sábado, 30 de agosto de 2008

CARLOTA Y LA VAGABUNDA

Invierno
Hoy he soñado con ella y cuando me he despertado tenía un nudo en el estómago. He cogido una taza de café y me he sentado en las escaleras de la calle a esperarla, pero no ha venido; aún mi angustia ha sido mayor. Un viento helado ha azotado mi cara y he visto que las nubes grises y gordas venían hacia aquí; sería un día de frío y lluvia.
En la carretera he sentido el frenazo de un camión y se me ha encogido el corazón, pero yo seguía inmóvil sentada en la escalera con un plato de comida a rebosar esperando a mi vagabunda, aunque mi cabeza me decía que ya no vendría más, lo había visto en mi sueño…
El verano anterior
Me gusta el sol tierno de los primeros días de junio. Siento como mi piel se va calentando mientras me pierdo en pensamientos. El silencio es total porque aún es pronto para que lleguen los veraneantes y es como si este lugar apartado de la civilización fuera exclusivamente tuyo. De repente, he sentido un ruido y me he asustado. Sólo pensar que podía ser un ratón me ha estremecido. He mirado, pero no he visto nada, así que he vuelto a cerrar los ojos. Al rato, el mismo sonido. Me he incorporado violentamente y cerca de mí ha pasado un animal tan deprisa que no me ha dado tiempo a verlo. ¡Qué susto! Me he ido zumbando a casa.
De todas formas, tengo la sensación desde hace varios días que alguien me observa y estoy decidida a averiguar si es cierto o simplemente es fruto de mi imaginación desbordante. Esta mañana me he tumbado y a mi lado he puesto un palo, lo he sujetado fuerte con la mano y me he dispuesto a esperar. Al rato he sentido tras los tamarindos un sonido. He abierto un ojo y me ha parecido ver una sombra. Fallo por mi parte: no me he bajado las gafas y como no veo de lejos…
Por la tarde me he ido preparada y dispuesta y no he tenido que esperar mucho. ¡Qué miedo! Al primer crujido de las ramas, he abierto los ojos muy despacito y por fin lo he visto: un animal casi tan grande como un caballo, feo, escuálido, con un hocico alargado y unos ojos inmensos. Del grito que he dado, el animal ha salido corriendo como alma que lleva el diablo; yo también he corrido escaleras arriba y al rato he vuelto a salir sentándome, esta vez, en un lugar seguro por si volvía y me quería atacar.
Por supuesto, ha vuelto. Se ha puesto en el extremo del jardín, pero en un lugar que pudiera ver la entrada de la casa. Vamos, donde estaba yo. Me he puesto las gafas y nos hemos estado mirando largamente en la distancia. No sé qué pensaría de mí, pero yo seguía pensando que era el animal más feo que he visto en mi vida. Es un perro, cruce de veintisiete padres preponderando la raza de galgo. Color canela y una expresión de tristeza y abandono. Eso es lo que me ha fastidiado porque se me ha arrugado el estómago y se me ha olvidado el miedo y lo feo que era. He hecho un movimiento como si me fuera a levantar y él ha hecho lo mismo y ha sido cuando he visto la multitud de tetillas que le colgaban, flácidas y desprovistas de cualquier atisbo de líquido dentro de ellas… He sentido de pronto verdaderamente lástima por aquel animal tan horroroso que cuando me he aburrido de mirarlo al levantarme, ha salido corriendo con todas su fuerzas.

Es finales de junio y ya se siente la algarabía de niños que andan por los caminos. Se ha terminado la paz aunque hay que reconocer que se presiente la alegría del verano. Llevo una semana con unos hábitos muy definidos. Nada más que me levanto y mientras se hace el café, preparo un cazo grande con pan, leche y un poquito de azúcar y lo llevo bajo los tamarindos; es el lugar preferido de Engendro. Sí la he puesto ese nombre porque insisto que es más fea que Picio. Jamás se acerca al plato de comida si estoy yo. Me sigue mirando en la distancia y a cualquier movimiento extraño, sale zumbando.
Es más, la han debido de pegar y mucho por las huellas que he podido ver sobre su lomo. ¿Habrá huido o habrá sido abandonada? Los hombre qué crueles somos a veces…

