miércoles, 17 de enero de 2018

MANTAS PARDAS

“Ortega y Gasset dijo que la vida se nos entrega vacía. El oficio de escritor, por su capacidad de imaginar, debe crear algo bueno y útil para los demás que ayude a vivir” Richard Ford

Encontré a Pedro una noche de otoño en esa Castilla que, en días de diario, se apea temprano de la vida mundana; oí las campanadas del reloj dar las diez. Caminaba deprisa, la acera era ancha, los arboles desmembrados y apenas un autobús vacío pasó por la calzada. Un vientecillo suave cosquilleó el silencio hasta que fue roto por un ronquido bronco, profundo. Aminoré el paso, incluso volví la cabeza y lo único que pude ver fue, en un rincón de un antiguo edificio de banca abandonado, un bulto tapado por una manta parda que subía y bajaba armoniosamente. Mis ojos no se acostumbran a ver esa imagen que tanto desamparo me infunde. Sin embargo, este verano volví a contemplar estas escenas en la Bretaña francesa. Entonces se me antojó pensar que, tal vez, era una postura contra el capitalismo, una forma de reivindicar otras formas de vida, pues aquellos rostros anónimos estaban lejos de la tristeza. Exhibían complacencia, hasta alegría.

A la mañana siguiente salí temprano a pasear a Gazpacho, un terranova que todo lo que tiene de grande lo tiene de bueno, aunque hay algo que le sobreexcita y no he llegado aún a comprender por qué después de tres años unidas nuestras almas de perro y humano. Cada vez que ve a un mendigo, se pone a ladrar desaforadamente; he tenido que dejar de pasar cerca de las iglesias pues a ciertas horas hay muchos inquilinos haciendo colecta. Sin embargo, esa mañana fue distinto. Gazpacho iba suelto husmeando todo lo que encontraba al pasar cuando, de repente, vino una nube a descargar tanta agua que el mismo Gazpacho fue corriendo a refugiarse en el primer sitio que encontró; el antiguo edificio del banco.

El perro llegó y se aposentó en un extremo dado que el otro estaba ocupado por un hombre cuyos ojos apagados contemplaban mansamente aquella agua que caía. A su lado, un perrillo “Mil leches” en la misma actitud que su amo. Yo me puse al lado de Gazpacho tratando de sujetarle por el collar temiendo que en cualquier momento se le cruzaran los cables y se pusiera a ladrar al mendigo. Pero no.

El contemplar el agua rabiosa era una escena, la verdad, fantástica. Relajaba tu mente, abría las compuertas de alguna sensibilidad dormida. Tan imbuida estaba en la escena que fue Gazpacho con un lametón el que me despertó.
-          ¿Un café? -giré la cabeza y el hombre me tendía un vaso humeante de un termo. En su boca se desplegaba una media sonrisa ácida que, a mí, no sé por qué, me supo a azúcar. Dudé unos segundos en aceptar o no aquel vaso que se me antojaba sucio, pero aquel brazo insistente y confiado, hizo que el mío saliera a su encuentro y que, por fin, mi mirada paseara por aquel rostro.

Mis ojos, desvergonzados y descarados, subieron y bajaron mil veces por una barba descuidada de hebras de plata, por una boca de labios finos y dientes amarillentos, por una nariz golfilla de ave rapaz, una frente de surcos profundos y una mirada tan honda que taladró a la mía. No sentí daño ni duelo en sus ojos pardos y anónimos, y leí tantos capítulos en ellos que me sentí afortunada. Fue un lenguaje de ausencia de palabras donde los gestos nacen para contarte que no siempre es mala una decisión descabellada, ni mucho menos descartar por simples apariencias, pues la verdad posee muchas formas.

Dejó de llover, despertaba la ciudad y el silencio se evaporaba para mejores momentos. Solté a Gazpacho y dije.
-Me llamo Rebeca. Tengo una manta en casa en desuso. Da mucho calor, no abulta y pesa poco, ¿me la aceptas?
-Yo me llamo Pedro. Pillo y yo estaremos encantados con tu regalo.

Hay pobrezas inexorables; mis ojos tardaron un buen rato en despegarse de su rostro marcado por demasiadas añadas malviviendo, o los estragos producidos por el deshoje de la margarita existencial, pero para nada arrepentidos… Quién sabe lo que lleva a un ser humano, además de la pobreza, a tirarse al asfalto y hacer de él una escuela de vida.

1 comentario:

Ricardo Tribin dijo...

Mi querida amiga :

Manana lluviosa en Miami, la que con tus letras me anima a enfrentar con positiva alegría.

Un abrazote!!!!!!!!!!!