viernes, 9 de octubre de 2009

DIARIO DE UN VIUDO

He pasado a engrosar las filas del clan de los solitarios: grupo de individuos que viven solos adoptando la convivencia consigo mismos y que, como mucho, comparten intimidad con una planta y un gato. A mí estos animales no me gustan, así que he añadido a Lucas, un perro con personalidad propia, que aguanta mis manías sin rechistar…

Me ha dado por pensar que la vida sigue irremediablemente su curso natural, y aunque te quiera retener a mi lado, vuelas cada día un poco más lejos de mí. Te tengo en mi corazón, pero a veces, para recordar tu cuerpo, he de clavar los ojos en una fotografía, pues el tiempo va difuminando tu imagen. La soledad es la peor enfermedad que puede sufrir un ser humano. Trato de compartir cosas contigo y me llaman loco: “está muerta, Daniel”- me dicen-. Cuando oigo eso, caigo abatido y mis lágrimas surgen como torrentes. Otras veces me digo que ya he llorado bastante, que es el momento de volver a empezar, pero siempre encuentro una excusa para quedarme en el punto de partida…

Menos mal que no estás: si ves la galería de la cocina como la tengo, das un portazo y te largas de nuevo. Las plantas están preciosas. No se han muerto, aunque alguna ha estado a punto: sobredosis de agua y vitaminas. He hecho lo que tú hacías, quizá me he excedido un poco, pero ahora, crecen a lo bestia. Lo malo es que me ha dado por guardar allí los envases de zumo de piña ¿Para qué? A lo mejor mi subconsciente quiere hacer un Exín Castillos, no sé. Tampoco he tirado los periódicos ni las latas de cerveza. La lavadora no la pongo hasta que se me agotan las existencias, o aparece mi madre por casa, echa un par de blasfemias por su boca, y se pone a hacer lo que yo no hago…

Los riesgos que corre un viudo es que parece que todo el mundo tiene derecho a opinar y dirigir tus pasos. La buena voluntad de los que te rodean cae sobre ti como una losa que llega a asfixiarte. Mi amigo Iñigo casi lo consigue. Una tarde de principios de junio quedamos para tomar una cerveza y, al segundo trago, desplegó toda su batería de reflexiones bienintencionadas:
-Basta ya de llorar, Daniel. Tu pena no la va a resucitar
-Juro por mi perro, que ni lloro ni me quejo delante de nadie. Esos estados anímicos los dejo para cuando me abrazo a mi soledad.
-La vida sigue, y lo que tienes que hacer es meterte en Internet y ligar, o afiliarte a un club de solteros, lo que se llama Speeddating. Entras en su Web, consultas próximos eventos y te apuntas a una de esas citas. Eliges un apodo, pagas la cuota y...
-Encima he de pagar dinero por ligar ¡Manda huevos!
-Déjame hablar, Daniel. El día acordado, te plantas allí. Tendrás siete minutos para conocer a cada uno de los participantes. Las estadísticas dicen que funciona en el veinte por ciento de los casos.
-Y si yo soy del ochenta por ciento restantes, ¿Me devuelven el dinero? ¡No te jode!
-Ya verás Daniel, se te arregla rápido, total, no eres tan feo.
-Mira qué condescendiente, da gusto tener amigos.
-Tienes 43 años, trabajo estable, casa propia…
Me hizo un currículum despiadado ¡Será capullo, el tío! Se pensaba que por ser amigo mío, debía de aguantar semejante ristra de bobadas... Pero aguanté estoico hasta que acabó. Cuando por fin le vi alejarse, respiré aliviado pensando que nada más llegar a casa me metería en Internet a buscar alguna oferta de viajes: me apetecía huir de mi verdad irrefutable…

