domingo, 22 de junio de 2008

AMANECER PÚRPURA

-Isabel, hay que ser fuertes. La medicina de hoy tiene los medios suficientes para vencer y sé que tú ganarás la batalla.
-¿Qué combate, Doctor?
-Cientos de escaramuzas contra el cáncer de mama, Isabel. Tus ganas de vivir, tu alegría, la fortaleza anímica que siempre me has demostrado, a partir de ahora, serán tus mejores aliados.

Salí como una zombi de la consulta, era incapaz de pensar; las lágrimas permanecían atascadas, la impotencia cegaba cualquier posibilidad de luz.
Me senté en el primer banco que encontré a recobrar el aliento mientras el sol mordía sus entrañas; era la hora del día en que la ciudad se viste de oro y te invita a uno de los espectáculos más hermosos que un ser humano pueda presenciar. Sin embargo, mi sensibilidad yacía en lo más profundo de mi corazón.
No supe el tiempo que pasé en aquella actitud; un leve roce en mi hombro me despertó.
-¿Se encuentra bien, Señora?- levanté la mirada sin ver.
-Sí, gracias- apenas pude responder.
-Son las doce de la noche, Señora. No es lugar para que una mujer esté sola a estas horas. ¿Quiere que pare un taxi?
-Sí, por favor… Gracias.

No sé cómo era su cara aunque sí recuerdo la ternura de su mano empujándome al interior del coche. Cuando llegué a casa, no hizo falta decir nada. Manuel me abrazó y el llanto se desplomó por mi cara.
Las semanas siguientes fueron un mal sueño; sentí que las fuerzas me habían abandonado. Me dejé hacer de todo hasta que una mañana, Manuel con una ternura hasta entonces desconocida, agarrándome de la mano, me obligó a mirarme al espejo: dos enormes cicatrices surcaban mi pecho. Volví a llorar con la incontinencia de una niña desamparada. Presentí que no había rastro de la mujer que fui, pero lo malo, aún no había llegado.
De nuevo, las manos de Manuel se posaron, esta vez, sobre mi cabeza. Poco a poco fue eliminando mi precioso pelo, orgullo de mi persona en otra época y que fue cayendo al suelo sin vida. Agaché mis ojos nublados por el abatimiento y, cuando la maquinilla paró, los dedos de mi esposo levantaron mi barbilla. Una enorme bola de billar blanca decorada con unos ojos muertos y grandes surcos malvas me retaban.

Después llegó la quimioterapia… Al llegar a la puerta reculé. Dos batas blancas me sonrieron y me condujeron a una habitación que parecía un salón de peluquería, la barbería del barrio. Once bolas de billar me miraron intrusas y benevolentes… A continuación, un pinchazo distrajo mi atención y cerré los ojos.

Las sesiones de quimioterapia se convirtieron en una rutina en mi vida así como los mareos y los vómitos, pero todo lo aceptaba sin rechistar… No me volví a mirar al espejo hasta que un día, Jacinto, un chaval de apenas quince años, que se sentaba junto a mí en aquellos sillones de barbería, me dijo:
-Isabel, eres tan guapa como mi madre.
Me volví extrañada ante aquella voz tan alegre… Hacía meses que estaba sorda y no me había dado cuenta. De repente en mi rostro se dibujó lo más parecido a una mueca de sonrisa; me costó, tenía los músculos atrofiados.
Aquel día, al volver a casa, antes de acostarme, pedí a Manuel que deseaba ver a los niños. Me quité el sombrero y me puse un pañuelo de pirata. Fui al baño y, cogiendo el tubo de maquillaje, lo extendí levemente sobre mi piel, añadiendo un poquito de colorete en las mejillas… Después de cinco meses, me abracé con todas las fuerzas de que era capaz a tres cuerpos diminutos que me transmitieron una energía ya olvidada.
Los vómitos y mareos posteriores los afronté con una paz desconocida… Aquella noche dormí.
Desperté, no sabía qué hora podía ser. Mi cuerpo estaba rígido, mi carne fría. Fui a sentarme al salón y mis ojos se posaron en el ventanal. Una luz púrpura nacía en el infinito haciendo sombra a los edificios, máculas a las nubes, penumbra a mis fantasmas… Tierno, suave, un amanecer tan dulce que mi espíritu se convirtió en esperanza escarlata, como aquel amanecer púrpura.

