“Se tenía que ir, se tuvo que ir
mucho antes, no sé por qué no se fue…”Pensamientos en la cabeza de Isidro que
no le habían abandonado desde hacía setenta y dos horas, pero su honorabilidad
estaba en juego y eso no lo podía permitir.
“¿Para qué te ha servido el orgullo, Isidro?” “Yo he hecho bien las cosas en la compañía, no se me puede acusar de nada…Acuérdate cómo estaba la empresa cuando yo tú llegaste y mira ahora…” “Isidro, reconóceme que estuviste muy mal rodeado o no vigilaste a tu gente y el responsable eres tú… Vete, olvídate de todo esto, hazte un favor a ti mismo, sal por la puerta con la cabeza alta antes de que te echen” “Que no, que no me voy, que me echen si tienen huevos…” Maruja, su secretaria, calla, siente lástima por su jefe, sabe que es un buen hombre, pero...
“¿Para qué te ha servido el orgullo, Isidro?” “Yo he hecho bien las cosas en la compañía, no se me puede acusar de nada…Acuérdate cómo estaba la empresa cuando yo tú llegaste y mira ahora…” “Isidro, reconóceme que estuviste muy mal rodeado o no vigilaste a tu gente y el responsable eres tú… Vete, olvídate de todo esto, hazte un favor a ti mismo, sal por la puerta con la cabeza alta antes de que te echen” “Que no, que no me voy, que me echen si tienen huevos…” Maruja, su secretaria, calla, siente lástima por su jefe, sabe que es un buen hombre, pero...
Y a Isidro le echaron, sus horas
más amargas rodeado de sus árboles también caídos mientras el güisqui ahogaba
sus penas; la jauría de lobos, como así llamaba a sus enemigos y detractores,
terminaron devorándole.
En su hogar, Guillermina seguía las noticias estupefacta, incrédula, porque sabía que podía pasar, desde hacía meses la sombra de la guadaña estaba al acecho. Era una mujer inteligente, pero una cosa es sospechar y, otra, vivir tus presagios hechos realidad.
En su hogar, Guillermina seguía las noticias estupefacta, incrédula, porque sabía que podía pasar, desde hacía meses la sombra de la guadaña estaba al acecho. Era una mujer inteligente, pero una cosa es sospechar y, otra, vivir tus presagios hechos realidad.
A varios kilómetros de distancia,
en la calle Fuenterrabía, todo son felicitaciones, risotadas, abrazos y los
oportunistas hacen cola en la puerta del despacho de Genaro. Este comprime la
satisfacción, no es el momento. Sabe que ha ganado su batalla de fuego, una
conjunción de situaciones le han sido favorables y ¡sorpresa!, los hados se han
puesto de su parte, de sobra sabía que el gigante se tambaleaba, su situación
era insostenible, solo era cuestión de buscar los aliados idóneos que rezumaran
odio por el gigante. Este ya no servía a los clientes, sus ideas estaban
caducas, la empresa necesitaba algo más que un estancamiento.
Genaro ha seguido una estrategia de manual, para eso es un gran estratega de pico y pala, ha sabido levantarse cuando ha caído sin mermar sus ganas. Logró el foco de atención y aprovechó el momento. Una elección de tiempos adecuada, rítmica, a cada uno dando lo suyo… Se mira al espejo, le tiembla la mandíbula, los hombros los tiene caídos, el susto, la responsabilidad, le ahogan, pero no es el momento. Gesticula, se coloca y decide salir a dar la cara; no hay vuelta de hoja.
Genaro ha seguido una estrategia de manual, para eso es un gran estratega de pico y pala, ha sabido levantarse cuando ha caído sin mermar sus ganas. Logró el foco de atención y aprovechó el momento. Una elección de tiempos adecuada, rítmica, a cada uno dando lo suyo… Se mira al espejo, le tiembla la mandíbula, los hombros los tiene caídos, el susto, la responsabilidad, le ahogan, pero no es el momento. Gesticula, se coloca y decide salir a dar la cara; no hay vuelta de hoja.
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¡Buenas tardes! Tengo el orgullo
de poderles presentar la composición de los nuevos Caramelos Huracán que, sin
duda, no solo salvarán a nuestra empresa sino que, además, son un fiel reflejo
de lo mejor de los clientes a los que aspiro servir a partir de ahora…
A varios kilómetros de distancia,
en la calle Desafío, Isidro va metiendo sus cosas en una caja de cartón, las
mismas que trajo hace dieciocho años. Reprimiendo las lágrimas le tiembla la
mandíbula, los hombros están caídos al vacío. Se mira en el espejo, no
encuentra su imagen… "¡Va! Eso ya no importa" Se dice mientras apaga
la luz y cierra la puerta para siempre.
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