domingo, 21 de septiembre de 2008

BAJO LAS RUINAS (4ª Parte)

... Otra cosa que me llamó la atención fue lo de la Flori, vamos, que el pueblo tuviera su puta particular y me pregunté si habría rescatado y enterrado a la Flori o, si ya no estaría en el pueblo cuando fue destruido por las tropas franquistas. Aquello como otras cosas me tenía permanentemente intrigado, pero en mi cabeza barruntaba una preocupación: se me estaba acabando el dinero y por mucho que tuviera el huerto, las gallinas y los conejos que cazaba, había cosas que necesariamente se debían de comprar con dinero y éste estaba llegando a su fin.
Una tarde de verano me acerqué al bar de Joaquín a modo de comentarle si había algún trabajo que pudiera yo hacer. Se quedó pensativo y al rato me dijo:
-Cásate con mi hija pequeña. Nadie la quiere. Tendríais dinero para siempre.
-¿Tú estás loco? Si ni siquiera la conozco y, quizá, pudiera ser su padre… Además, ¿Qué tiene para que nadie la quiera?
-Es rara… Sólo eso.
-Y porque sea rara, ¿nadie la va a querer? -Tiene algún defecto físico, ¿verdad? ¿Dónde está? Nunca la he visto por aquí.
-Es ciega, nada más.
-¿Y qué voy a hacer con una ciega?-aquello en vez de una conversación, era un diálogo de besugos.
-Tiene diecinueve años.
-Lo que te dije, puedo ser casi su abuelo. Tengo cuarenta y seis años, Jacinto.
-Déjame hablar… Ella veía, pero hace cinco primaveras estaba en el campo y la cayó un rayo. La sesgó la mano izquierda y ya no vio más.
-Es manca…
-Manuel, tú tienes un problema y yo tengo otro. Hace tiempo que te lo quería proponer. Te vendría bien una compañía. ¿Te has parado a pensar que estás rodeado de fantasmas?
-Y tú me quieres encasquetar ahora a mi colección de anormalidades una ciega y manca… Disculpa, es tu hija.
-Es buena persona, dulce, te calentará la cama. Es muy apañada y nunca pide nada.
-… Y nadie la quiere, recuerda.
-Al menos piénsalo. Prométemelo, Manuel.
Vale, vale, pero no te garantizo nada.
Esa noche volví a tener pesadillas. Soñé con la Flori, con la hija ciega de Joaquín y Navidad se pasó la noche aullando. Me levanté de malhumor. Navidad no estaba y por más que lo llamé, no apareció. ¡Maldito perro, al carajo! Y me puse a cavar el huerto como si me fuera la vida en ello.
No sé que hora era cuando la azada se me quedó clavada en la tierra y una voz a mis espaldas me dice.
-Ten cuidado, ahí hay un cuerpo-sin reflexionar, contesté:
-¿Cómo va a ver un cuerpo aquí si he trabajado mil veces esta tierra? la conozco como si la hubiera parido.
-Pues va a ser que no. Te he dicho que hay un cuerpo- a continuación ladró Navidad y es cuando me volví.
-Ya era hora, rufián, de que aparecieras. Pensé que me habías…-no terminé la frase. Al lado de Navidad había una mujer, rubia como el trigo con unos enormes ojos azules que toda ella me sonreía; junto a ella estaba Navidad moviendo la cola- Y tú, ¿quién eres?
-María.
-¿María, qué? ¿Eres una muerta o te has perdido por aquí?- mi tono no podía ser más áspero. En tres años sólo había hablado sólo o con Joaquín.
-Me llaman María la ciega… ¿Puedo sentarme?- y sin esperar respuesta se sentó en el suelo dejando su bastón a merced de Navidad que le estaba chupeteando como si fuera un hueso.
-¿Cómo has llegado hasta aquí?
-En bicicleta.
-¿Cómo qué en bicicleta si eres ciega?
-Y porque sea una ciega, ¿voy a ser una impedida?
-No me extraña que te llamen la rara.
-He traído café, ¿quieres?
-Sólo tomo el que me hace tu padre.
-El que te da mi padre lo hago yo –me estaba ganando, la mocosa, por goleada, pero no me amilané.
-Trae, me vendrá bien para poder digerirte mejor.
-Ay, gracias, eres muy amable.
-De nada-sin esperar a que reaccionara la solté:
-¿Te ha dicho tu padre lo que pretende?
-Sí, claro, más que nada porque se lo sugerí yo.
-¿Tú?
-Sí, yo. No soy nada convencional, como ves y tú, tampoco. Podemos hacer buen equipo. Me gusta la vida que llevas. Te he espiado muchas veces y los fantasmas no me dan miedo. Desde que me quedé ciega veo las cosas con mucha más claridad.
-Ya veo que lo ves todo con una perfecta nitidez.
