martes, 8 de abril de 2008

CHOCOLATE

"En la tierra nada se presta tanto para alegrar al melancólico, para entristecer al alegre, para infundir coraje a los que desesperan, para enorgullecer al humilde y debilitar la envidia y el odio, como la música"Martín Lutero
Las llamas seguían bailando al compás del viento y aunque la lluvia caía insistentemente desde hacía más de media hora, el fuego continuaba su andadura por aquellos edificios de principios de siglo cuya estructura era casi como el papel de fumar.
Un anciano permanecía en la acera de enfrente observando en silencio la devastación que iluminaba la noche en el barrio de Harlem; más de una vez, los bomberos tuvieron que retirar al hombre ante el temor de que las chispas lo alcanzaran pero al rato, aparecía de nuevo y se pegaba al asfalto como una lapa.
Al fin, a eso de las ocho de la mañana, lograron sofocar el incendio; se habían derrumbado un total de cuatro edificios pero eso era lo de menos. Lo malo empezaría en ese momento cuando iniciaran el rastreo en busca de víctimas.Un humo intenso a modo de niebla cubría la zona, lo que hacía más difícil indagar restos humanos en aquella chamusquina.
A Tommy le dolían los riñones y paró a descansar; se retiró cuanto pudo buscando un punto de apoyo y encontró un tronco de un árbol donde se aposentó. El perro guía, un pastor alemán, estaba tan cansado como él y se desplomó en el suelo, levantado solo las orejas para oír; una mano rozó el hombro del bombero, que rápidamente torció la cabeza para saber quién era y sus ojos se toparon con el anciano que había permanecido con ellos toda la noche.
-Hice café, le vendrá bien tomarse una taza. ¡Anímese!- la mano tan oscura como el panorama que tenía ante sí, insistía en ofrecer aquel recipiente humeante.
-¡Gracias!- Tommy le hizo un ademán para que se sentara a su lado y el hombre no dudó en seguir las instrucciones del bombero.
-¿ Encontrarán algo?- su pregunta estaba cargada de angustia.
-No creo, las llamas han arrasado todo. Tenemos la esperanza de que al ser edificios tan viejos, la mayoría estuvieran vacíos; sólo uno, sabemos a ciencia cierta, que estaba ocupado por familias y fueron, creemos, en su totalidad evacuados a tiempo, el resto, ya veremos. ¿Vive usted por aquí?
-Sí, a dos manzanas; este ha sido el barrio donde he vivido desde que llegué de Chicago con diecisiete años y el primer edificio que se quemó, estuve allí trabajando casi treinta años.- su voz y su mirada se pierden en la nostalgia. El bombero siente lástima por el anciano y lo incita a que siga hablando y se desahogue.
-¿Qué hubo allí?- pregunta Tommy.
-El famoso club de los años cuarenta "Beach Club" ¿ha oído hablar de él, jovencito?- Parece que el anciano en su tristeza, se anima con el recuerdo.
-Hombre, ¡claro que sí! En casa, mi abuelo contaba que fue un lugar mítico de jazz en Nueva York.
-Todo empezó en Chicago en "Off beat Club" pero cuando ella se trasladó aquí, el éxito y la fama también se vinieron y bajo esas paredes, hoy calcinadas, pasaron las horas más extraordinarias de la gloria del jazz.
-¿Quién era ella?- Tommy cada vez se sentía más atraído por el relato del anciano y según pedía más café, preguntaba insistentemente.
-¿Ella? La voz más hermosa que haya existido jamás; de su garganta surgía una voz ronca que expresaba, alegría, tristeza, risa, que amaba y sufría con sus melodías.- De repente, el viejo se apaga, se queda en silencio y su dedo índice apunta en una dirección...

