Madre dice que debo meterme en los zapatos de la gente para
poder entender a mi prójimo, pero es que hoy nadie se mete en los míos y sólo
escucho bufidos de unos y otros; estorbo a mi madre, a mis tías, a mis hermanos…,
claro que a mi padre seguro que no, soy su ojito derecho, nada me consiente,
pero todo me da después de que me lo haya ganado, eh… Sí, pero no está. Bajó a
Sevilla por asuntos de papeleo y aquí estoy sufriendo el maltrato ajeno. Bueno,
soy un poco exagerada pero es que la emoción me puede.
¿Quién soy?
Pues Rocío García Pérez, sevillana de pura cepa y andaluza por los cuatro
costados. Tengo dieciocho años, bueno no, los cumplo mañana, 26 de junio, día
grande en nuestra familia. No porque naciera yo y encima fuera hembra después
de cuatro varones. Sino, además, porque se celebra “La saca de las yeguas” de
gran tradición en estas tierras como en mi familia… ¿Qué no sabéis lo qué es?
Yo os lo cuento ahora mismo para eso dice mi abuela Amelia que mi poder de
narración es infinito a la par que la inventiva imaginación que poseo, pero de
esta fiesta, ni una miaja me invento; de verdad, eh… Los potros que han nacido
y crecido en el parque en el último año son conducidos a Almonte para su venta
en la feria de ganado. La saca comienza el jueves 26 de junio y durante el fin
de semana se celebra la feria ganadera. Los animales que no se venden, regresan
al coto. Durante el fin de semana como os decía, se desarrolla la feria
ganadera, con el marcaje e identificación del ganado, la tusa (que es la corta
de crines, cola y desparasitado de los animales) y el mercado de compra-venta
de ganado. El lunes, el ganado que no se ha vendido regresa a Doñana.
Esta tradición se remonta a 1504, por medio de la ordenanza del duque de Medina
Sidonia, en la que regulariza oficialmente esta tradición. Y se establece que el
ganado se moviese de los prados acotados al efecto hasta Almonte, coincidiendo
con la festividad de San Pedro. Así desde hace siglos, cada 26 de junio los
yegüerizos almonteños van en busca del ganado que ha permanecido pastando
durante todo el año en distintos enclaves de Doñana para conducirlos hasta
Almonte. Tan sólo tienen permitida la entrada quienes tienen yeguas en
el coto, como mi padre, o poseen un acceso especial que tan sólo
se concede a personas de la zona. ¿Qué,
a que os gusta? A mí me rechifla porque los caballos son mi pasión, porque yo
misma (palabras del abuelo Lucas) soy un potrillo salvaje; esta tierra da raza
y coraje. Te sientes tan libre que a veces presiento que me van a crecer alas y
voy a volar con Sepia, mi yegua. Bueno, no, no es mi yegua, es prestada, del
tonto de mi hermano Rafa. En casa no se tiene caballo propio hasta que se
cumplen los dieciocho, pero en la feria, padre me comprara uno; no me lo
invento, así al menos es lo que ha hecho con mis hermanos. El caso, no lo he
dicho, sólo pensado, aquí por los alrededores hay machismo a espuertas. Las mujeres
no opinan, están para parir y ser ama de casa… Pues conmigo que no cuenten
porque yo lo tengo muy claro: quiero ser veterinaria y tener cuadras. Además,
los chicos no me gustan… Bueno, un poquito.
¡Ay! El otro
día, vi a Carlos ¡Qué re guapo, madre!, él no me vio, pero yo le vi con una
morenaza de quitar el hipo; sólo tenía ojos para ella. Ya veis, yo soy rubia,
pues como si viera una pared. Tiene veintisiete años y ayuda a su padre en la
ganadería aunque baja mucho a Sevilla. Y es que la morenaza de marras vive
cerca del colegio mío y la va a buscar frecuentemente. Si vierais que tetas
tiene, impresionantes de bien puestas, ¡Jo!, yo no tengo, pero mi amiga Pati me
ha dicho que hay unos sujetadores que te sube lo que no tienes y se desborda
luego por el escote, así que la semana
que viene cuando baje a Sevilla me lo compro, y el día que sepa que Carlos
viene a ver a mi hermano Pedro ¡Zaca!, me lo pongo y seguro que ese día no soy
transparente para él.
Es que me
gusta desde que yo llevaba pañales(aunque de eso no me acuerdo, mi corazón me
lo dice) y él con sus ojos verdes me miraba y decía ”La pitusa más guapa de
Doñana”… Ya, si ya no me ha vuelto a mirar pero juro por lo más sagrado que
éste un día me mirará, me mirará tanto que se quedará ciego. Bueno, ciego no, pobrecillo,
pero caerá rendido a mis pies y a todo el mundo le hablará orgulloso de su
novia veterinaria, oséase, yo. No penséis que sueño, no, soy realista y sé de
mis posibilidades, lo que pasa es que ahora dichas posibilidades además de no
estar explotadas, están enclaustradas, porque como bien dice madre soy una menor… Por
cierto y según el tonto de mi hermano Rafa que tiene dos años más que yo, dice
que soy una pazguata y razón no le falta. Hay chicas en el colegio que se
comportan muy ligeritas de cascos y seguro que lo que mi madre, mis tías, mi abuela
y toda la familia García Pérez guarda con tanto celo de mí para mi marido,
oséase, la virginidad dichosa, las del colegio se la han ofrecido ya a todo el
santoral. Si es que, además, a las diez tengo que estar en casa, si al baile
del Roció voy con todas las escopetas familiares cargadas para que ningún chico
se me acerque… Si yo sólo he bailado con mis hermanos… Si Carlos me hubiera
estrechado en sus brazos, seguro que habría dejado a la morenaza. Mañana es mi
día.
Bailaré con
Carlos, claro que antes tendré que dar veinte euros al tonto de Rafa para que
entretenga a la morenaza mientras yo abordo a Carlos. Mi siguiente paso, cauto,
y medido será esperar a que padre me regale la yegua ¡Santa Rita, Rita, lo que
se da no se quita! Y después, cogeré de las manos a padre, se las atusaré, se
las besaré. Me acercaré a su oído susurrándole “De la marisma al cielo, verdad,
padre…” y le asestaré el hachazo definitivo “Padre no he nacido para fregar ni
cocinar, quiero ser veterinaria”
PD. ¿Suena muy
brusco? Yo es que quiero dar un tono de sentencia total, de una chica mayor de
edad que decide su destino, ¿vele? Le haré polvo, pero eso serán los primeros
días hasta que se haga a la idea que ni me caso con el Rufino ni que por ser
gitana voy a abandonar mis sueños.
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