Julio: Engendro como dos veces al día. El desayuno y luego por la tarde, la preparo con las sobras de la comida un buen pote de lo que se me ocurra. Se está poniendo hasta mona, guapa jamás. Ya no se la notan las costillas y ayer me enfadé con ella; la pegué unos berridos que estoy convencida de que en una temporada no aparece. Se asustó al oírme chillar, pero ya no se va corriendo, sólo se esconde detrás de la madreselva; se pensará que no la veo… Y es que me la preparó parda: había sacado la basura a la calle para luego, a la caída del sol llevarla al contenedor y cuando he salido Engendro había esparcido toda la basura por el jardín. ¿Es o no es para enfadarse?

… Engendro lleva dos días sin aparecer, ¿dónde estará metida? ¿La habrá pasado algo? ¿Pensará que sigo enfadada con ella? A eso de las nueve de la noche cuando me iba a tomar unos vinos, he oído a unos niños que decían “Venga, tira más fuerte, no le has dado con la piedra” Un sexto sentido me ha dicho que estaban tratando de apedrear a Engendro y he salido y les he montado un pollo a los chavalines que se han largado con viento fresco. Engendro permanecía arrinconada sin apenas moverse y la he llamado. Ha hecho amago de levantarse, pero luego ha desistido. “Está herida” He pensado y muy despacio me he acercado. Me ha mirado lastimosamente y ha cerrado los ojos.
Me he sentado en el bordillo a esperar, me sigue dando miedo tocarla. Ha sonado el móvil, eran mis amigos que me estaban esperando, así que me he ido y cuando he vuelto, Engendro no estaba.
He pasado la noche en vela, hacía demasiado calor. He salido a las escaleras a fumarme un cigarrillo. Era una noche preciosa. ¡Cómo ilumina la luna en la oscuridad! Precisamente estaba mirando la luna cuando he sentido en mi regazo que algo se posaba en él.
El amor, el cariño, es intuitivo. No me ha hecho falta mirar, sabía que era Engendro. La he acariciado por primera vez y el animal se ha quedado quieto…, agradecido por la muestra de ternura. Pero la magia se ha desvanecido al oír un disparo, han salido corriendo, no sé si por miedo o porque alguien la enseñó a cazar.

Es finales de agosto, Engendro me sigue a todas partes. La caricia de la primera vez no ha significado que se fíe; sigue guardando las distancias. Esta tarde, por casualidad me he enterado de su triste historia. Me fui en bicicleta hasta el río, a Engendro la encanta chapotear con el agua, y se me pinchó una rueda así que me acerqué a la gasolinera a que me la arreglaran. Cuando Roberto ha visto a la perra, me ha dicho que siempre está merodeando por allí y que todos los días a las ocho de la mañana en punto se pone muy tiesa en la curva, al rato agacha las orejas y se va entristecida. Por lo visto una mañana de mayo que Roberto estaba arreglando un motor, a eso de las ocho de la mañana oyó un frenazo. Levantó la cabeza y vio en la curva un coche parado. Había un hombre que trataba de sacar del capó algo, pero se le resistía. Estuvo un buen rato hasta que lo logró. Después, a toda prisa se montó y arrancó el coche a toda velocidad. Cuando se fue, pudo ver lo que había dejado en la curva. Había un animal mirando fijamente por donde había partido el coche. Estuvo días sin moverse de allí. Al cabo del tiempo, por hambre comenzó a moverse, pero todas las mañanas allí estaba como un clavo por si su amo decidía volver… Y a pesar del maltrato, Engendro seguía fiel, ¡cómo son los perros! Me volví taciturna a casa, ya no sólo por lo que me acababa de enterar, sino porque a mí, se me acababan las vacaciones y me tendría que ir. Mientras hiciera bueno, regresaría los fines de semana, pero cuando cayera el otoño, ¿qué sería de Engendro?

