jueves, 28 de mayo de 2009

LOCAS DE ATAR

-¿Qué tal hoy?
-Fatal.
-Ya.-¿Acaso no me crees, eh? Sí, reconozco que estoy descontrolada, descentrada, desquiciada…, vamos, muy “des” en todo.No quería venir, ¿sabes? Fue Leonor, mi amiga, quien me suplicó que diera el paso, que pusiera una solución en este caos, que te buscara, que tú mi ayudarías, y a lo único que te limitas es a escuchar y decir “Ya”
-Ya, continúa…-Oye guapito de cara, que sepas que en mi presupuesto no estaba pagar sesenta euros semanales para que me digan “Ya” Para eso, mi amiga, sí, la pelirroja, la de la risa floja, es más barata que tú; le invito a una caña, me escucha, y que sepas que no se limita a decir”Ya”… Me aconseja, me riñe, me…, bueno, a ti qué puños te importa lo que me dice. Sólo faltaría que te contara nuestras intimidades ¿Qué? Ya sé lo que me contestarías”Ya, ya” como somos dos, doble repetición.
-Relájate…-Es que me pones, ¡Ay como me pones! ¿Lo haces con todas? Es que, ¿yo no te inspiro algo distinto? Sinceramente, siempre pensé que la gente, cada persona éramos diferentes unos a otros, pero tú me haces sentirme mal, francamente, más mierda de lo que soy, y no me gusta, que lo sepas, no me gusta nada.
-No te trates así…-Sí, admito que si estoy aquí es porque algo me falta; Leonor me aprecia y pensó que tú me darías eso que tanto… vamos, eso que sólo tú me puedes dar, pero no puedo soportar esa cara de pusilánime que pones cada vez que me ves. Si eres un especialista, que la fama te avala como único en tu especie… por cierto ¿Tus orgasmos también acaban en “Ya”
-¿Ves? Tienes sentido del humor…
-¡Qué horror! No me explico qué hago aquí tumbada contigo; encima este sistema es incomodísimo. ¿Dónde lo aprendiste? No cabemos, y si me muevo, tu aliento se mete en mis narices. Si me quedo quieta, tu respiración taladra mi tímpano… creo que hoy será mi último día, no vendré más.
-Ya.
-Lo siento de veras, pero es que no has saciado mis expectativas. Fíjate: Leonor me dijo que la mujer de su jefe la dejaste como nueva. Qué tú le dabas lo que su marido no le daba: Tiempo, comprensión, relax… ya sabes. Disculpa si no soy más clara, en el fondo soy muy tímida y mi situación “Des” aún lo acentúa más y más.
-Ya.
-Sé que mi amiga no exageró, que ella es paranoica como yo, que su vida se reduce a cogerse un par de globos al día, no más, como yo, pero es sincera y si lo dijo, lo que dijo tenía fundamento… No creas, no es fundamentalista islámica, la pobre no tiene tiempo para esas cosas; con dar de comer al gato, regar las plantas y limpiar el armario de polvo y paja cada quince días ya tiene suficiente. Bueno, también tiene sus vicios, pero entre tú y yo, no los quiere confesar…, me da pena en el fondo, por eso la dejo.
-¿Vicios?
- ¿Qué, qué vicios tiene? Ella se cree que es Sherlock Holmes, y de corridillo en sus locuras, yo me convierto en su ferviente seguidora el doctor Watson…, un desastre, lo sé y precisamente por eso, me fastidia que no pongas cara de sorpresa… ¿Cuántas has visto como yo? Ninguna, sí, dilo, ninguna, eres única en tu especie.
-Y lo eres…
-Bueno, me voy a levantar y vestirme; cerraré esa puerta y jamás me volverás a ver. No creas, me alegro de haberte conocido; tenía mis reticencias hacia los de tu especie. Ahora ya no. Tengo las ideas muy claras. A partir de este momento, me las apañaré yo solita, no te preocupes, buscaré medios…, es más ¿Ves eso? No pienses que sólo lo tienes tú, hay muchas tiendas que lo venden. No, no están vetadas, es más, admiten tarjeta VISA, y si es necesario, forraré toda una habitación con ese trasto… para excitarme más y sacar toda mi impotencia fuera. ¿Tienes algo más que decirme?
- Ya.


