miércoles, 22 de diciembre de 2010

PEQUEÑAS ESPERANZAS

Está lloviendo de tal manera que las calles comienzan a ser riachuelos en búsqueda rápida de un destino. Isabel se refugia en un portal y echa mano con él la cara y vuelve su búsqueda al bolsillo derecho. De sobra sabe que tampoco va a encontrar nada, sin embargo no pierde la esperanza del milagro de última hora. Así ha transcurrido siempre su vida, al borde del precipicio y, en el último instante ocurría lo inesperado y volvía a empezar, siempre a empezar. Nunca le ha faltado el ánimo, más desde que murió, Damián, su marido. Mala gente, peor marido y padre. Desde entonces cada noche se metió en la cama, aún con el estómago muchas veces vació pero tranquila, con esa paz que se siente del deber cumplido. Isabel ha sacado adelante a sus tres hijos, se sentía orgullosa de ellos. Buenos chicos trabajadores y honrados… hasta que llegó la crisis hace dos años y comenzaron los despidos. El primero fue Arturo, el mayor y el más débil; luego Ramiro, pero Isabelita, la hija pequeña y ella misma siguieron limpiando casas, cada vez menos hasta que… Su mundo femenino, ese bastión que tiene toda mujer para aguantar tormentas, truenos y rayos, se desvanece. Cada vez menos esperanza. Ella no fue de pedir, pero tuvo que solicitar que la fiaran en el supermercado de Felipe, en la carnicería. Ellos jamás preguntaron nada; la daban lo que pedía, pero llegó un momento que las deudas la ahogaban y su conciencia no le permitía pedir más. La cortaron la luz, luego el gas. Más tarde el agua… Arturo, que en el fondo se sentía el cabeza de familia, aceptó cualquier trabajo, hasta los más sucios. Todo ocurrió muy deprisa, piensa Isabel mientras mira como llueve. Son sus propias lágrimas las que caen del cielo… Arturo se juntó con gente de pocos escrúpulos siendo consciente de su declive pero engañando a su madre para no hacerla sufrir. Un buen día, antes de amanecer, llamaron apresuradamente a la puerta. Tantos golpes aporrearon a la puerta que les sacaron de un sueño frío. Era invierno y ni las mantas calentaban el aliento. Cuando abrieron se encontraron a la policía.

Enterraron a Arturo al día siguiente al mismo tiempo que Isabel se enteraba cómo había muerto su hijo en un ajuste de cuentas; ella hubiera puesto las dos manos en el fuego sabiendo que nunca se quemaría porque sus hijos eran de lo mejor. Sin embargo, desde entonces, un mes atrás, la escocía todo el cuerpo mientras su corazón sangraba de pena.

Isabel se ajusta el abrigo y dentro de él derrama nostalgia, penas mientras sigue lloviendo ahí fuera.

Un señor pasa y la mira. Ella siente que los ojos varoniles la miran con admiración. Sí, no lo puede negar, aún conserva la belleza de su juventud y ese porte que hace de quien lo posee en una dignidad y elegancia innatas. Pero lejos de consolarla, a Isabel la entristece más porque para pedir limosna hay que poseer espíritu de indigente y ella no lo tiene aunque detrás de su máscara sus tripas rujan enfurecidas.

Sigue lloviendo pero más suave. Isabel estornuda por la humedad sin embargo sale a la calle. En una papelera hay un paraguas roto; lo saca y lo abre. Al menos algo tapa, piensa mientras se encamina a la Iglesia de San Justo. Pronto habrá misa de doce, es domingo, Nochebuena. Tal vez hoy tenga suerte y caigan algunas monedas de los feligreses; es navidad y a la gente se le pone el corazón más tierno.


Isabelita y Ramiro se acercan a la iglesia de San Justo a recoger a su madre; vienen contentos. En un supermercado cercano han sacado mercancía caducada; han llegado a tiempo.

Isabel ve llegar a sus dos cachorros. Sonríe y piensa que aún la queda lo más importante. Tal vez mañana su suerte cambie y pueda tejer su próxima esperanza, piensa, mientras abre sus brazos para alimentarse del amor de sus hijos. Hoy es Nochebuena y tendrán algo que llevarse a la boca… ¡Maldita crisis!

8 comentarios:

ALBINO dijo...

Enj efecto, maldita crisis y los efectos que causa en las personas mas jovenes, que no tienen empleo, que de vez en cuado encuentrasn una chapuza, que comen lo sobrante de los supermercados.
Y lo pero, lo que le pasó a Isabel, la muerte de un hijo en esas circunstancias que no hubieran sucedido si la vida fuera normal.
Me da pena esta mujer porque pudiendolo tener todo, ahora no tiene nada.
Deseo que al menos, conseerve la esperanza.
Como dice Machado y canta Serrat: "Todo llega y todo pasa...."
Un beso y felicidad

calamanda dijo...

Estimada amiga: Te deseo Feliz
Navidad y un próspero Año Nuevo 2011,que se cumplan todos tus deseos y que no dejes de escribir.

Un fuerte abrazo.-

Perlita dijo...

Hola,Mª Angeles. Un emotivo relato y...yo he presenciado cómo gente de la llamada bien, recogía alimentos en la trasera de Alcampo...¿Hasta cuando?
Feliz año. Un abrazo, Carmen Sabater.

Juan Antonio ( Amaneceres mios) dijo...

Querida amiga te deseo una muy feliz navidad y que el año 2011 este lleno de paz y amor para ti y los tuyos.

misticaluz dijo...

Hola guapisima!!

Siempre un grato placer el pasar a vistarte!!
Que en este año que comienza, se cumplan tus mejores sueños. Deseándote lo mejor, recibe el año nuevo 2011 con salud, fuerza, ilusión y mucho Amor.

Feliz 2011

Un fuerte abrazo!!!
Beatriz


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MARU dijo...

Querida Mari Angeles.
Sin duda, acabas de contar, con mucha maestría, la historia de muchas familias de este y otros países.

Sin duda, historias que han aumentado, a consecuencia de la crisis de toda índole que padecemos.
Pero historia que siempre han estado ahí.

Esta crisis es como las catástrofes.
Son noticia de portadas de periódicos, de comentarios en los periódicos en la radio, en la TV.,
pero que cuando se pase, parecerá que hayan desaparecido todos los desgraciados de la vida...pero ahí seguirán...

Enhorabuena, u relato magnífico.
Un abrazo

JAVIER AKERMAN dijo...

Desgarrador relato, querida Mª Ángeles.
Te deseo feliz 2011.
Besotes.

Liliana G. dijo...

Terrible relato, M. Ángeles, se me ha estrujado el corazón, niña. Que nunca muera la esperanza, es el motor de la vida.
Las circunstancias cambian continuamente, levantarse y seguir camminando a pesar de todo, es la consigna.

Un beso muy grande y... ¡FELIZ 2011!