sábado, 2 de febrero de 2013

DE TRIANA A PLATERIAS


¿Qué tienes Mujer que imploras al cielo huérfano y helado? Son días fríos de candelas y hermandad más, por la calle Platerías bajan peregrinos a buscar bajo la Vera Cruz de tu manto el consuelo. Tú eres madre y, aunque llevas escondido en tu corazón el dolor y enmudeces ese grito ausente, todos sabemos que con mirarte, el consuelo de tus hijos abrazas, por eso, porque eres Madre grande y hermosa, reflejo de la mujer castellana: austera, silente, fuerte como un roble que crece con el vigor de su raza.

…Dicen que cuando calla Sevilla, habla Triana y, entre callejuelas de azahares reina La más grande, la Esperanza, la de Triana; al otro lado del Guadalquivir la encontrarás… ¡Ánimo, valientes, todos por igual! Se oye  decir por la calle Pureza mientras pétalos de rosa revolotean cual pajarillos en la noche más ilustre. Por allí camina la otra Madre, tan hermosa como la recia castellana.
Son dos madres que mecen a su hijo mientras sus rebaños, vallisoletanos y sevillanos, van tras sus pasos acompañando el dolor de esas dos Madres.

¡Al cielo con Ella! Anuncia una voz rasgada, firme, y el puente de Triana se plaga de aplausos… Después, silencio, adoración, respeto, un murmullo de pequeños pasos acompasados y mecidos por el susurrar de las aguas; transportan entre nubes de amor a su Esperanza en busca del pueblo llano que la espera con toda la gracia andaluza, que es mucha.

En Castilla, patria del conde Ansúrez, cuyos amaneceres son polvorientos cotilleos de nubles blancas a ras del suelo, y que tanto amo, por ser tierra que me prohijó cuando tenía apenas tres años mal contados. Mi corazón de niña se escribió a la Vera de su Cruz; mi casa lindaba a la de mi Madre Dolorosa. De su rostro aprendí la dulzura, el amor callado y resignado y, hoy, muchos años después, cuando mi alma se agita o mi corazón agradece, voy a sentarme en uno de sus rincones a mirarla de frente para que me dé el valor que Ella tiene, la fuerza para seguir escalando mis horas, y descubrir que dar es la más alta alegría que un hombre puede tener.

Lo mío con Triana fue un amor a primera vista, sin empaques, con descaro, llenándose cada uno de mis poros de su sobria humildad; Ella me recibió como si de toda una vida me hubiera estado esperando. Tiempo después, fíjense en lo que les digo, un buen amigo, a sabiendas de mi hondo amor por la Esperanza, me mandó en un tramo doloroso de mi existencia, agua bendita de la capilla marinera donde habita una de mis Madres. A Ella apreté mis miedos, y de Ella me llegó su luz y, así, de esta manera silenciosa a la par que de bulla se llenaban mis pulmones, comenzó nuestra historia escrita en aroma de azahar y, que cada cuaresma, cuando el sol comienza a  nutrir los tejados de primavera, vengo a su encuentro, a reposar mis huesos de soldado, cansados y desnutridos, a contar  mis tiempos del revés en la más íntima y personal comunión entre una Madre y una hija.

Se abren, pues, las puertas de la cuaresma para píos e incrédulos, escuchadme, por favor… Si es menester que en un hueco de vuestras vidas haya tiempo para mirar del derecho, del revés, de frente y de costado a estas dos grandes Mujeres, Madres de todos, impíos y crédulos, viajad a Ellas, bajad vuestras voces y abrir el corazón apesadumbrado, frío y descreído, os aseguro que notaréis el calor que solo una Madre saber dar a su hijo.

Calle Platerías, calle, Pureza, se os llena el asfalto de farolillos blandos, tiernos melocotones alumbrando la Fe, caminad, caminad sin temor, la belleza está expuesta en toda su dimensión para vuestros ojos y, si de vuestras bocas surge plegaria de Salve, cantad, cantad, no hay mayor Salve que la Marinera y la Castellana.

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