-Anda, deja de protestar y límpiate esa cara-me rocé con las manos la cara sin dar crédito a lo que acababa de oír.
-También, ¿eres adivina?- se echó a reír con ganas y me obligó a mí mismo a acompañarla en la risa. Debía de reconocer que la muchacha era avispada y que yo llevaba mucho tiempo siendo casi un anacoreta.-
-Debías irte María. La tarde está cayendo. ¿Quieres que te acompañe?
-No, lo hará Navidad. En n par de horas lo tienes de vuelta.
Y se fue silbando como si lo hiciera cualquier chicazo criado en el campo. El perro iba feliz acompasando el pedaleo de María.
Salí varias veces a mirar si Navidad había vuelto y comencé a ponerme nervioso. Ya eran más de las once y el perro no estaba. Una angustia muy grande me invadió. Por primera vez me di cuenta de lo solo que estaba y lo que había significado el animal. Las cuatro de la madrugada y seguía sentado en la puerta, por mas que lo llamaba sólo recibía la respuesta del silencio. Me quedé dormido y cuando desperté el perro no había vuelto.
Me monté en el coche y me fui a toda prisa al pueblo. Joaquín ya había abierto el bar.
-¿Dónde está Maria?
-En la cama, supongo.
-Mira a ver, Navidad no ha vuelto a casa-sin esperar respuesta, Joaquín se metió tras las cortinas. Volvió con la cara desencajada.
-No está.
-Vamos a buscarla.
Rastreamos todos los caminos y no encontramos las huellas de la bicicleta ni del perro. Para colmo, vino una de las mayores tormentas que hubiera yo conocido. Truenos, relámpagos y agua durante dos días ininterrumpidamente. Me volví a casa desolado pensando que toda mi vida había sido un espejismo.
Volvía todos los días al bar a por noticias, pero sólo mirar la cara de Joaquín ya sabía la respuesta. A las tres semanas llegó la guardia civil a preguntar si había desaparecido alguien pues habían encontrado un cuerpo en avanzada descomposición. Acompañé a Joaquín a reconocer el cadáver, pero para nuestra suerte, no era la pequeña María. Por qué, no lo sé, pero volvimos con la esperanza prendida en el corazón.
Aquella noche volví a oír los disparos, las ráfagas de metralleta. Me desperté y era la lluvia. Salí a la puerta y me senté a esperar mientras el agua me empapaba y la campana sonaba. Entonces oí el ladrido de Navidad. Sí, lo oí y me levanté corriendo sin rumbo, sólo gritando su nombre. Y allí estaba, debajo del almendro, embarrado y sangrando en una pata. Lo abracé tanto que el pobre animal apenas le dejaba respirar. Cuando se me pasó la emoción, le pregunté por María, cómo si él me fuera a responder… Y lo hizo, cojeando se fue hacia el coche. Lo cogí en brazos y lo metí en el asiento trasero. Arranqué el coche y según ladraba, yo daba volantazos hasta que en una curva se puso muy nervioso y paré. Le abrí la puerta y salió como pudo. Yo con la linterna le seguí hasta que en un barrizal encontré a María. No miré si respiraba o no, tomé su cuerpo y lo metí corriendo en el coche y me fui para el pueblo...
Continuará...
PD.Foto cedida por Rafa Ruiz Moreno http://alfaguara-errante.blogspot.com/

5 comentarios:

Nómada planetario dijo...

Cada vez se pone más intrigante el relato.
Debería ser publicado sobre soporte papel y dado a conocer al gran público.
Besos en el límite del domingo.

misticaluz dijo...

Hola guapa! Aquí pegada a la pantalla con la mirada fija en tus letras. Deseando la 5 parte.

Te dejo un abrazoo!

Anónimo dijo...

bonito relato escribe muy bien reciba un afectuoso saludo.

Perlita dijo...

Al "conocerte" tarde he jugado con ventaja y he podido leerme con toda la curiosidad del mundo los fragmentos de este aventurero que anda por ese pueblo...¿perdido? ¿fantasma? de un tirón, porque eso de quedarte con la intriga a flor de piel, es malo. Por ahora, me gusta y haces que la atención se mantenga hasta el punto de que los chicotes que me quedan en casa me hayan demandado la cena tres o cuatro veces y como yo, ni caso, al final se la han hecho ellos...No son machistas pero cómodos, si.
Aquí me quedo esperando que María no esté muerta, amiga.
Un abrazo.

Unknown dijo...

Mira que si al final te tengo que dar la razón... Me hundo en la miseria y compruebo que también aqui caben los fasciculos...