-¿Leonor?... Hola cielo, ¿cómo estás hoy? Yo, genial. Mira, te doy las gracias por el consejo que me diste, pero no voy a volver. Me he comprado… Jajajajajaja ¿Leonor me escuchas? No te oigo ¿Qué? ¡Ah! Cada día estoy más sorda, perdona es que estoy un poco histérica.
Como te decía, compré un diván rojo, una grabadora y dos espejos de tamaño natural. Que me noto mal, voy y me tumbo; enciendo la grabadora y grabo todo lo que diga. Después, cuando termine, me levanto y me miro al espejo profundamente ¿Me sigues? Él es lo que hace, después de escucharme todo el arsenal de bobadas que cuento, me planta delante del espejo y hace que me mire para ver si me reconozco. Según él, debía cada vez que me miro, descubrir una faceta más de mi misma, comenzar a quererme, a respetarme, a aceptarme, pero Leonor, de verdad te lo digo, la tía esa que aparece delante del espejo es espantosa… ¿Cómo es? ¿Qué dices? ¡Que mierda de teléfono! No se oye nada ¿Leonor?... ¡Ah, estás ahí! Te contaba que no es nuestro tipo de mujer; es baja, con el culo caído, más bien gorda, tiene celulitis en los muslos. El pelo, ni te cuento; lo tiene teñido, las cejas son gruesas y si tiene la boca cerrada no vamos mal, pero si la abre ¡Espanto, Leonor! Parece Drácula con colmillos incorporados. Más tarde, ese esperpento de mujer se pone a hablar. Sale de su boca una voz nasal, fría y metálica, pero lo peor no es eso sino lo que dice.Además, que comente que no se gusta, lo entiendo, pero cuando comienza a decir que se siente débil, insegura, llena de temores, sin personalidad, que no le gusta la vida que lleva pero que no se atreve a cambiar por temor a ser rechazada… ¿Qué te parece Leonor? Amiga mía, esa no soy yo, y tú lo sabes. Estoy zumbada, ese es mi problema, pero no soy ese esperpento de Valle Inclán que aparece el espejo de psiquiatra ¿A qué no?
En el fondo Leonor, me siento ofendida contigo. ¿De verdad, me ves tan loca para recomendarme un psiquiatra? Yo a ti te veo bastante peor que yo, y sin embargo jamás osé mandarte a un loquero. La vida que llevamos es un poco deprimente, pero sólo un poco; el día debería tener al menos veintisiete horas, sabes que nos falta tiempo. Estamos constantemente corriendo, de bus en bus. Llegas a la oficina, una mesa cargada de papeles y un jefe con la intención de joderte el resto del día. En la hora de comer, no comemos; hacemos la compra, que si huevos, pan, fruta, desodorante, papel higiénico, parece que nuestros hijos tienen diarrea a todas horas pues anda que no gastan celulosa… Terminamos la jornada laboral y corre que te corre a una reunión en el colegio de tus hijos. Anotas las palabras del profesor, del psicólogo infantil; en el autobús atestado de gente, vas interiorizando todo lo que te han dicho. Llegas a casa, lavadoras, deberes de matemáticas, cenas, imprevistos y cuando al fin te quedas sola para poder recobrar el equilibrio que perdiste, te has quedado dormida en la silla y abrazada al muñeco de peluche en vez del hombre de tus sueños.… Leonor escúchame ¿En ese maratón tenemos tiempo para pensar? Nooooo, porque cuando estás a punto de hacerlo, te acuerdas que tienes la cuenta del banco en descubierto y te pasarán el recibo de la luz y allí no hay ni un mísero euro. Esa sensación de desamparo te produce insomnio, y al día siguiente te levantas con ojeras, de mal humor y lo que es peor: desequilibrada…, y no te he mencionado el asunto de los globos, tan proclives ambas; eso sí que es de estudio. Vamos a ver, ¿de qué nos sirve ser cirujanas de los actos ajenos? Para nada Leonor, para nada. No nos aporta otra cosa que mosqueos, deprimirnos, pensar lo mala que es la gente y lo idiotas que somos tú y yo. Claro que… ¿Y si nos cargamos al resto del mundo y nos quedamos solas? No, no es buena idea, nos aburriríamos.
En fin, como veras Leonor, te he hecho un balance frío y calculado; esto que nos pasa, en tu caso mucho peor, insisto que lo tuyo es más grave porque te dedicas a descuartizar cada palabra que dice cualquiera que pase por tu lado, sea el frutero o tu pareja, y de paso me contagias. Tía, que eso lleva mucho tiempo y no lo tenemos. Como te decía, esto que nos sucede no lo arregla un psiquiatra ¿Quién entonces? No sé, si tuviera tiempo para pensar te lo diría.
Quizá la solución estribe en que tú me digas lo estupenda que soy, y yo te diga lo maravillosa que resulta tu sonrisa en un día nublado. Es más barato, acrecienta nuestra autoestima y quizá…, cuando seamos viejas, hayamos logrado aceptarnos como somos ¿Qué te parece?-Ya.
¡Mierda! ¡Maldita sea mi estampa! ¿Qué he hecho para merecerme esto?... Se ha cortado la llamada. Llamaré a Daniela, seguro que me da una respuesta.
-¿Daniela? ¿Te he despertado? Soy Leonor. Si te cuento lo que me ha pasado, te caes de la silla. El caso es que… ¿Daniela? Ya estamos, como siempre hablando sola, se cortó el teléfono ¿Cuántas veces le habré dicho que se compre uno nuevo? Miles… Y ahora volver a empezar, a contarle todo, y eso no es lo malo. Lo peor es que esté de mal humor, y cuando está así, se queda sorda y me dice que no oye, que si no le cuento las cosas… Decididamente, voy a dejar de pensar. Mañana mismo me voy a un psiquiatra.


P.D. Dedicado a todos los locos, estresados y zumbados. A todas esas mujeres que tratan de ser “Superwoman” y, al final, son simplemente, seres humanos, con vicios y virtudes, que sienten y padecen… que están vivos y que calladamente piden… una sonrisa.

2 comentarios:

José Antonio Illanes dijo...

¿Qué poco, verdad? Una sonrisa. Una simple sonrisa puede curar un ataque de estrés. Todos podríamos ser psiquiatras si nos lo propusiéramos.
Y hablando de tu cuento, tu personaje tiene mala suerte, hay que reconocerlo, así cualquiera se estresa. ¿Mira que cortarse los teléfonos siempre en lo mejor?
Y apuntas una moraleja que es una verdad como un templo, y es que la mayoría de los que quieren ser lo que no son, al final hasta charlar con otro ser humano más de media hora termina costándoles el dinero.
Un fuerte abrazo y sigue conservando la cordura.

José Luis López Recio dijo...

Hemos ceado una sociedad en que no tenemos tiempo para las cosas más importantes, para relacionarnos, antes la gente, por las noches, sacaba las sillas a la puerta de casa y se reunian con sus vecinos en largas tertulias en que repasaban la vida de todo el mundo, la polítuica nacional y mundial y por si fuera poco, los propios sentimientos.
Saludos, me ha gustado el ritmo que le has dado al relato, hastrasladado a la lectura esa prisas que hay en la sociedad.