martes, 18 de julio de 2017

TRES BILLETES DE 20 EUROS

Compró una docena de huevos de los cuales, cinco, llegaron rotos. La tensión se mascaba en los últimos meses y, un detalle nimio, tonto, puede ser la gota que ahoga definitivamente una convivencia…

Después de cinco años en el dique del paro, me llamaron para camarera en un club de alterne. Era abogada, quebró el bufete y me fui a la calle. Al principio pasé meses deprimida, sin querer asimilar la situación. Luego me acostumbré y me especialicé en ser ama de casa, pero desde hacía un año en mi mente no cabía un guiso más. Servía para algo más y Lucrecio calmaba mi pena con poca convicción. Así que cuando me ofrecieron ese trabajo no lo dude. Necesitaba salir de casa, sentirme útil, aunque fuera sirviendo copas y, sobre todo, tener la sensación de independencia. El sueldo era una miseria, pero me avisaron que las propinas eran un acicate.

Al poco de estar trabajando, a Lucrecio le despidieron; reajuste de plantilla, y pasó a ocupar el hueco vacío que dejé yo en casa. Como no le gustaba comenzaron las tiranteces y las presiones.

Sin embargo, yo era feliz trabajando; servía copas y daba consejos legales a clientes. Las propinas comenzaron a llover. Según me las daban, las metía en el sujetador como hacían mis compañeras.

La noche de los huevos rotos, enfurecida me fui a duchar. Lucrecio fue detrás de mí y al desnudarme cayeron tres billetes de 20 euros. El nerviosismo se apoderó de él y me llamó “Zorra”
Nos pegamos, nos insultamos y todo se acabó entre nosotros.


Desde entonces, Lucrecio es un cliente más del club. Le arreglé el divorcio y me pagó con tres billetes de 20 euros.
Somos felices y entre nosotros cada vez existe más alta tensión…corporal.

1 comentario:

Macondo dijo...

“A menudo encontramos nuestro destino por los caminos que tomamos para evitarlo” (Jean de la Fontaine).