miércoles, 17 de marzo de 2010

TENEMOS QUE HABLAR

Hoy he tenido un día muy malo, el peor de mi vida; me han suspendido sociales por mis faltas de ortografía. Doña Maruja, la víbora, apodada así por ser un reptil que va silenciosa espiándote los actos, las miradas... Se arrastra sin que te enteres hasta que saca los dos dientes huecos que inyectan el veneno dejándote seco en el instante…

No me gusta el colegio, odio estudiar y mis compañeros son falsos, pelotas y chivatos.

Estábamos en clase de la pitón, sor Cipriano, y se me ha ocurrido, en el aburrimiento que me abotijaba, tirar aviones de papel; Luisito, el gilipollas de turno, ha dicho: “Hermana, Jaime nos está molestando a todos” En ese momento ha entrado la víbora y, oyendo todo, me ha comunicado: “Jaime salte fuera, tenemos que hablar”
Allí nadie ha hablado conmigo y me he pasado casi dos horas tirado como un chicle; con ganas me hubiera tomado una mierda de esas que preparan en el parque a base de Coca-Cola con alcohol. Veo a estos imbeciles que con una que se tomen, olvidan todo… Eso es lo que hubiera querido yo. Todos salían de clase y me dedicaban miradas despectivas… tampoco ellos han hablado conmigo ¿Acaso son mejores que yo? Que yo sepa, ellos hacen cosas malas: mienten, roban en los grandes almacenes CD que yo tardo siglos, como un idiota, en ahorrar para comprar uno sólo. Se emborrachan como cerdos y, cuando pierden el control, meten mano a las tías. Se mofan de los débiles y fuman mierdas que les hacen levitar… eso sí, llegan al colegio con cara de angelitos, pulcros y estudiados. ¿Eso es lo que quieren los mayores? ¿La verdad o la mentira pintada de hipocresía?

Ya, en clase, la víbora me ha hecho poner de pie y, dejándome en ridículo, me ha llamado analfabeto por las faltas de ortografía, vago por los nulos conocimientos y guarro por mis melenas mal peinadas… ¿Eso era lo que teníamos que hablar? He cerrado los puños y aguantado el chaparrón… quería llorar, me encontraba solo pero he esperado para llegar a casa.

Me he encerrado en la habitación, mi cueva secreta; he mirado las paredes atiborradas de cursiladas que ha ido poniendo mamá y me han dado ganas de tirarlo todo… y así lo he hecho. He pisado con todas mis fuerzas la foto que tanto le gusta a mamá; estoy como un memo chupando un caramelo. ¿De verdad soy ese mermado que aparece retratado? No me gusto nada, larguirucho, esmirriado, narizotas, los labios gordos como un chorizo y ¡Dios!, qué dientes de conejo.
He tirado al suelo todo con fuerza y saña… de verdad que me he sentido mejor… sólo he dejado mis legos, las construcciones que me hacen olvidar lo que no me gusta. Repollo, mi mascota, me mira con sus ojillos de oso travieso y le abrazo; es el único que me entiende. Este gesto me recuerda a los achuchones que mamá me daba hasta dejarme sin respiración… Los echo tanto de menos, pero se los prohibí, eso es de niños, además, me sentía fatal que me gustaran y más si estaba delante del “sopla tubos” de mi hermano mayor… no aguanto a ese cretino de risa fácil y pelo engominado.

He sentido que la puerta de mi cueva se habría de golpe: mi padre, el nazi de la familia; por decreto ley se hacen las cosas y, para colmo, me dice: “Jaime tenemos que hablar” ¿De qué voy a hablar con este desconocido si lo único que hace es vocear y mandar?

