jueves, 5 de enero de 2017

PAULA Y EL CONEJO MATÍAS

Me he despertado pasadas las cinco y media. La cama pesaba demasiado, el nerviosismo se adueñaba de mi persona y decidí levantar el campamento. Las ideas eran saltimbanquis en mi cabeza sin poder asentar ni una sola. Un café recalentado ha terminado de rematarme, así que he perdido los ojos por los periódicos de cabecera hasta terminar preguntándome qué de verdad habría detrás de cada noticia, qué finalidad esconderían las letras de los periodistas, a dónde nos teledirigen aquellos que supuestamente nos informan… Demasiadas preguntas en un amanecer que pinta precaución en un cinco de enero por miedo a que un loco o varios arruinen los sueños de miles de niños aprovechando la marabunta, o que una cabalgata se convierta en reivindicación secesionista y, de paso, unos cuantos reclamen coherencia cultural cuando estamos a la cola en educación y son precisamente los que reclaman, aquellos que son proclives a las verdades a medias…Mi cabeza ya es una jaula grillos, así que me decanto por una hoja de ruta en blanco, a crear una historia, igual que el que coge unos pinceles y un lienzo, o dos agujas y lana y comienza.
Necesito sujetarme a algo bueno, con esperanza, algo puro en lo que creer y de pronto me acuerdo de una promesa que hice hace unos días y me esencia se ilumina. Hoy 5 de enero, un día tan especial como mágico solo debería tener un fin: los niños.

Y mi niña se llama Paula…
Eran una tarde de navidad, de un frio que vaporizaba las ideas, sin embargo fuera, en la calle, la plaza se acababa de iluminar de luces de colores y un Tiovivo daba vueltas de ensueño a niños que reían mirando a sus padres mientras los caballitos de cartón subían y bajaban. De repente, la puerta de la tienda se abrió con energía y por ella se asomó uno de los rostros más bonitos que yo hubiera visto nunca. La cara era una luna blanca, sus ojos dos estrellas luminosas decoradas con unas gafas. Su pelo era un bosque de castaños con un pequeño lazo en un lado. Su boca, una eterna sonrisa y su cuerpecillo, grande y vital. Según entró como un huracán se fue a las estanterías de cuentos infantiles y se puso a rebuscar. Entonces pensé “Esta es la mía. Voy a manifestarme”
-¡Eh, niña! Mírame, estoy a tu izquierda-la niña se sobresaltó y se echó para atrás, pero yo insistí- Mueve el cuento de la izquierda, por favor, estoy atrapado- rápidamente la niña hizo lo que la pedí y salí medio espachurrado- ¡Gracias!
-¿Tú quién eres?-preguntó mientras me miraba con sus bonitos ojos.
-¿Yo? El conejo Matías, a tu servicio… Y tú, ¿quién eres?
-Yo soy Paula. He venido con mi madre y mi hermano y su novia a comprar un libro para la tía Carmen.
-¿Tú no lees?, ¿no crees en la magia de los cuentos?
-No-Paula me miraba muy segura de sí misma.
-Entonces, ¿qué haces hablando conmigo, para qué me has rescatado si no lees ni crees en la magia?
-Porque tú me has pedido que te sacara. Mi madre me ha enseñado que he de ayudar a todo aquel que me lo pida, y al que no me lo pida, también.
-Paula, yo soy un conejo, sólo existo en tu imaginación y tú te acabas de meter en mi cuento.
-Yo no estoy metida en ningún cuento, conejo Matías.
-Anda, ven Paula conmigo, te enseñaré mi bosque. Hay un río con peces de colores, ¿los ves? Y mira a aquel árbol, ahí están mis amigos los pájaros. Colibrí, Azulejo, Atrapamoscas ¡Ah! Mira la cresta tan divertida que tiene Carcajada…
-Son preciosos esos pájaros, conejo Matías, pero te tengo que dejar, mi madre me llama. Otro día nos vemos, ¿vale?
-Pide un sueño, Paula-dijo conejo Matías.
-Mañana vienen los Reyes Magos. Ahora mismo voy a pedirles que me traigan un conejo como tú-y Paula se fue dando saltos contando a MªÁngeles, su madre, que había estado con un conejo parlanchín.
La mañana de Reyes Paula estaba muy, muy dormida, pero algo que la hizo cosquillas es sus pies la despertó. Tenía tanto sueño que volvió a cerrar los ojos, pero un picoteo insistente en su oreja la molestó. Paula dio un manotazo y entonces escuchó:
-¡Jo, Paula, me has hecho daño!- Paula dio un salto, se puso las gafas y miró a su alrededor-Debajo de la almohada, Paula, estoy esperándote-Paula metió su manecita debajo de la almohada y encontró un paquete envuelto en un papel muy bonito con dibujos de zanahorias. Lo abrió nerviosa hasta estrellar sus bonitos ojos con un cuento “Las aventuras del conejo Matías”. Paula fue corriendo con el cuento entre sus manos hasta la cama de su madre y la gritó.

-¡Mamá en este cuento hay magia potagia!

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