadie da importancia a esos detalles, ni siquiera a la cara de perro maltratado del camarero. Todo pasa desapercibido a excepción de lo que acontece en el escenario decorado con telas de araña y polvo añejo. Una nube de humo violáceo suspendido en el aire encara con maestría a la cantante confiriéndole un alo de misterio. Su voz como la del saxo o el clarinete entra en los tímpanos de los oyentes con deleite. No obstante, tocan mal, ella canta fatal, trata de imitar a Billie Holiday sin conseguirlo, pero el sentimiento con que ofrecen sus carencias es valorado por los personajes que ocupan cada una de las mesas. Nadie destaca de nadie, la escasa luz no lo permite y eso gusta a Gonzalo, el anonimato es lo que necesita para seguir perdido en su confusión. “Seguro que cada uno de ellos tiene un esqueleto dentro del armario que no debería conocer la luz” piensa mientras fuma y expulsa el humo formando círculos. Él tendría que hacer un entierro como Dios manda y guardar bajo siete llaves aquella mujer que le abandonó. Su orgullo de varón está más que pisoteado pero, a pesar de eso, no tiene la suficiente voluntad y cada noche abre la puerta del armario y besa con veneración al chasis de su dolor. Ahoga su pena con alcohol barato y escuchando blues a la caída del sol. Se dice “Mañana deberías de…”, pero su declaración de intenciones cae en el silencio, en el olvido de querer olvidar. ¿Cómo me pudo pasar esto a mí si soy divertido y hasta cubierto de un descuidado esnobismo que tanto gusta a las mujeres? Martillea la pregunta en su cabeza mientras lame la herida amorosa y la voz de la mujer se esfuerza en entonar “Twenty four hours a day”
¿Quién dijo que el hombre no llora? Oye decir en la mesa contigua; se vuelve y encuentra a otro hombre tan desgraciado como él hablando solo. Entonces, su mirada pasea entre la nube de humo y se da cuenta de que todos los que allí se esconden son hombres. Parece que buscaran en la oscuridad lo que no son capaces de desvelar a la luz del día: ellos también sufren por amor.
Un clarinete rasga el pensamiento de Gonzalo y suelta una risa hiriente, nadie se percata, está solo y lo sabe. Para un hombre de su tiempo, este punto de inflexión en la vida le está desgastando porque la compresión se obstina en entender que hay actuaciones humanas sin una explicación coherente… Le gustaría hablar con alguien y preguntar “¿Se tarda mucho en olvidar?”, pero en el fondo siente pudor y vergüenza por su debilidad y prefiere callar. Además, los hombres reaccionan de otra forma. Se interroga una y otra vez qué es lo que más duele, si ser abandonado o, que la mujer a quien tanto amó le canjeara por... Ahora es un piano que con sus teclas entona “Hello my darling” ya es tarde, mañana será otro día.
Camina por el asfalto y escucha decir “A veces no se olvida jamás, pero el tiempo sólo tiene memoria para lo bueno y bello que fue”Gonzalo se pierde en la madrugada mientras un camión cisterna riega las calles vacías.

6 comentarios:

EL INSTIGADOR dijo...

Te recomendaré en mi blog. Me encanta lo tuyo.

Carlota dijo...

Has visto? no hay mal que por bien no venga, así he descubierto este blog! Precioso cuento, y aunque no se olvide jamás, sí es verdad que el tiempo tiende a borrar lo peor. Besitos.

El rincòn de mi niñez dijo...

Espero que sea cierto, que el tiempo pueda borrar lo peor,las heridas..
besos♥♥

Anónimo dijo...

Gracias Instigador por tu detalle, es precioso: mano amano, unos a otros nos ayudamos todos.
Un abrazo
Ángeles

Anónimo dijo...

Mi Pinceza, no hay mal que por bien no venga.
Muchas gracias por leerme SIEMPRE.
Un abrzo
Ángeles

Anónimo dijo...

Gracias por leer este otro rincón; el mundo de la imaginación que a veces corre paralelo a la realidad muchas veces.
Un abrazo enorme
Ángeles