Hay veces que me miro y no me reconozco: parezco un alma en pena…

Las cosas que me pasan a mí, no le pasa a casi nadie.
Hace un mes se murió Ulpiano Rodríguez, tío abuelo de Macarena. Hasta ahí, normal, tenía todos los años del mundo y era el momento de irse, al menos, eso creo yo.
La semana pasada recibí una llamada de su abogado porque hoy se iba a hacer lectura del testamento, y he ido. Allí estaba mi adorable suegra, tan encantadora como siempre.
-Ya veo Daniel que la viudez te ha sentado divinamente, estás moreno, te brillan los ojos. Me han dicho que tienes novia; muy pronto olvidaste a mi hija.
-Doña Emilia, no empecemos con sus sarcasmos, póngase las gafas. ¿No ve usted las canas que me han salido, o aún ve menos que antes? Estoy moreno porque es verano. Mis ojos brillan porque las vacaciones las he pasado durmiendo. Y, señora, no tengo novia, le han informado mal.
-Ya, Ya…-Siempre tiene que dar la nota. Me he mordido la lengua y me he sentado en un lugar discreto. La verdad, no sabía qué pintaba allí con aquel gallinero.
Siento decirte, Macarena, que tu familia tiene un pinzamiento cerebral. Están un poco tocados, mejor dicho, tocadas, porque se han muerto todos los varones y sólo quedan vivas las mujeres, y ¡qué mujeres! No me extraña que se hayan muerto. Discúlpame, Macarena, pero que Dios me libre de cualquiera de ellas.
¿Dirás? Tú bien sabes que eras la sobrina predilecta de tu tío; como tú ya no estás, me ha nombrado a mí heredero junto a sus dos hermanas vivas. La cara de tu madre al oírlo, era un poema. Pensé que le daba un ataque y también estiraba la pata.
A mí me ha tocado la casa del concejo de Quirós, el huerto y las tres vacas. Cuando he levantado la vista, tu prima Mari Rosi me estaba sonriendo de una forma que me ha dado miedo, ¿no querrá ligar conmigo, ahora que soy guapo heredero con tres vacas en mi haber, verdad? Es como un pecado de fea.
Pero, espérate, Macarena, que aún hay más: la herencia lleva condiciones. Como la casa era uno de tus lugares favoritos, pues no la puedo vender, y, atenta a la jugada: si me volviera a casar, me quitarían la casa.
Ahora que comienzo a reaccionar, me pregunto si me quitarían también las vacas, ¿Qué crees, Macarena? No me importaría porque ¿qué coños voy a hacer con tres vacas? ¿Darán leche? La madre que me parió…
Tu tía Paz me ha dicho que la casa es preciosa y que podía llevar a Mari Rosi a Asturias. Su pobre hija no ha salido de vacaciones. Y a mí ¿qué leches me importa, señora, que su niña no se haya ido de vacaciones? Llévela usted si quiere… lo he pensado, Macarena, pero no dicho, tranquila.
He pedido unos días de los que me quedan aún de vacaciones, y mañana partiré para allí. Voy contento, porque es una excusa estupenda para hacerme una excursión, y además, en Gijón está Mercedes con sus padres, me apetece mucho verla. Se ha convertido en una gran amiga…

Ayer no fui a trabajar. No hubiera soportado los golpecitos en la espalda, las miradas lastimeras. Preferí la soledad, mis cuatro paredes. Descolgué el teléfono. Me cogí una borrachera de las que marcan época y me sentó divinamente, aunque no pude olvidar qué día era.
No hice nada especial, sólo mirar tu foto. Abrazarte. Me sentí feliz hasta que el hechizo se rompió: llamaron a la puerta. No abrí, pero se me había olvidado que alguien tenía las llaves de casa: era la pesada de tu madre; aún sigue ejerciendo de suegra. Creo que tampoco ha asimilado que tú ya no estás. Me dio lástima y la invité a un güisqui. Se tomó tres ¡Tu madre bebiendo! No hacía más que mirarse las manos, no quería levantar los ojos y encontrarse con los míos. Cuando se fue, todo regresó a la calma y volví a sentirte a mi lado.
Entonces, me levanté y fui a por tus diarios. ¿Te acuerdas lo que me reía de ti por escribir aquellos cuadernos? Te defendías diciéndome que sería tu legado para nuestros hijos... No nos dio tiempo. Cogí uno al azar y me puse a leérselo a Lucas. Movía las orejas con mucho interés. Es un perro muy inteligente, te gustaría. Dormimos juntos…

Estoy aprendiendo a cocinar. Antes de invitar a gente, ensayo con Lucas: es infalible. Tiene un paladar de sibarita. De nueve platos, me ha dado el beneplácito con dos: macarrones “Mamma mía” y tortilla a la española, aunque se me olvidó echar las patatas. El resto del menú, provoqué al pobre animal una especie de ¿diarrea, gastroenteritis?...

Me pregunto cuándo dejaré de amarte, cuánto tiempo dolerá tu ausencia, cuándo se cerrará esta herida, Macarena...

4 comentarios:

José Luis López Recio dijo...

Me has emocionado amiga; has descrito a la perfección los sentimientos del viudo, sus inquietudes, sus temores, sus anhelos. Como se enfrenta a una vida en soledad y sobretodo, cómo sigue amando a sus esposa, como habla con ella, como la siente tan cercana, que no quiere creer que está ausente.
Un gran abrazo guapa.

ALBINO dijo...

Un hermoso relato que debería ser más divulgado. Escribes muy bien y sabes diferenciar perfectamente las travesura de Loli y Mari Pili de estas historias serias, casi dramáticas, que sin embargo forman el poso del escritor.
No había entrado en este blog porque el tiempo no me da para mucho ya que tambien he de escribir y estoy con las últimas correcciones de un libro periodistico que saldrá en Noviembre. Pero despues de leerte, vale la pena el esfuerzo.
Un beso

Xabo Martínez dijo...

Que tremendo, tocas los puntos algido, y sin embargo con esa serenidad que permite llegar a observar de que tamaño puede ser esa soledad que duele, porque ya no hay regreso y no hay paliativos.

Estupendo.

iñaki zaratiegui dijo...

Es de las pocas veces que un relato de prosa me deja así.
Muy, muy bonito.

Un saludo.