sábado, 19 de septiembre de 2009

TRIGALES DE HORMIGÓN

Una forma de entrar en tierras castellanas es llegar a ellas en tren desde la capital del reino. Con ojos despiertos, avispados en diseccionar sensaciones, y mirar a través del ventanal cómo el paisaje se funde desde Ávila hasta Valladolid… Les aseguro que podrán ver la puesta de un sol macizo en sus enseres, tan espectacular, como las inmensas tierras con pueblecillos perdidos en la planicie.
También, podría empezar diciendo a los lectores que a mí me gusta mi tierra en cualquier versión… Y, lo tremendo, es que es la verdad, hasta cuando el calor achica las ideas y has de remojarlas en la ribera del Pisuerga, un río, a veces, demasiado sucio y contaminado por la mano oscura de la ambición y la desidia.
El otoño es dorado por estos pagos de Dios, las choperas se desnudan al sol que se enmudece y cubren el suelo de oro y grana. El pino mira impertérrito el tintinear de la hoja caduca; al pinar le da igual, bastante tiene él con no dejarse desforestar.
El invierno es crudo, la humedad del río se mete en el alma, pero crea una atmósfera encantada donde la niebla recrea la imaginación de los lugareños.
La primavera en la viña es hermosa como los cerezos en flor decorando alguna parte de una inhóspita autovía… Y, aquí viene la cruda y triste realidad porque, quizá, por el amor a esta tierra recia, hosca en el gracejo y cuyo silencio es digno de escuchar por austero e inexorable, me duele su paisaje trepado por la fiebre urbanitas. No hacen pueblos de casas con tejados a doble vertiente y teja clara. Calles de ventanas floridas y campanario para un cigüeñal; no, son setas pareadas o rascacielos en la nada, en mi estepa castellana… A vista de pájaro torcaz, es un suicidio con nombre de ladrillo y aroma a dinero, ¡si no hay gente para morar tanta seta pareada!… Lástima tener que decir que los alrededores de Valladolid ya no son campos extensos donde recrear los sentidos, sino masas ingentes de hormigón prensado, colmenas hacinadas donde, supuestamente, vivirán personas. Trigales suplantados por edificios donde se les olvidó plantar el frescor del verde y es el asfalto quien decora esas cárceles humanas; vamos, que no hace falta ir a la costa para ver crímenes urbanísticos.
Hay cosas que se me escapan al entendimiento: Acaso, ¿está reñida la belleza con la construcción?, ¿es necesario masacrar la tierra aledaña a la gran ciudad de esa forma tan ausente de estética y respeto al medio natural?
Temo las modas por torpes, incultas y olvidadizas. Por asesinas del espacio sin pudor… Y, así se crean superficies anodinas, sin rastro de un sello de identidad que las distingan del norte o del sur.
Me piden que hable de mi tierra y he de cerrar los ojos para sumergirme en ella…, porque cada vez es menos ella y más la otra, donde no hay siembra ni llanuras para perder la vista en ellas. Ni siquiera el aroma a pueblo, a pueblo de verdad en aquellos eneros de matanza y huevo frito… Y me pregunto, ¿Ustedes creen que esto es el progreso? Señores míos, mientras el alma y la mente no estén al abrigo de una naturaleza sana que alimente el quehacer diario, que alivie los sentidos en belleza, me temo que el hombre estará abocado, sin remedio, al ocaso.

El tiempo corre, galopa por la vega y no perdona al torso, talle, sustancia y materia de esta tierra llamada Castilla.
Pero, a pesar de eso, la amo por ser mi raíz de vida, por dejarme olvidar el ruido de la gran ciudad por las calles estrechas y tortuosas de Simancas. Edificios blasonados, diminutos balcones poblados de geranios y mirando a la vega de un río constante mientras pienso que “nuestras vidas son los ríos / que van a dar en la mar…”

5 comentarios:

calamanda dijo...

¡Hola! Tienes toda la razón y así
pasa ya en la mayoría de las
ciudades.Lo mejor es guardar el
recuerdo, pero qué lástima para
los que vienen detrás...para mi
todavía serán Valladolid, Ávila...
Castilla... ¡Bellísima!

Bello texto.

Un abrazo.

José Luis López Recio dijo...

¡Estupendo alegato contra la contrucción avara!
En el Colegio de Arquitectos deberían dar alguna asisgnatura sobre historia de la arquitectura; no pararse tan solo en los grandes arquitectos, sino en el modo de construir de cada lugar y la importacia se saber diseñar sin dañar el entorno.
Estoy totalmente de acuerdo, si estás en un barrio como el que describer, te sería imposible saber si estás en Granada o en La Coruña. Son todos iguales; les falta la personalidad, el arraigo.
Un abrazo.

José Antonio Illanes dijo...

Qué bueno, y cuánta razón. Creo que escribir un libro de viajes hoy día por los lugares que no hace mucho uno conoció, es una tarea casi imposible de realizar y de disfrutar.

misticaluz dijo...

Amiga, Con un poquito de tiempo y dedicación a ello, paso a leerte y a disfrutar de tus escritos.

Como siempre un gustazo para mis sentidos el visitarte.

Recibe un relajante y cálido abrazo para tu ser.

Beatriz

Máximo Cano dijo...

Me gusta leerte. Intento aprender de gente como tu.

Saludos