sábado, 28 de febrero de 2009

RESCOLDOS A MEDIA TARDE

Se terminó de atar los botines con enorme dificultad. Paró un momento respirando hondo; no se encontraba bien y no lo quería reconocer. Era demasiado testaruda y la salud de hierro que siempre la había acompañado comenzaba a resquebrajarse. “Cualquier cosa antes que ir a un médico” Se decía para sí misma. “Total, es la edad. A mi madre le pasó lo mismo” Y así seguía caminando por los vericuetos de una vida abandonada. Porque así era su vida: vacía, sin techo donde cobijar sus desalientos y esperanzas. Éstas últimas cada vez más escasas. La culpa no era de nadie sino de ella. Se había dejado arrastrar durante los años por unos y por otros y ahora se encontraba en un callejón sin salida. Sus hijos se habían ido hace tiempo de casa, no podían aguantar a su padre y allí se quedó ella tirando de un carro al que nunca quiso estar atada. En aquella época ya no se llevaban los matrimonios de conveniencia pero, sin embargo, su padre casi la obligó a casarse con Celestino “Tienes veintitrés años, se te ha pasado el arroz. Este hombre es bueno y tiene dinero” Y Prudencia terminó casándose con un hombre al que no quería. Aunque eso fue lo de menos. Peor fue cuando descubrió su rudeza en el lecho conyugal y su olor a sudor constante. Había noches que se levantaba a vomitar del asco… Así pasó los primeros diez años mientras la palidez se iba apoderando tanto en su piel como en su alma.
Hasta que una noche, ya habían nacido sus tres hijos, descubrió en la camisa carmín. Cayó y nada dijo. De sobra sabía que no era de ella que jamás se pintaba. Espero pacientemente a pillarle en un renuncio y no tardó. Se hizo la dolida, victima de los cuernos del marido y Celestino tuvo que claudicar y dormir y dormitorios separados. Esa fue la época más feliz de Prudencia. Celestino pasaba el día fuera y cuando llegaba, ya tarde, cenaba y se acostaba. Prudencia así disfrutó de sus hijos, del hogar siempre limpio y en orden y de las noches sin ser forzada a un acto que la daba repugnancia. Ni siquiera a tener que soportar aquel olor nauseabundo; sólo cuando tenía que lavar la ropa de su marido, a veces, las arcadas no las podía evitar.
Los años pasaron y el éxito de Celestino con las mujeres también. O que se había ido arruinando poco a poco y ya ninguna mujer le quería.
Entonces Celestino volvió a llamar a la puerta del dormitorio de Prudencia para evacuar las necesidades de hombre que en otro lado no podía echar fuera.
La primera vez que Celestino la vio llorar después de un acto vejatorio, la propinó una buena bofetada diciéndola “Así no volverás a llorar y te sentirás como cualquier mujer” Y Prudencia comenzó a llorar hacia dentro y a marchitar sus escasas esperanzas de vivir en el olvido, pero en paz.
Nunca dijo nada a sus hijos, ya bastante amargura tenían ellos. El día que se fue el último de casa, una losa de tristeza cayó sobre ella porque fue cuando comenzó su verdadero calvario con aquel hombre que cada vez estaba más violento y Prudencia sin energías para denunciar aquello. ¿Quién iba a creer que un hombre como Celestino, adorable en la calle, fuera un ogro en su casa? Nadie se decía Prudencia mientras terminaba de atarse los botines.
…Estaba haciendo recuento de lo que debía comprar y se dio cuenta que no tenía dinero. Se acercó despacio a Celestino que dormitaba en el cuarto de estar aún bajo los efluvios del alcohol de la noche pasada y con cuidado metió la mano en uno de los bolsillos para buscar algún billete, pero Celestino en ese momento se despertó.
-¿Me estabas robando puta?
-No te quería despertar. Necesito dinero para la compra.
-Me has robado toda la vida y ahora verás…
Los gritos llegaron a la calle, pero nada se pudo hacer. Cuando tiraron la puerta abajo, encontraron a Prudencia en un charco de sangre; a su lado, un botín perdido, sin ama… Con lo que la había costado atárselos.

8 comentarios:

goyo dijo...

hola Rubia, me has hecho arrugar el corazon... pensar que hay personas que viven esa realidad cotidiana.
Aquellos que somos bienaventurados, gozemos el no ser.
Muy real , gracias por hacercarnos la realidad.
un beso rubia

José Luis López Recio dijo...

Tan bien escrito como siempre. Hoy se ha tratado de un tema muy duro.
Saludos

aapayés dijo...

un placer siempre leerte y compartir, como hoy que nos entregas, vida de alguien que con el tiempo siente pesado el matrimonio..


un abrazo fraterno, con el cariño de siempre...

un beso

pati dijo...

Apoteósico final, Mª Ángeles... Todo el relato en sí lo es, pero ese final no deja indiferente. Enhorabuena.

No sabía que tenías más blogs aparte de Me llamo Lola2, pero me alegro mucho de haber descubierto este rincón tan especial... sabía que eras un portento de mujer, pero no imaginaba hasta qué punto ;)

Un besito, rubia :)

misticaluz dijo...

Hola Mª Angeles.

Ay es un relato, pero en la vida real también existe... total una pena, pero...

te dejo un relajante abrazo

Beatriz

A.Tapadinhas dijo...

Gostei muito do que li! Certamente não era o tema que esperava: demasido duro por ser real! Escrito como se fosse um relato de um periódico... e por isso, tão real e comovedor.
:(
António

calamanda dijo...

Historia realmente triste y
penosa...y que desgraciadamente
ha ocurrido siempre y seguirá...lo
peor es no saber salir de una situa
ción de estas y la mayoría de las
veces porque no se dispone de los
medios necesarios para salir corriendo...

Como es habitual en ti,muy bien
relatado.

Un fuerte abrazo.

CALAMANDA

Reina Letizia dijo...

Me acaba de saltar una música que creo que es tuya. ¡Por Dios! Se me han cruzado los cables y ya no sé qué iba a decirte. Mejor me lo pienso... Ah, que el relato muy bien.

Besos de Princesa