Mauricio se rasca la cabeza,
luego los riñones; se ha levantado hoy demasiado perezoso o no tiene motivación
alguna por construir un domingo más con ilusión.
Se acerca a la nevera y rastrea
con la vista, no sabe qué preparar para comer. Nueces se sienta a su lado en
espera que su amo se decante por algún alimento y pille cacho de su decisión.
Mauricio se da cuenta y tira de un paquete cualquiera y saca una raja de lomo y
se lo da. El perro lo caza al vuelo y le mira agradecido pero al segundo le observa
con angustia. Es animal, sin embargo percibe que su amo no está bien. Restriega
el hocico contra el pantalón de Mauricio y este se agacha.
-Sí, Nueces, no estoy inspirado. Estoy tristón, hoy
seremos de los pocos españoles que comemos solos y a ti y a mí nos gusta la
familia, ¿verdad? Pero los chicos celebran el día de la madre con la bruja de
Manuela…Hay que comprenderlos, es su madre y la quieren, es lógico, Nueces. Que
nosotros no la aguantemos, no quiere decir que en mis hijos ese sentimiento
exista.
Mauricio suspira y se decanta por una cerveza. Se va a
la terraza y se sienta. Mira el cielo azul y piensa que hoy es un día bonito,
lástima que esté solo.
Bueno, lleva viviendo cinco años así y vive como Dios. La tranquilidad volvió a su vida después de separarse de Manuela; lo que no entiende como no lo hizo antes… Pereza, desidia, egoísmo, quién sabe. El caso es que no se entendían ni en la cama y aquel fatídico día en que Manuela le montó un número por unas nueces..., sí, se había comido unas nueces que ella iba a emplear en un guiso. ¡Vaya tontería! Pero la justa que colmó el vaso después de veinte años de matrimonio, y la mandó a tomar por culo. Así, sin más. Ella, toda soberbia, altiva y déspota, eso que la dejaran colgada, sin terceras personas ni nada, significó la guerra; una separación traumática en la que él cedió por el bien de su hijos.
Bueno, lleva viviendo cinco años así y vive como Dios. La tranquilidad volvió a su vida después de separarse de Manuela; lo que no entiende como no lo hizo antes… Pereza, desidia, egoísmo, quién sabe. El caso es que no se entendían ni en la cama y aquel fatídico día en que Manuela le montó un número por unas nueces..., sí, se había comido unas nueces que ella iba a emplear en un guiso. ¡Vaya tontería! Pero la justa que colmó el vaso después de veinte años de matrimonio, y la mandó a tomar por culo. Así, sin más. Ella, toda soberbia, altiva y déspota, eso que la dejaran colgada, sin terceras personas ni nada, significó la guerra; una separación traumática en la que él cedió por el bien de su hijos.
Total, le dejó poco más que con los calzoncillos
puestos, ¡qué a gusto!, se cogió un apartamento que a duras penas podía pagar,
se fue a la perrera a por un chucho abandonado, cosa que nunca pudo hacer
porque Manuela odiaba los perros y volvió a dormir tranquilo. Los chicos iban
todos los domingos a comer con él y Mauricio era feliz. Les ayudaba en todo lo
que podía. Incluso llegó a pensar que era mejor padre que antes.
No se echó ni amante ni novias, más mujeres, no, por
favor… Recuperó a los amigos que a Manuela, como no la caían bien, renunció a
ellos y, ahora, todos los sábados queda con ellos a tapear, a tomar unas
cervezas, ¿qué más quería? Vivía en paz, y feliz cada domingo cuando aparecían
sus hijos o entre semana le llamaban con cualquier excusa tonta. Pero hoy…
De repente, Nueces se pone a ladrar como un poseso;
llaman a la puerta. Mauricio mira el reloj y ve que marca las seis de la tarde.
Se ha dormido, no ha comido, le rugen las tripas, ¿quién llamará?
Se levanta, abre la puerta y…
Se levanta, abre la puerta y…
-¡Papi! Ya hemos comido con mamá, ¿nos invitas a una copa?
Mauricio sonríe, se le escapa la sonrisa por todo su rostro. Nueces salta entre unos y otros mientras la felicidad regresa por un rato al hogar de un divorciado.
M Ángeles Cantalapiedra
©Largas tardes de azul ©Al otro lado del tiempo ©Mujeres descosidas ©Sevilla...Gymnopédies
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