Billie trata de alisarse el cabello, pero es tan indómito como ella; moja con el peine los rizos y logra hacerse un moño en la nuca. Le gusta ese peinado y es cómodo para su trabajo, suda demasiado y termina la noche tan mojada como si hubiera estado bajo una ducha. Se afana en terminar de arreglarse. A veces duda en ponerse tanta ropa para que al final, termine desnuda y cogiendo míseras propinas con los genitales pero eso es mejor que prostituirse; esa faceta terminó y no quiere volver a ella aunque se muera de hambre. Su rostro se oscurece aún más con esos recuerdos; cada vez que un hombre tocaba su cuerpo, sentía como la violaban una y otra vez. Nunca fue buena en ese oficio, alguien a los diez años, en plena infancia, la castró para el sexo y si llegó a vender su carne fue exclusivamente por necesidad, ya que en Nueva York no encontró otra salida. Primero fregó escaleras en una casa de citas y allí la ofrecieron cantar; aceptó la propuesta sin dudar pero no se dio cuenta de que aquello era una trampa para atraer clientela que nadamás ver a Billie se encaprichaban con ella y la dueña la obligó al final a que si quería cantar, debía previamente prestar su carne a aquellos hombres. Duró solo meses pero la parecieron años y bendijo el día de aquella redada, en la que un hombre de color, dio el soplo a la policía. Clausuraron la vivienda y metieron a las siete mujeres durante dos meses en la cárcel. Al salir se juró a si misma que no volvería por aquel camino.
Poco tiempo después, vio un anuncio pegado a un cristal en que solicitaban camareros; Paul, inseparable amigo desde el orfanato y tan muerto de hambre como ella, la animó para entrar en aquel establecimiento en busca de trabajo.Pagaban mal pero los dos se quedaron; Paul detrás de la barra y Billie sirviendo las mesas.
-¿Cuándo empezó ella a cantar?- preguntó Tommy intrigado.
-Descubrió la música en la iglesia. En el club de Chicago comenzó a cantar en serio, tenía un estilo muy personal que no gustaba a los dueños aunque tuviera muchos adeptos, por eso emigró a Nueva York. Allí se lanzó a la fama pero también encontró su destrucción.
-¿Qué pasó?- La pregunta volvió a asumir en una profunda tristeza al anciano que contestó de forma vaga.
-El amor amigo mío. El amor salva y también destruye...Paul, siendo unos años más joven que Billie, era más sensato, pronto veía el peligro de las cosas; ella decía, que lo suyo eran las dotes adivinatorias y siempre se dejaba aconsejar en casi todo. Tomaba a su fiel compañero como un hermano guardián que vigilaba cada paso que daba.Aquella noche, después de días de insistir, el dueño la dejó cantar varias canciones seguidas; había observado desde hacía varias semanas, que el club en el momento que Billie cantaba, se llenaba de gente, no solo hombres sino también mujeres. Un público mucho mejor del que estaba acostumbrado a ver normalmente, por lo que decidió dar a la muchacha más oportunidad.
Cuando salió al escenario improvisado, las luces se apagaron y un único foco iluminó a la cantante; todo el mundo se quedó impresionado, hasta Paul.
Ante ellos, apareció una mujer de color sumamente atractiva, enfundando un traje que se ajustaba al cuerpo como un guante; nada tenía el vestuario y sin embargo la propia sencillez del mismo, acentuaba su dignidad y clase.
Se puso a cantar y de su garganta salió una voz ronca con un estilo muy personal; todos permanecieron mudos mientras escuchaban aquel alegato al racismo en "Strange Fruit" compuesta por Paul una noche después de que unos blancos, los negaran la entrada en un bar para tomar una copa.
Al terminar, la elegancia de su estilo había emborrachado a los presentes; hubo una pausa y cuando elevó sus ojos hacia el público, éste rompió en un sonoro aplauso que duró una eternidad.En aquel momento Paul sintió que una puerta se acababa de abrir para su hermana de raza.Como esa noche, fueron las siguientes; ambos se mudaron de pensión, el dinero corría como un manantial y Billie se lo dejaba a Paul para que lo administrara, eso sí, seguían durmiendo juntos a pesar de poder alquilar dos habitaciones. Ella se acurrucaba en el chico como siempre lo había hecho, si embargo, a él, cada vez le hacía menos gracia esta situación pero nada dijo. Cuando se quedaba dormida, se levantaba y se ponía a escribir nuevas canciones, necesitaba evadirse de aquel cuerpo que dormía junto a él y que le provocaba escalofríos difíciles de dominar.
Dos años después, el éxito los seguía sonriendo y su amistad inquebrantable.
Un día, mientras Billie cantaba entre las mesas, un tipo que frecuentaba el local, trató de sobrepasarse con ella, de una forma bastante soez y burda para juicio de Paul, por lo que éste recriminó al cliente; al terminar de cantar Billie, con asombro del muchacho, ella pidió disculpas al hombre y se sentó con él a tomar una copa. Aquella noche, no fue a dormir a la pensión, apareciendo muy entrada la mañana.
Cuando Paul sintió la puerta, hizo como si no hubiera oído nada y se enfrascó en unos papeles en los que no había sido capaz durante horas de escribir nada.
-¡Buenos días!
-Hola.
-¡hey! ¿Qué te pasa?
-¿A mí! Nada.- Al levantar la mirada, lo que vio fueron unos ojos vidriosos, una sonrisa perdida, que su dueña no dominaba.
-¿Qué has bebido?- preguntó Paul directamente.
-Nada que te incumba, pero te puedo contar que he estado en las nubes.
-No hace falta que lo jures ¿Algún estupefaciente?
-Déjame, tengo sueño.
De nuevo Paul sintió que otra puerta se abría, pero esta vez al abismo...

