jueves, 11 de febrero de 2010

AL SOL DE UN DICIEMBRE

Puerto Banús.6 de diciembre, 2005


Querida Alba:


Qué sensación más rara he sentido al ponerme delante de una cuartilla. Me decía: “Ána, eso ya no se lleva. Deja estas ideas trasnochadas y románticas y cruza al bar de enfrente, tienen Internet”. Pero si vieras este café desde donde te estoy escribiendo, te comprenderías. Aquí como allá se finge la necesidad de una cerveza fresquita; una forma de pasar el rato. Es más, el camarero, un hombre añoso y desdoblado en arrugas perennes, no apura mi inexistente consumo. Así yo puedo permitirme la licencia de olvidarme en desencuentros mundanos, en pensamientos caducos.

En estos tiempos de cólera, aún cabe el loor del silencio y la amistad. Nuestro mundo goza de mala salud, es verdad, pero a veces nos regala destellos de momentos placenteros.

¿Sabes? Se nota que llega el invierno aunque el termómetro se ancle en una cifra constante. La algarabía de la luz duerme aunque, si conocieras esta tierra, te sorprendería por su resplandor.

Viajé lejos en busca de la calma, esa que se me resiste con la vida que me he impuesto. Harta de dictaminar y ser juzgada, de querer llegar y no abarcar. Desear complacer y no rematar…Y la encontré, como siempre, en el Mediterráneo templado. Tan plata y luz, que tus ojos se ciegan al constatarlo.

Venía de las nieblas y las incipientes nieves, y el astro rey me sorprendió con su calidez, sus gentes crecidas en estas tierras con sabor andaluz de gazpacho y “pescaíto frito”.

Las calles de Marbella son una delicia. Un enjambre de estrecheces ensortijadas, pulcras y, en esta época, parecen sacadas de un cuento por sus adornos navideños.

El paseo marítimo es kilométrico, lleno de terrazas y chiringuitos. Por él, poco más y llegas andando a Puerto Banús-como a tres kilómetros- sin dificultad, gozando aún más porque apenas hay gente, sólo silencio y mi “yo” pensando en que hago con mis horas.


El domingo comimos en casa de Rocío. Le llevé una flor de pascua y vinos de tierras castellanas para regar la sabrosa paella.

La casa está enclavada en una montaña, rodeada de un campo de golf y al fondo la mar serena de nuestro Picaso malagueño. La edificación es andalusí, hermosa de veras.

Su hogar es como ella: lleno de chismes, de historias que hablan solas, recuerdos del pasado, amores del presente, futuros sin escribir… y, entre palabras pausadas de recuentos y desengaños, dos perros juguetones enredados a nuestras piernas que aún hicieron más entrañable el encuentro.

Nos tocamos con las manos, nos abrazamos para sentir cerca el calor de la amistad, para constatar que no sólo somos letra y nos digimos adiós…


… Y entonces, surge el milagro: sonríes desde dentro a la vida en un cálido sol de diciembre mientras el silencio es roto por el ladrido lejano de un perro, la voz de un hombre desconocido que te saluda, el brotar de la mar al llegar a tierra que hace de ese silencio aún más placentero y deseado.

El sol, vestido de plata, calma la tempestad de mi corazón en constante zigzag de nervios que invaden los minutos de esta vida mía.


Alba, te quería contar estas minucias porque sé que, más que nadie, las entenderías y, sobre todo, comprenderías mis ausencias, los silencios dañinos que entorpecen a veces nuestro calor mutuo.

He vuelto a casa dando gracias a “mi Dios”, tantas veces reprochado, por haber sido capaz de rozar la sensibilidad de instantes únicos e irrepetibles.


Ahora te dejo, me espera el después más incipiente…


Ana

5 comentarios:

Miguel Angel Lorenzo Garcia dijo...

Nada mas comenzar a leerlo, me transpotó a las Tertulias del cafe donde nos reuniamos, y cada cual en papel traia una llave escrita para hacer volar la imaginación. Algunos con una intensidad tan real, tan viva,que tenias al alcance todas emociones, las sensaciones y vivencias. Gracias por esa llave que lleva a un buen recuerdo.
Como siempre magistral

Juan Antonio ( Amaneceres mios) dijo...

Como se que quieres a Andalucia ,Andalucia tambien te quiere a ti y se deja comentar por tus palabras para embellecerse aun mas.He podido oler el adobo del pescaito malagueño,la mar casi me salpico y el viento de la costa me araño la cara con la arena mientras caminaba a Puerto Banus.Incluso he podido ver uno de esos yates irrepetibles...
Como siempre ,un tesoro.Aprendo tanto de lo que escribes.
Un beso

ALBINO dijo...

Al leerte, sobre todo en el primer parrafo, a pesar de estar escribiendo con un ordenador, me vino a la memoria del Café Gijón de Madrid, las cuartillas, el lapicero o la pluma estilografica Parker (cuando me la regalaron, porque mi economía no daba para tanto)y esas cartas que unas veces tenían destinataria y otras eran solamente para dar rienda suelta a mi ilusión bohemia.
De la segunda parte, es decir, de Marbella, prefiero no guardar recuerdos porque allí fui un niño pijo que aborrezco.
Un beso

JULIO dijo...

SOY YO QUIEN TE DA LAS GRACIAS A TÍ POR DEJARTE LEER.

ME GUSTA EL MAR, LA COSTA, EL SOL, LA PLACIDEZ, LA ESCAPADA DE LO RUTINARIO Y LAS AVENTURAS EN RUTA. EN RESUMIDAS CUENTAS, LA VERDAD A SOLAS Y CON MIS REFLEXIONES. HUIR NO ES ESCAPAR: ES RECARGAR BATERÍAS.

¿POR QUÉ TE DIGO TODO ESTO? PORQUE ES LO MEJOR DE TU RELATO; ES LO MÁS SENTIDO Y SINCERO. POR ESTO, PRECISAMENTE, NO REQUIERE SER MEJORADO.


CONGRATULATIONS!


UN BESO, ESCRITORA.

José Ignacio Lacucebe dijo...

Todavía la vida "nos regala destellos de momentos placenteros".
La mesa de mármol en la esquina de un antiguo café, un camarero cerca de la jubilación adornado con pajarita negra, unas cuartillas, una pluma y un sueño.
Hasta pronto.