viernes, 5 de diciembre de 2008

FANTASÍAS ANIMADAS

Cornelia trabaja en lo que la gusta; es uno de los seres agraciados laboralmente hablando.
A este trabajo no llegó de forma espontánea, todo hay que decirlo, sino un poco obligada por las circunstancias. Al principio, lloró como todos, cuando no sabemos hacer las cosas, incluso la dio asco y maldijo su destino, pero cuando la necesidad apremia, olvidas prejuicios y te tiras de lleno en salvar lo que aprecias.

Soñaba en ser una gran dama con estudios y esas cosas. Sus manos jamás tocarían el jabón, para eso, tendría otros que se lo hicieran. Su armario estaría repleto de ropa bonita y en su casa se extenderían sobre el suelo, bellas alfombras persas. Sabría hablar de cualquier tema y todos la señalarían como mujer perfecta; a sus padres, que todo le dieron, ella les devolvería cada céntimo y mucho más. Sus hermanos irían a colegios de pago donde el refinamiento decían que era ley…

Pero sus sueños se vieron interrumpidos y tuvo que coger una variante con la que no contaba.
Comenzó desde cero, ella sola, sin ayuda, sólo con lo que había visto en las películas; estudió cuidadosamente donde establecer su negocio, pero no contaba con que la competencia fuera casi como una mafia y, pronto, estimó cambiar de idea e irse a otro lugar. Esta ubicación para su negocio era mala e incluso ponía en peligro su vida, pero aguantó el tirón como pudo. Tuvo Que buscar un socio, que la engañaba y timaba, pero esto a ella le servía para ir abriendo ojos y aprender lo que no se debe hacer. Eso sí, mientras, estaba protegida, lo cual en los inicios también es muy importante.

Un día, el asociado tomó un par de copas de más y la zurró tal paliza que la dejó fuera de combate durante un par de semanas; ya saben que estas historias tiene que haber buenos y malos, victimas y frescos. Este tiempo la ayudó para elaborar un plan y, cuando de nuevo sus huesos estuvieron en funcionamiento, tendió una trampa a “su fiel colaborador”.
Ella no quería que la sangre llegara al río, no era de ese tipo de personas, pero sí deseaba quitarse estorbos; quizá no midiera las consecuencias o la ignorancia jugara a su favor. El caso es que el socio, además de colaborar con Cornelia, tenía otros negocios sucios que ella no sabía y en la trampa que tendió, salieron a relucir gente de baja estopa, navajas, disparos y policía; el cuerpo del socio se marchó a pudrirse a un cementerio.

Ante el temor de represalias y preguntas innecesarias, se tiñó de pelirroja- antes era morena- cogió sus bártulos y se mudo de ciudad. Se fue a la costa Gaditana. Era verano y el buen tiempo anima a gastar dinero. Allí estuvo tres meses; conoció a gente honrada que mucho la enseñó y pudo enviar dinero a los suyos y, lo más importante: abrirse una cartilla de ahorros. El negocio comenzaba a dar sus frutos.

Con la llegada del otoño, voló a la gran ciudad, esta vez su destino fue Barcelona que no le deparó buenos hechos ya que conoció a un tipo y con él inició un viaje que la dejó graves secuelas para su futuro. En él encontró el amor, vamos, que se enamoró perdidamente como sólo saben hacer las mujeres cuando pierden la cabeza. Dejó todo, olvidó su objetivo, su familia y casi como se llamaba porque hasta se cambió de nombre. Él decía que ella era igual que Eva, la del Edén, aunque no sabemos muy bien a qué edén se refería el crápula, y tantas veces se lo repitió, que decidió ir al registro y borrar a Cornelia por Eva; dejó su profesión y decidió vivir una historia de amor que anunciaba ser interminable, pero finiquitó a los dos años con un balance desastroso: su cartilla de ahorros vacía, un corazón destrozado, lleno de rencor, y un niño llamado Pablito como su padre.

