En tierras de
Castilla, las fechas señalan que es tiempo ya de heladas, niebla, y ese frío
que se mete en los huesos y que no te abandona hasta bien entrada la primavera.
Un suave rumor de castañas se cuela en tu olfato. Cierro los ojos para saborear
ese instante efímero. Los aromas te hacen viajar a las estanterías más añejas
de la memoria. Allí sin ninguna dificultad reconoces momentos vividos como si
estuvieras ahora anclada en aquel tiempo que fue. Perfume de acerolas, castañas
asadas, ajo, jabón de Moussel Legrain, y galletas; esos son mis recuerdos Allí
están colocados al alcance de mi olfato, pero no está el de Azul. Una tristeza
invisible se apodera de mi memoria, Sí, en los tiempos que Azul y yo éramos chiquitas,
los extremos se alejaban sin conciliación posible. El carácter de los adultos
era así, la sociedad, también. Con lo cual perdías el aroma de tu gente. Tú
eras un niño sin voz ni voto, y tus padres rompían puentes que, cuando crecías,
habías olvidado que una vez hubo allí un camino. A Azul y a mí no nos dieron oportunidad y
nuestros caminos jamás se conocieron…
La mirada se ha
ido a la ventana, los cristales empañados afloran lo que hay fuera, pero aún
sin grados a la vista, hay un cielo de azul Blanquecino que despierta a un
nuevo día. Precisamente ha sido ese color el que me ha traído el recuerdo de
Azul. La pusieron ese nombre porque nació pequeña y azulada. Nada sé de
aquellos primeros pasos por el mundo destinado para Azul. Sin embargo, un día
de esos que nacen tuertos porque la gente, algunos, están empeñados nuevamente
en traer pasados que por su edad es imposible que los hayan podido vivir y, sin
embargo, se empecinan en deletrear aquel rencor y odio, en dilatar castas de
acomplejados sociales, me vi abocada a dejar de leer la prensa, y sin venir a
cuento un nombre se puso delante de mis pupilas, Azul García. A partir de aquel
día, Azul y yo nos encontrábamos por esos mundos de alambres invisibles.
Palabras correctas que se fueron expandiendo hasta llegar a reconocer, o mejor
saber, que por las venas de Azul y por las mías había una sangre en común.
Ha transcurrido
el tiempo, vamos acumulando momentos, escribiendo una historia llana entre las
dos. Un relato que comienza como quien dice antes de ayer, pero ya tenemos
varios capítulos escritos juntas. Me gusta esa sensación sanguínea aunque la
comunión de la sangre se escriba de roce y convivencia, no de un líquido común.
A la sombra de un
gato llamado Rocío y unas chanclas de un chino, en la habitación de un hostal,
dos mujeres desnudan sus recuerdos, sus gustos, algún secreto.
No sé qué
descubriría Azul de mí. A mí ella me asombró. Me asombró su osadía para mirar
la vida de frente y no de costado. Viuda muy joven, de repente se vio truncado
su camino; agarrados a su faldriquera, tres polluelos. Se tuvo que inventar una
autopista, pintar el asfalto, poner señalizaciones, todo. Muchos años después
aquí está con los brazos en jarra, con la determinación suficiente para que
ningun obstáculo se ponga delante de sus pies porque si osaran entorpecer su
camino, Azul sería capaz de dar un puntapié tan severo como firme. Su voz es
pausada, su tranquilidad, manifiesta. Ríe con ganas y por las comisuras de sus
labios se escapa su espíritu práctico, de rompe y rasga si llega el caso. Una
generosidad se vislumbra en ojos de caramelo tostado, su bondad te la entrega a
puñados pues para ella compartir es esencia vital.
Me gusta, sí, esa
sensación sanguínea que nunca tuve, como esa otra sensación de compartir unas
chanclas de un chino a 2€… Nuestras vidas son trenes y estaciones. Unos suben,
otros bajan. Temes perder el tren, pero si te empeñas lo alcanzarás a tiempo,
en el último segundo, pero te subirás a él y mientras dure el trayecto de
nuestras vidas, iremos escribiendo capítulos de nuestra existencia.
Azul y yo
comenzamos en el segundo piso sin ascensor en una calle de una sola dirección
en la que tocábamos el cielo con las yemas de nuestros dedos.
1 comentario:
De esas mujeres que te hacen carcajear cuando alguien llama al género femenino "sexo débil".
Publicar un comentario