Hoy, han pasado tres años desde entonces… Aún sigo viva, no sé por cuánto tiempo; la verdad es que no lo pienso.
Dejé de trabajar en una oficina. Mi trabajo ahora es mucho más gratificante. Acompaño a gente que, como yo, sufre cáncer; les animo a caminar por la senda de una nueva vida, imprimo un amanecer púrpura en sus horas, aprendemos juntos a esperar la muerte con dignidad… A cambio, ellos me dan la fuerza suficiente para añadir sentido a mi sonrisa.

17 comentarios:

Anónimo dijo...

hay que encontrar la fuerza como sea

bs

misticaluz dijo...

Hola aqui pasando a leer un rato. Profundo como la vida misma.. pero la esperanza sigue viva dentro de nuestras almas. Un abrazo

El insomne parlante dijo...

Hola Mª Ángeles;

Agradecer que te hayas pasado por mi blog y que me hayas dejado tu comentario.

Después de leerte desde hace un tiempo. Dspués de este relato concreto que has publicado hoy domingo, que digas... que yo escribo bien, te aseguro que ha sido mucho para mi autoestima ;-)

Tienes muchísima sensibilidad y tus historias emocionan.

Gracias por leerme, pero por encima de todo, Mª Ángeles... gracias por escribir.

Un beso.

Sergi

Pdt: Por mail, si a caso... ya me ayudas con eso de ampliar el formato de mi blog para mis relatos. Le he estado dando vueltas a la plantilla, pero ná... es que soy hombre, y con una sola neurona... pues ya se sabe ;-)

Catalina Zentner Levin dijo...

Hola, María Ángeles, suelo leer tus comentarios a Lola Bertrand, aquí estoy, conociendo tus textos.
Este relato lo siento más que cercano... ¡es tan maravillosa la vida!

SraM. dijo...

Al final uno acaba por aceptarlo. Es entonces cuando se le hace frente y se le vence.

Un besazo wapísima.

Ego dijo...

Estamos apañaos...
Tanta lucha, tanto laboratorio, y ahora las personitas que amenazan con venir. Cosas de duendes.

- Y te empeñas en comértelo sola.
- No me lo como sola.
- ¿Ah, no? ¿Con quién cuentas?
- Contigo...

Un (b)eso. Sí me gustó...

Mª Ángeles Cantalapiedra dijo...

Amor, Cata, Rincón, Ego, Sara, Sergi... Gracias por leer este microrrelato.
Encontré este relato en un CD; el año pasado se me rompió el PC y perdí casi todo, menudo disgusto.
UN beso grande para todos y buen día de San Juan

LUCIA-M dijo...

Cuando as pasado por hay
Es cuando mas ama la vida..
Y te acostunbras a vivir con el miedo.
Besos.

Perséfone dijo...

Que enfermedad tan terrible...

Admiro a la gente que se siente capaz de affrontarla, aceptarla, compartir con ella su vida.

Yo no sé si podría. Casi me vengo bajo sólo de pensarlo.

Un abrazo.

Camy dijo...

Caray, en mi primera visita y me encuentro con un post así, ¿Sabes tengo una ¿amiga?,bueno, alguien joven a quién conozco y que desde hace seis meses está con quimio? Hace días pensaba en ella, ahora voy a llamarla. El cáncer de mama creo que como mujer nos es más entendible y por ello somos más solidarias.

Es hermoso el encontrar en esos momentos a alguien que te pone la mano encima, te habla y te pide un taxi. Es ahí cuando es necesaria la solidaridad entre desconocidos.

Muy bonito y además con la esperanza de seguir adelante.

Gracias por la visita a mi blog.

Unknown dijo...

