lunes, 8 de febrero de 2010

CINCO HOMBRES Y UNA MUJER

Yo era una buena mujer. Lo juro. Aunque si volviera a nacer, estoy convencida de que estaría dispuesta a cometer los mismos errores. Por mis venas corre esencia de mujer, no de las de ahora que son más listas que los conejos, sino de las de antes: abnegadas, proclives a la anulación machista, dedicadas en cuerpo y alma al bienestar de la familia. Linaje que te chupa la sangre y, un buen día, despiertas hallándote más seca que la mojama.

Me casé muy jovencilla con el rico del pueblo. Un viudo que, según mi madre, era honorable con tierras, arcas llenas y un hijo de corta edad, Salustiano. Aquel hombre, Ubaldo, me daba asco, pero me enseñaron a obedecer y mis sueños poco importaron a nadie. Las noches eran un tormento cuando la potencia del macho desbocado caía sobre mí. Me salvaba aquel niñito desvalido que pronto sentí como mío. Compartió teta con mi primer hijo, Genaro, un cabrón como su padre.


En una de las romerías de los pueblos cercanos, vete tú a saber qué hizo mi esposo que volvió a casa borracho y me contagió una extraña enfermedad. Me quedé embarazada. A punto estuve de morir, ¿por qué Dios no se apiadaría de mí, muriéndome en aquel momento? Me hubiera ahorrado muchos sufrimientos. Nació una criaturita débil, retrasada, mi pobre Paquito.


Desde aquel parto, no volví a recuperar la salud. Mi marido me repudió y a trancas y barrancas, tiré de aquella familia. Los años pasaron y todo fue de mal en peor. Ubaldo a penas paraba en casa y, cuando lo hacía, era para armar bronca. Una noche, Salustiano, lleno de moratones por la paliza propinada por su padre, cogió una escopeta de perdigones y le frió. Genaro, al ver el cuerpo de su progenitor tendido, cogió el hacha de cortar leña y se abalanzó sobre su hermano.


Malvendí las tierras y me fui de aquel lugar con Paquito. Cuando se nos acabó el dinero, me puse a servir. Gano lo suficiente para los dos y un buen hombre, Ceferino, me acompaña a dar paseos alguna tarde; nunca traspasará las puertas de mi casa. No quiero más hombres en mi vida.


Dormíamos en paz hasta hace poco. El temor ha vuelto: Genaro ha salido de la cárcel y he oído que me asesinará si me encuentra… quizá le mate yo antes.

6 comentarios:

bety dijo...

Me ha gustado mucho tu relato,he llegado a esta página por mediación de un amigo y prometo ser una fiel seguidora.

ALBINO dijo...

Un relato muy bien escrito, pero para llorar.
Se aedvierte tu calidad de narradora.
Besos

Juan Antonio ( Amaneceres mios) dijo...

Maravilloso pero duro y rural.Transmites tu estado de animo por tu inmensa pluma.Besitos escritora.Me recuerda la matanza de Puerto Hurraco.

Anónimo dijo...

Un relato brutalmente hermoso... de esos que se leen con el alma en las manos.

MarianGardi dijo...

Cuanto han sufrido las mujeres en la historia subyugadas al macho.
Estos relatos aunque parezca que no, ocurren hoy en día.
Tù lo cuentas en primera persona y te metes dentro del personaje.
Muy bueno me ha gustado tu relato.
Besines mi querida Angel

José Ignacio Lacucebe dijo...

Terrible situación la que se desliza en tu relato.
Sitúas a tu personaje en un tiempo pasado pero aún hoy se repiten maltratos y sumisiones.
Mujeres sumisas, dependientes, sin presente ni futuro.
Un saludo