Llegó el uno de septiembre y según sacaba el equipaje, Engendro miraba. Yo no lo quería mirar, estaba rota.. A la ciudad no me lo podía llevar, ella seguía sin fiarse, además de mí. Cuando eché el candado a la verja, Engendro apoyó en hocico entre los barrotes y yo sentí que mi corazón se rompía. Dejé en el jardín comida y agua y Roberto me prometió que haría lo mismo.
Durante un mes y medio aproximadamente estuve volviendo los fines de semana. Sabía a la hora que llegaba pues estaba en la verja esperándome, se la veía feliz. Después, se iba por el hueco por donde entraba y salía y, el domingo, la despedida. Con sus ojos lánguidos me decía adiós.
Pregunté a Roberto y me dijo que seguía yendo a las ocho de la mañana a la curva. A esas horas ya comenzaba a estar oscuro, pero la daba igual. Temía que un coche pasara por allí y al ser de noche aún no la viera y la atropellara.

El final…
Es viernes, tres de diciembre. He dormido muy mal. He soñado con Engendro y algo en mis adentros me ha dicho que me fuera al pueblo. Cuando he terminado de trabajar, me he cogido el coche. Al llegar, he silbado, pero Engendro no ha aparecido.
Es sábado, hace mucho frío, este año ha llegado pronto el invierno. Llueve, pero sé que pronto nevará.
He esperado a Engendro, pero sigue sin aparecer.
Es domingo, he dormido horriblemente; las copas me sentaron fatal. Me he despertado a las siete y he estado haciendo tiempo. A las ocho menos cuarto me he abrigado y me he ido para la gasolinera en bicicleta. Estoy loca. Nieve muchísimo y el faro de la bici apenas ilumina el camino.
He llegado a la curva y allí estaba Engendro. Se hallaba tumbada, cubierta de nieve. A las ocho ha querido levantar la cabeza y después las patas, pero la han fallado. Me he quitado el chubasquero para taparla; ha sido inútil. Después de las ocho he sentido que su corazón dejaba de latir.
Entre Roberto y yo hemos cavado una tumba, justo en la curva. Después he puesto un palo que con un cuchillo he escrito “Aquí está una perra esperando a su amo. Fiel hasta el final”
PD. Dedicado a Carlota por lo mucho que he añorado sus relatos estas vacaciones

7 comentarios:

Catalina Zentner Levin dijo...

¡¡¡BRAVO!!! EL DESCANSO HA SIDO PRODUCTIVO, excelente el relato que nos dejas.

Carlota dijo...

ainsss mi niña... te diré que la última parte de este cuento lo has soñado... Engendro nunca apareció, ¿sabes por qué? porque un día pasé por esa carretera y la ví, tumbada, desfallecida... la abracé y metí en mi coche, y la traje a mi reino. Encendí la chimenea y dormí abrazada a ella... no sé el tiempo que paso... y cuando desperté, su mirada brillaba... su cola se movió, y creo que sonrió. Fué el inicio de una hermosa amistad, que dura... si la vieras no la conoces... es feliz, aquí en mi reino, ya no tiene miedo, juega, ladra, da y recibe cariño.
Gracias, querida. Un beso enorme.

Recomenzar dijo...

Tremendamente hermoso pintaste con palabras un lienzo de tu vida ...............Gracias por comentar y estar en recomenzar

Mayela Bou dijo...

Encontré tu blog y me ha encantado, que bonito escribes!!!
Este fin de semana lo leeré despacio, para disfrutar cada relato que sale de tu corazón.
Te invito a un cafecito en mi blog.
Saludos!

LUCIA-M dijo...

Hola wuapaaaaaaa
Bienvenida de nuevo, me alegro que estés aquí
Ya y pueda leerte, que bello spot, y tierno, muy triste, pero que real
Felicidades, me hiciste llorar pero disfrute leyéndolo
Un beso.
Y gracias, por compartir esos bellos relatos

misticaluz dijo...

Hola guapisima! Espero te hallas tenidos unas excelentes vacaciones, relajantes y placenteras en familia. Para mi un placer leerte de nuevo, que como siempre aprendo y me instruyo un poquito más.!

Recibe un fuerteeeeeeeeee abrazoooooooooo

Camino del sur Pilar Obreque B dijo...

que rico ver tu regreso tan luminoso


Besos