Me he acordado de Pedro ¡Qué mal lo estoy pasando! Le conocí en unas convivencias el verano pasado; era tres años mayor que yo y, de todo sabía y de todo hablaba. Un tío legal como pocos, honesto, sincero, simpático… Cuando volvimos, me dio su teléfono por si alguna vez quería quedar con él, pero mis padres me llevaron a la mierda de la playa, como todos los veranos. Me encontraba tan distinto, que mis amigos de la infancia, me parecían no sólo perfectos extraños sino, además, unos pardillos… me aburrí como una ostra. Al volver de vacaciones, le llamé, salimos varias veces ¡Me encontraba en el cielo! Era la persona que me entendía, la horma de mi zapato, como dice la abuela Pura. Retumba en mi cabeza una frase suya: “Tu edad es como la noche, un mundo de claroscuros que invita a expresar lo que te pide el alma”… de esta forma me hablaba Pedro.

Un día me llamó a casa y cogió el teléfono “el pelos planchados”, el tonto de mi hermano; a voz en grito me dijo “Jaime, te llama un mariconazo”… no volví a ver a Pedro; siempre se inventaba una excusa para no quedar y, de esto, hace cuatro meses.

Ha llegado mamá y contemplado muda el desastre de la cueva, de mis ojos enrojecidos… por cierto, he roto con las tijeras del pescado la ropa, tampoco me gustaba. Ella sabe, es más lista que las ratas, que algo me pasa. Mi madre es un inspector que no habla; recoge pruebas, las analiza, las estudia y luego… es imprevisible, siempre te sorprende, pero hoy su actitud ha sido para cagarse en todo, ¿sabéis lo que ha dicho? “Jaime, tenemos que hablar”
Que sepáis todos, mundo de mierda, que no quiero hablar, quiero que se me escuche.

P.D. He sentido un ruido y me he quedado agazapado entre las mantas; porque me da vergüenza, si no, me hubiera hecho pis de miedo. Al rato, he dado la luz. En la mesa he visto a Repollo, mi mascota, con un papel atado al cuello. Me he levantado y he ido a mirar.
“Jaime, sé tú mismo a viento y marea; no te avergüences ni de lo que eres ni de lo que sientes. Bucea dentro de ti; abre los ojos, absorbe lo que te rodea… elige y lo demás, déjalo de lado.
Si quieres que hablemos, que me cuentes… mamá es una cotilla que estará encantada. Te quiero hasta con los dientes sucios y con tu cabeza enmarañada”

Me da vergüenza decirlo, pero me ha gustado que mi madre se metiera en mi pellejo.

4 comentarios:

Sergio Lopez(Lely Vehuel) dijo...

.Siempre digo bienvenido cuando llegan a mi sitio, pero me siento bien llegado en el tuyo, tu blog esta muy bonito, es agradable visitarte.
Venite por Peregrino de Sabiduria a leer lo nuevo, te invito.Un abrazo,mucha luz y hasta pronto...

Juan Julio de Abajo dijo...

El horror de los horrores es la repulsa de no sentirse comprendido. Pero, ¿y que coños te importa a tí que te comprendan o no? No hay nada más engrandecedor que ser uno mismo, libre y sin ese "tenemos que hablar" que no es otra cosa que cercenarte las alas del libre albedrío. ¡A la rebeldía todos los incomprendidos y huelga de hambre al canto! ¡Estamos contigo desde ya!

He dicho.


Pásalo bonito, que siempre habrá alguien que te eche de menos...

Besos, darling.

JULIO.

www.fancyediciones.es
juan@fancyediciones.es

ALBINO dijo...

Que poca comprension hay para los estudiantes buenos y bien educados como tu personaje. Es que la escuela, el colegio y hasta la universidad, son una mierda.
Creo que hay que pasar de alumnos y profesores. O meror aun pasar sobre ellos. ¡Y pisando fuerte!

Juan Antonio ( Amaneceres mios) dijo...

Que dificil es que te escuchen y te comprendan.Dices tanta verdad en tu escrito, que me identifico plenamente.Yo vivi algo muy parecido y nadie lo hubiera contado con la sensibilidad que tu lo haces.Gracias,como siempre.