A Fermín le acaban de despedir; trabajaba en una empresa pequeña
de reparto, pero las grandes la han comido su mercado. Fue un goteo de despidos
y, el último, el de Fermín. El dueño, un buen hombre, trabajador, honrado con
su gente, hizo malabares para que su negocio no se fuera a pique. Fermín, por
no cobrar, no va a cobrar ni la indemnización que le correspondía por
veintiséis años de trabajo en “Transportes Mellado”. Camina cabizbajo
reflexionando, tratando de entender lo que ha de hacer en sus pasos siguientes.
Encima ahora que llega navidad… A su chica la despidieron en el mes de
septiembre; Natalia tuvo más suerte ya que la dieron seis mil euros y hasta el
último atraso de sus nóminas.
Llevan viviendo juntos diez años, y era ahora cuando comenzaban a hacer planes
de futuro… Los hijos, un matrimonio pasado por el ayuntamiento, un viaje de
novios a Lanzarote… Cosas sencillas que hasta ahora no habían podido por sus
circunstancias personales… Que si la madre de Natalia, que si los padres de
Fermín, el paro de los dos hermanos pequeños de Fermín, vamos, los dos
manteniendo a sus familias hasta que a principios de año los padres fueron
cayendo como rosquillas y los hermanos encontraron, al fin, trabajo en unos
supermercados. Sí, ahora era el momento, pero a Natalia se la va a pasar el
arroz porque la han dicho que con treinta y siete años es premiparañosa y a
Fermín con cuarenta y cinco sus espermatozoides no tienen fuerza. Todo esto se
lo han dicho en la SS después de once meses de pruebas y las consiguientes
esperas para los resultados.
Total, qué más da, piensa Fermín mientras camina rumbo al piso
alquilado desde hace unos meses cuando vieron la oportunidad de tener piso
propio sin necesidad de vivir cada seis meses con la madre de Natalia, o los
padres de Fermín. Una casa nueva en una barriada joven a las afueras de Soria…
Y menos mal que no se metieron a comprar casa ya que les asustaba eso de las
hipotecas. Natalia y Fermín no tienen estudios, no saben de casi nada, y tenían
miedo de que les engañaran. Gracias a ese temor ahora no tienen el apretón de
la hipoteca, pero ¿por cuántos meses podrán pagar el alquiler? De momento,
sigue reflexionando Fermín, lo mejor será que dejen esa casa y busquen una
vieja, esas son más baratas y, si no tienen ascensor, más.
¡Lástima!, se dice Fermín, que el vestido de Novia de Natalia,
comprado en segunda mano por internet, se vaya a pasar de moda, con la ilusión
que la hacía a Natalia ser la novia por un día lleno de tul e ilusión ¿para
qué? Es mejor tener los pies en la tierra porque, a los pobres, soñar es inútil
y un desperdicio de tiempo. Y ahora, ¿cómo se lo cuenta a Natalia? Fermín ha
callado sus circunstancias a Natalia. Desde que ella fue al paro, Fermín omitió
que él iba por el mismo cauce porque ella, a pesar de quedarse sin trabajo, tenía ilusión por
eso del casorio y formar familia ¡pobrecilla!, no sería él el osado que amargara
a la flor de su vida.
Fermín ya ha llegado a casa, pero se para en el portal; se
fumara un cigarrillo y subirá a rasgar la ilusión de Natalia… “Tal vez si
volvieran al pueblo”, piensa, “Allí la vida es más barata y, además he leído
que la gente vuelve al mundo rural en busca de alguna oportunidad… Acuérdate el
otro día que leíste que ingleses y chinos están comprando pueblos abandonados,
algo dejarán para los demás…” Fermín apaga el cigarrillo, lo aplasta con rabia
y llama al ascensor.
-¿Natalia?
-Sí, Fermín, estoy en el baño ahora salgo, tengo que decirte una
cosa increíble…
-¿Increíble dices? Sal y siéntate que te cuento lo mío.
-Ya estoy aquí… Fermín, Fermín, déjame hablar a mí primero,
¿vale?
-Venga, va. Dime…
-¡Estoy embarazada!- Fermín mira el rostro radiante de Natalia y
sin saber el porqué, lágrimas mudas ruedan por la cara desolada de Fermín.
-¿Estás contento?
-Mucho, mi vida, mucho… Tiene gracia, vaya pruebas de mierda que
nos han hecho para decirnos que si tú eres una cual y mis espermatozoides otros
cual…
-Bueno, y tú, ¿qué me tienes que contar?
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