Esto no es un relato, aunque bien lo pudiera ser,
pero es la vida misma, la cruda realidad de esperpentos que han creado ciertos
programas y los telespectadores que hemos seguido esas cadenas de televisión.
Hija de una princesa del pueblo o una princesa del
pueblo fabricada por una televisión corrosiva…
Me voy a mojar en un tema absurdo a simple vista,
aunque las consecuencias han ido mucho más allá y deprime pensar como los
medios de comunicación del “Cuore”, al menos algunos, han podido destruir a un ser humano, pero no
lo han conseguido…de momento.
Esos programas que se deberían llamar “Todo por la
audiencia” lo único bueno que tienen es, supongo, dar trabajo a un batallón de
psicólogos porque después de machacar y destripar al famoso de turno, tienen el
deber y la obligación de reconstruir, si es que se puede, la cabeza de aquel o
aquella que reclamó su minuto de fama gloriosa.
No me vale que digan que la persona X se prestó
encantada, es más, ella quería porque, ¿dónde se halla la moralidad del que
supuestamente está preparado, formado?, ¿acaso no se da cuenta que el que
pretende ser famoso no tiene los registros suficientes para defenderse de esos
buitres que le van a acosar?
Una vez dicho esto, el que lo niegue es un cínico,
en más de una ocasión he visto estos programas por distintas circunstancias.
Momentos que se pueden resumir en uno: mi cabeza llegaba tan atascada del
trabajo que me quedaba delante de la pantalla del televisor embobada hasta con
la boca abierta. Luego despertaba del estado catatónico en el que llegaba a
casa y a otra cosa mariposa.
Así pude conocer las aventuras y desventuras de
personajes fetiche de estos programas descuartizadores de personas… La Pantoja
y sus hijos, Carmina Ordoñez o Belén Esteban.
¿Qué hay de verdad en estos personajes a cuyo
producto se suben hasta la asistenta de turno que se vende como Judas? Porque
los aledaños son Judas que por unos buenos euros cuentan de qué color es el
papel higiénico que usa el destripado de turno.
España es un país de porteras, los hechos y números
cantan; yo soy una portera.
Una cosa es que se cuente que hay una fiesta, que
fulanita llevaba un traje prestado, que fulanito se murió y fue fulanita y perenganita
al entierro…, y otra muy distinta es meterse en los interiores de una persona. Claro, lo primero no vende porque no hay
carnaza ya que nos mola la depravación, las miserias y bajezas ajenas, así de
paso olvidamos las nuestras.
Todo este rollo que acabo de soltar viene a cuento
de la mayoría de edad de la hija de una famosa que ha vendido hasta su carnet
de identidad y ha hecho de ello su “modus vivendi”
Pero la madre es una cosa y la hija es otra. He de
reconocer públicamente que Belén Esteban me cae simpática, aunque ha hecho
muchas de las cosas que más odio en esta vida. Sin embargo, hay un sexto
sentido que deseo que no me falle que me dice que es una buena persona. Da de
sí lo que da, pero no hay trampa ni cartón, vamos que es igual por el derecho
que por revés y ha estado a punto de morir en las garras de su modus vivendi.
Pero bajos sus luces y sombras está su hija y su
famosa frase “Yo por mi hija maaaato” … La hija de la Pantoja es punto filipino
y no me da ninguna pena. Pero Andrea sí.
La chiquilla es poco agraciada o nada, ¿y? ¿Por eso
va a ser la mofa de todas las redes sociales? ¿Acaso tú eres tan guapo como
para estar por encima del bien y del mal? ¿Acaso tú y yo somos un dechado de
virtudes que nos podamos permitir reírnos de todo y de todos? ¡Venga ya!
Tal vez si nos comportamos como seres humanos esta
chiquilla que acaba de ser desprotegida del anonimato pueda llegar a ser una
chica corriente, con sus estudios, su trabajo…, vamos lo que todos deseamos
para nuestros hijos. Dejémosla pixelada, que ría, que corra y salte, hasta que
se coja su primera borrachera como lo hemos hecho tú y yo sin que nos hayan
sacado en la prensa, porque parece ser que la joven, sí, esa joven tan poco
agraciada lo único que quiere es vivir su vida y que la dejen en paz.
Espero no arrepentirme de estas letras porque mi vida está sellada de arrepentimientos, de recoger velas y volver al mar a navegar para posteriormente equivocarme, perdonarme y vuelta a empezar... Ya digo, estoy sellada de arrepentimientos, pero esta vez me gustaría no equivocarme con Andrea.
2 comentarios:
Tu narrativa, es clara y precisa.
Los padres hacemos todo por nuestros hijos.
Gran abrazo.
El asunto es el que es, pero tu escrito está lleno de sensatez. Se confirmen o no tus apreciaciones, no creo que vayas a tener que arrepentirte de nada.
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