Un recuerdo de mi madre...
Antes no pasaba, dice... Porque cumplían su función principal. Había algunas... que duraban varios años y más. No como ahora.
Afirmación que puede doler a más de una.
¡Que se mejore!

Marinel dijo...

Suelo leerte y a veces no comento, porque no sabría expresar lo mucho que me gusta cómo lo haces.Pero este relato me he llegado al alma y las lágrimas han salido de mis ojos.Alguien a quien quería muchísimo se fue dejándonos un vacío terrible por culpa de esa enfermedad malvada.No obstante, no era de esa zona, en la que se recuperan a la perfección muchísimas mujeres; por suerte.Me alegro enormemente por la del relato estremecedor, de verdad es gratificante saber que existe recuperación en muchos casos.
Perdona mi retahila.
Un beso.

Mª Ángeles Cantalapiedra dijo...

Bueno os daré un gracias conjunto a las chicas: Camy, Marinel, Perséfone y Lucia.
Es una enfermedad que nos llega muy hiondo a las mujeres y este relato estácontado desde una experiencia que viví muy cerca. Fue tan admirable la conducta de aquella mujer que me dije que undía escribiría un relato dedicado a esa mujeres que luchan cada día. Son triunfadoras silenciosas aunque muchas se queden por el camino. Valientes, hermosas...
Un beso muy agradecido para cada una de vosotras.

Mª Ángeles Cantalapiedra dijo...

Jaume muchas gracias por leer este relato tan de mujeres.
Un besote grande

Camilo dijo...

Encontré el blog y este relato como muchas cosas en la vida. Una casualidad...
Muy buen relato.
Crudo y desgarrador como a enfermedad que relata.
Saludos y seguiré recorriendo tu espacio.

Nómada planetario dijo...

También conozco a una muchaha que venció a todo ese ejército de fierros candentes.
Se recuperó, hizo el camino de Santiago a pie, subió el Alpe D'Huez en bici, caminó con el grupo hasta tomar la cumbre de La Maroma la primera. Bravo por ella.
Saludos.

Celia Rivera Gutierrez dijo...

El cáncer no debiera vencerse, sino prevenirse. Aunque existe la creencia de que no se previne sino que se controla ya detectado. Mi maestro de Nutrición (también es terapeuta), que posee un alto conocimiento en estos menesteres casi, todo lo cura con alimentación adecuada. Y asegura que el cáncer de la mujer puede bajar por lo menos un 50% en su aparición si se alimentara más con frutas y verduras, que con productos cárnicos.
También existe un libro de ”x” autora que asegura que su cáncer de mama desapareció al dejar de consumir todos los productos lácteos y adquirir nuevos hábitos alimenticios. Su cáncer desapareció en menos de 3 meses, a pesar que se diagnosticaba que no duraría mucho ella entre nosotros. Ella pone como referencia la cultura oriental donde su alimentación es muy precaria en los productos cárnicos, y no consume los lácteos. Donde se observa, que es muy escasa la aparición de cáncer en la mujer.
Es importante saber, que todas las personas generamos células cancerigenas con frecuencia, la diferencia es que la mayoría son eliminadas de inmediato por nuestro sistema inmunológico. En otras personas no. Es sabido, que este sistema esta intrínsicamente ligado al sistema linfático que la mayoría incluso ignoramos como actúa en nuestra salud (al menos en mi país). Esta comprobado que el sistema inmunológico monitorea nuestros pensamientos y emociones, así que las personas tristes, deprimidas e infelices o disgustadas bajan su sistema de defensa y es fácil que se instalen colonias de estas células, por no tener quien las desaparezca.
Se debería estimular más la alegría y la felicidad para vencer las enfermedades fácilmente. Desafortunadamente a quien le diagnostican cáncer siempre se asusta y ese miedo hace que sea más difícil su recuperación por bajar aun más sus defensas.

Disculpen esta retórica, solo me gustaría aportar un poquito algo que evite tanto dolor en las personas que lo padecen como en sus familiares, si esto esta en mis manos lograr por lo menor un tantito. Un saludo