Jaime tiene treinta y cuatro años y disfruta con
la ducha desde que su madre a los nueve años le dijo “No tengo tiempo, he de ir
a trabajar. Dúchate tú solo”. ¿Cuántas veces lo puede hacer al día? Depende del
trabajo, pero dos o tres, seguro. Tiene la sensación que cuando el agua cae
sobre su cuerpo por el desagüe se va el trabajo acometido. Deportista desde el
colegio, es puro músculo. Mide uno setenta y uno, ojos de miel poblado de
espesas pestañas. De su mirada rezan las malas lenguas que hipnotiza y seduce,
pero esto último lo hace con su desparpajo, naturalidad y simpatía. De aspecto
elegante y discreto cuida su imagen al milímetro, igual que su mente que la
depura. De hecho cada día dedica como mínimo un par de horas a su cultivo y
equilibrio. Para ello el yoga le es fundamental, después la prensa, economía,
arte e historia, hace el resto, y un par de días tiene clase de inglés con su
amiga Buffy, una inglesa asentada en España desde hace siete años; sus clases
de idioma son pagadas con amplios retozones en la cama.
martes, 4 de febrero de 2020
EL ESCORT COMPLACIENTE
Jaime no tiene familia, vive en
el barrio de la Concepción de Madrid, un tercer piso heredado de su madrina.
Humilde piso decorado con un gusto exquisito. Las vecinas le adoran por su educación y belleza y los vecinos le
admiran como le envidian; es un punto histriónico en un barrio tan humilde ver
salir en esmoquin a un vecino o irse de viaje con maletas de Louis Vuitton pero…, así es Jaime.
Estudió Historia del Arte para
nada o para mucho, depende como se mire. Al año de haber acabado la carrera,
sus padres se mataron en un accidente de coche; tuvo que renunciar a la
herencia porque todo eran deudas. Sin casa, sin trabajo, se fue a vivir con su
madrina, doña Engrasi, viuda y catalana
de pura cepa viviendo en Madrid por amor toda su vida y en el barrio de la
Concepción. Aprendió catalán para hacerla feliz y lo que en un principio le
pareció una pérdida de tiempo, el tiempo le hizo comprender que de inútil nada
pues ahora su trabajo casi siempre era el puente aéreo Madrid Barcelona.
Una noche, después de haber
estado dando tumbos buscando trabajo, se pasó por Blazer, un lugar de copas. Se pidió un par de
tequilas para ahogar su frustración, cuando oyó a su lado una voz que se
dirigía a él.
-
¡Qué hermoso eres! Pareces un
Apolo. ¿Me acompañarías a una fiesta?
Jaime se volvió hacia ese acento
hispanoamericano y vio ante sí a una mujer entrada en años, de aspecto cuidado.
Se puso a hablar con ella, ¡qué mujer más culta! Se pasaron la noche charlando.
Ella acaudalada viuda venezolana viajaba por Europa. Al final, cuando ya
amanecía, ella le ofreció que le pagaría una buena suma de dólares si le
acompañaba no solo a la embajada francesa a una recepción en la embajada
francesa sino, además a recorrer Italia. Dicho y hecho, así comenzó su carrera
de Escort –“Persona que actúa
como acompañante remunerado, es decir, alguien a quien un cliente paga por
acudir con él o ella a reuniones, fiestas, salidas a otra ciudad, etc. con estudios, y capaces de
ofrecer interesantes conversaciones La contratación puede
incluir o no sexo”-
Jaime lleva nueve años en este negocio. No pertenece a ninguna agencia,
va por libre y cobra quinientos euros la noche y en efectivo. Su tapadera es
ser modelo y su book es solicitadísimo por las mejores agencias; su último
trabajo para la revista Esquire y GQ le ha lanzado al estrellato efímero como
el gentleman más deseado del momento.
Pero él sigue feliz viviendo en el Barrio de la Concepción de Madrid, su
verdadera esencia, donde, cuando llega y después de una ducha, vuelve a ser
Jaime, el de toda la vida con un único sueño: ser marchante de arte algún día.
Jaime baja las escaleras rociando cada recodo de Esencia de Loewe, con
los pies pegados al granito limpio de su humilde y verdadera vida.
M Ángeles
Cantalapiedra, escritora
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