El drama amigos míos estaba garantizado. Quiso abortar y ella misma eliminarse del mapa, pero una vecina cotilla, que no tenía otro mejor quehacer que vivir observando las vidas ajenas la vio por la ventana con un bote de pastillas, y como la noche anterior oyó voces y oprobios dirigidos al hombre, que ella previamente lo había visto con otras por la calle, la conclusión era clara y más que evidente. Gracias a ser una mujer fornida, poco agraciada de paso, bajó las escaleras de dos en dos, tiró la puerta de Eva, la hizo vomitar hasta echar de su estomago lo que no había y Eva volvió a nacer.
Desde aquel día, las dos mujeres se hicieron íntimas y por primera vez Eva abrió su corazón a una persona. La vecina, Rosa, agradecida porque alguien le diera confianza y cariño, se convirtió en el fiel lazarillo de Eva a la par que niñera de Pablito.

Pasaron los años, Rosa revisaba concienzudamente los clientes de Eva, sus ahorros y fue ella quien incitó a la muchacha a dar un giro al negocio; era el momento de ampliarlo, incluso de mudarse. Buscaron una casa que tuviera tres plantas, que por cierto, se caía a cachos, pero que gracias a un cliente de Eva que era constructor, rehabilitaron el edificio por cuatro perras. Entre ambas compraron la mansión, como decía Rosa. Pusieron un anuncio en la prensa tan sugerente, que la puerta de la casa se convirtió durante unos días en una cola de muchachas en busca de la oportunidad de su vida; la selección las llevó mucho trabajo porque Rosa y Eva eran muy exigentes. Deseaban que el negocio fuera distinto a cualquier otro que hubiera habido en ese momento. No sólo valoraron un físico, conocimientos sino, además, aquello que Rosa oyó en un programa de radio, que estaba muy de moda en las empresas: la inteligencia emocional de las chicas.

Eligieron seis, pero el tiempo pasó, la fama creció y fue ampliado a nueve, diez, doce, treinta… abrieron un nuevo establecimiento y Pablito estudiando en un colegio bilingüe. Los hermanos de Eva que habían crecido sin estudios y ya era tarde para eso, les puso un negocio de lencería sexy y un Púb cerca de su bondadosa hermana. A sus padres les compró un piso en Benidorm con todo tipo de comodidades, y el armario de Rosa y Eva se llenó de ropa bonita y muy cara.
Eva es hoy una dama, refinada y misteriosa; no volvió a amar a ningún hombre, aunque disfruta de ellos todo lo que puede y más. Camina con la cabeza muy alta, orgullosa y feliz. Cuando alguien la llama puta, ella mira de una forma muy especial, ni siquiera es desprecio, más bien sordera. Ejerce la prostitución de alta calidad, con garantías, dando placer a quienes no lo pueden encontrar en sus casas o en su vida; tanto ella como sus chicas saben escuchar la soledad de sus clientes, haciéndoles sentir únicos y especiales.
El lema de Eva, la primera lección que enseña a su gente es que, si están seguras de lo que hacen, sean honestas, y si un dedo las señala, que no escondan la cara, peor es vender el alma al diablo que comerciar con su cuerpo.

P.D. No busquen a Madame Eva en Barcelona, ni en ningún lugar; es fruto de mis fantasías animadas. Opino que no siempre han de ser duendes, brujas, guerras, príncipes o muertes, los protagonistas de nuestros cuentos ¿No lo creen así?

5 comentarios:

aapayés dijo...

Exquisita lectura la de hoy, Eva Mujer en todo sentido, y la vida misma que la lleva a ser en su completa y estricta palabra...

MUJER

saludos un abrazo y que tengas un buen fin de semana...

oenlao dijo...

a veces trabajar de lo q a uno le gusta puede llevar a aburrirnos de lo q nos gusta o a saturarnos.
aguante, Eva.

Cristina dijo...

Por supuesto que lo creo asi...

Mi tía siempre me decía que...
"Más vale ser Puta y no parecerlo que parecer Puta y no serlo".

(Mi hija me está tapando la boca, pero no los dedos!!!)

Me ha encantado

Cris

Ángela dijo...

Lo que más me ha calado de este relato, es el valor que das a la amistad. Y me encanta porque considero que es el mayor patrimonio que podemos tener en la vida: l@s amig@s.

EL MUNDO MUNDIAL DE JAVIER dijo...

Muy bueno, me encanta, sinceramente muy bueno. Nada que mejorar.

Javian.http://orgullohispanicohispaneandoespana.blogspot.com/