domingo, 22 de mayo de 2016

LLANTO

Hay realidades difíciles de digerir y la imaginación de un escritor queda menguada cuando se topa con alguna de ellas…
La lluvia se precipitaba sobre el asfalto de tal manera que rebotaba hacia la nube, como deseando volver a sus orígenes. Observaba la escena con parsimonia mientras esperaba noticias del médico; sólo el murmullo de las máquinas alteraba el silencio. “Mi tiempo plano” me dio por pensar “Un tiempo  suspendido en espera de algo”… Pero ese silencio que me hacia revolotear entre la estampa de la lluvia y los pensamientos absurdos, se vio rasgado por el llanto de un niño. Era un trueno que dejó mudos al rumor de las máquinas. No era un llanto sino, más bien, el bramido de un dolor sin respuesta. Callaba para luego erguirse con más fuerza si cabe. No me atrevía ni a respirar para no perder el control del sonido de aquel calvario desconsolado. Unas voces dulces, entrecortadas por su propia tristeza, trataban a duras penas cantar una nana Duérmete niño de cuna/duérmete, niño de amor, /que a los pies tienes la Luna /y a la cabecera, el Sol” Dos voces, una de mujer y la otra de hombre, seguían sin cesar hasta que lograron aplacar aquel llanto desgarrador.
Salí a fumar un cigarrillo y en la puerta me topé con un joven que fumaba mientras lloraba, Era bien parecido, su flequillo caía enmarañado por la frente mientras sus lágrimas se confundían con la lluvia. Me daba tanta pena aquel joven que me acerqué a él sin saber ni qué decir.
-Hola…
-Hola-se secó las lágrimas con las mangas del jersey-… Disculpa, no puedo contenerme.
-Tranquilo, seguro que te viene bien llorar-paré un momento mi voz como buscando palabras para poder continuar-… ¿Tienes a alguien en el hospital?
-Sí, a mi hijo de tres meses-volvieron las lágrimas con ímpetu a sus ojos.
-Pobre… ¿Es el bebé que llora tanto?
-Sí… No sabemos qué tiene… Le están haciendo pruebas.
-La nana que le habéis cantado tu mujer y tú ha dado resultados.
-No tengo mujer, soy viudo, ella se murió en el parto. Es mi madre la que canta conmigo- tragué saliva ¿Qué podía decir a ese hombre? No hay palabras de consuelo posibles. Le tendí un cigarrillo que aceptó sin pensárselo dos veces.
-El niño nació prematuro y  ha estado en la incubadora, pero desde que le llevamos a casa hace un mes,  la pobre criatura no ha levantado cabeza, cada vez le sale algo distinto… ¿Tú crees en Dios?- la pregunta hecha a bocajarro me dejó atónita ¿qué responderle?
-A veces sí, otras no… No sé, mi fe es bastante endeble.
-Pues yo creía y mucho. He sido buen cristiano pero cuando murió Natalia fue como si mis sentimientos hacia Dios se hubieran ido con ella.  Y ahora, con mi niño, le maldigo. Si le pudiera esculpir, te aseguro que lo haría-hizo una pausa y siguió- Y tú, ¿qué haces aquí?
-Mi madre, muy mayor, se la acaba su tiempo…
-Me voy adentro… Gracias por tu compañía.
-No hay de qué… Estoy cerca, así que si sales, dame un toque, y nos fumamos un cigarrillo,  juntos.

No hubo tiempo; el llanto de aquella criatura siguió mientras se sucedían nanas “A la nanita nana/Duerme mi niño; /Va entornando los ojos, /Tiene sueñito” El sonido de la campana en un convento cercano dando la una de la madrugada de aquel mismo día fue seguido de un bramido desgarrado maldiciendo a Dios…Después el silencio mientras yo me preguntaba dónde estaba El Altísimo mientras la nada se llevaba a aquella criatura dejando a una anciana vagando por un mundo que no la necesita.
El hospital siguió su curso mientras el tiempo se suspendía en una nada esperando algo.



1 comentario:

Ricardo Tribin dijo...

Que relato más sensible y precioso que sacaría al menos una lagrima a la más dura de las personas.