-¿Comenzó a drogarse?- preguntó el bombero.
-Sí. A raíz de aquel día nos fuimos alejando hasta que la perdí definitivamente.
-¿No volvió a saber de ella?
- Siempre seguí su rastro. Se casó con él, era músico y compuso excelentes canciones para ella; viajó por todo el mundo con su música pero el diablo iba a su lado, que la fue llevando poco a poco al infierno. ¿Sabe? Muchas veces la saqué de la cárcel.
El anciano lloraba sin haberse dado cuenta y Tommy era fiel testigo de una triste y bella historia.
El día se había echado encima; la zona estaba acordonada e invitó al anciano a que lo acompañara.
-Si lo desea, puede acercarse conmigo, eso sí, con cuidado ¿de acuerdo?
-Muchas gracias.
Ambos se encaminaron lentamente a través de la humareda guiados por el perro, que en un momento dado se paró a olisquear algo; Tommy se agachó y ente el polvo y la ceniza surgió una pequeña placa. El anciano sonrío y dijo:
-Cuando usted pueda, no deje de oír "Gobbless The Child" es de las canciones más hermosas que haya escuchado.
-¿Ella era...?
-Alguien dijo que el tiempo ha tratado mejor su recuerdo y su obra de lo que jamás fue tratada en vida
-Hemos estado hablando de... Tantas horas y yo sin enterarme.
-Sí, ella era Billie Holiday.
Entre una niebla espesa de humo y escombros, un anciano se pierde y un hombre, bombero de profesión, siente que ha vivido una de las experiencias más bellas y descarnadas, o quizá, haya sido un sueño... da igual, mereció la pena.

3 comentarios:

Unknown dijo...

En medio de la especulación urbanística (cuentan las leyendas urbanas de la época que se quemaban expresamente las casas para desalojar a los inquilinos y posibles “ocupas” y así poder construir nuevos edificios) me traes la vida de un anciano enamorado… Cuya nobleza no se pone en duda: “Cuando se quedaba dormida, se levantaba y se ponía a escribir nuevas canciones, necesitaba evadirse de aquel cuerpo que dormía junto a él y que le provocaba escalofríos difíciles de dominar”.
Mientras el café y el chocolate se van mezclando para justificar… Uf, ¡Que suerte tengo!. ¡Vivo en otra galaxia!

Mª Ángeles Cantalapiedra dijo...

Eres un santo, Jaume, buenos días lluviosos. Digo lo de santo por haber leído Chocolate- Anoche estuve tentada de poner al final del relato que quien llegara al final, yo se lo iba a agradecer porque estuve leyendo las críticas de este cuento cuando lo subí en el taller literario y me llamaron de tó, mi arma, menos guapa. Había una mu grasiosa que me preguntaba qué estaba pensando al escribir semejante escalfado, que lo mejor es que dedicara a limpiar las papeleras de otros escritores.
Lo dicho, e uté un zanto (es que estoy escribiendo un cuento andalú y estoy metía en el personaje.Estaba escribiendo otro muy angustioso y lo he aparcado para irme a la feria de abril, me anima más)
Bueno "zanto" que tengas buen día.
Besillos de zaumo de naranja

Mª Ángeles Cantalapiedra dijo...

Ah, otra cosa, Jaume... Te preguntarás si tan mala opinión se tenía de este relato, cómo lo he subido. Y yo te contesto: es hijo mío, estoy orgullosa de él. No me salió guapo ni florido, pero antes de escribirlo me empapé en la música de Billie, en su mundo... Aunque sólo sea por eso, tiene dignidad.
Bueno, pues eso, ya me callo...
Gracias por leerme, en serio, muchas gracias