-José, tienes una visita.
-¿Otra? ¿Esta vez quién es?
- Uno con pinta chiflado. Dice que es colaborador del
periódico “Voz gitana”
-¡Joder con la raza calé! Con periódico propio y tó. ¿Cuánto
tiempo tengo?
-Quince minutos. La hora de visita ya se ha terminado; esto
es una excepción.
José mira hacia el ventanuco; la luz está cayendo, pronto se
hará de noche…
Jacinto Paredes había cosechado a sus cuarenta y cuatro
años, una centena de trabajos que le reportaron escasos ahorros para un futuro
inmediato.
De sus dos relaciones
amorosas no tuvo fruto que dar de comer, y según llegaron, partieron; de ellas
no quedó ni el humo de un cigarrillo.
Después de esto, llegó a la conclusión que lo suyo eran los
prostíbulos para dar rienda suelta a su ímpetu de lobo solitario; una botella
de güisqui era mejor compañera y más barata.
Él se trasladaba con la mochila al hombro y su ordenador,
sus únicas pertenencias, a donde la apetencia le pidiera sin tener que rendir
cuentas a nadie.
Ante sus ojos apareció un pueblo tan inmaculado como la
nieve.
Dejando aparcado el coche en la plaza, sacó un papel
arrugado del bolsillo de su gabardina negra y se encaminó por callejuelas tan
estrechas y enroscadas como la propia carretera en busca de su destino.
-Buenas noches ¿Don Pedro?
-¿Quién es usted?- Unos ojos del tamaño de una hormiga lo
escrutaban con desconfianza. Una voz que procedía del patio, sacudió el
interrogatorio e invitó a Jacinto a pasar-
-Siéntese Jacinto. ¿Hace una copita fino?- la voz era ronca
y arrastrada, con ese deje andaluz que los años y la distancia no borran.
-Sí, gracias. Usted dirá.- La atmósfera era placentera, en
un espacio que bien imitaba a un patio árabe, entre espeso y cuidado follaje;
el agua de una fuente ponía el sonido junto a una melodía que parecía un susurro,
imitando la voz de Camarón.
-Seré breve. El hablar no es lo mío; sí, actuar. Usté no tié
donde caerse muerto, sin embargo, me han dicho que es mu bueno en el retrato y
la letrilla. Yo no sé ni leer ni escribir, no tuve tiempo. Quiero una foto de
mi nieto que haga justicia y hunda a tanto mal nasío que hay en este mundo. Yo,
le contaré cosillas, usté hablará con él cuanto sea necesario. Vivirá mientras
tanto aquí pa que se acerque a su ambiente, donde él cresió. Le pagaré mu bien.
-¿Cuánto?- Jacinto no se iba por las ramas y aunque le
gustaba la proposición del viejo, intuía que ésta era buena oportunidad para
engrosar sus débiles caudales.
-Déjelo de mi mano. Me gusta usté, es directo y se nota que
es un payo legal.
He soñado tantas veces con volver, que ya mis sueños están
gastados y las lágrimas derramadas son tantas, que he creado un lago en mi alma.
Allí navego en las noches oscuras en busca de recuerdos que me devuelvan a la
orilla.
Aquí he aprendido a dominar el coraje, la soledad y el miedo.
A mirar a los ojos y a leer en ellos.
Cinco años con sus días y noches, es mucho tiempo sin aire.
Me ha dado tiempo a buscar mi camino, reflexionar y conocer mi querer.
Ayer cumplí treinta años, ya estoy a tres de la edad de
Cristo, ése que me acompaña en cada momento y que no conocía hasta que la
cancela mecánica se cernió a mi persona.
Fue un celador quien me trajo un librillo. En aquel entonces
apenas sabía hacer unos pobres garabatos sobre el papel. Con paciencia y
determinación, me enseñó lo bello que es ver reflejado tu pensamiento sobre la
hoja sepia.
La lectura me llevó a Dios que se incrustó en mi corazón
como una lapa. Él me hizo ver por los derroteros que mi vida andaba y, ¿sabe
una cosa? No me arrepiento de ná porque ná hice para merecer este calvario.
Tengo cuatro polluelos que crecen a ca minuto, si pa ellos
quiero lo mejor, ¿cómo voy a echar una simiente pa que ellos se ahoguen en
ella? Lo mío, es cantar canciones que nacen de mi alma, y que hablan del
corazón y del amor.
¿Quién no ha fumau alguna vez? ¡Venga hombre!, hasta la
pasma lo probó y no por ello le privaron de la bombona de oxígeno.
¿Qué es la verdad? No soy nadie, por eso estoy aquí… Otros
con influencias y billetes no hubieran estado aquí.
Aquí los sentimientos se acrecientan…, una calada prestada
de un cigarrillo es un manjar, una mano en el hombro es un beso.
El asesino del que le hablo, me dijo un día “Tú no eres pa
estar dentro, lo llevas marcau en la cara” Eso me animó a buscar mi esencia,
amigo.
Cuando las rejas me aprisionaron, lo acepté con rabia pero
apreté los dientes y seguí pa lante. Juré venganza…, sin embargo, hoy esa
palabra carece de sentío, más bien deseo aire pa volar y voz pa gritar.
La voz ausente:
Jacinto sentía pasar las horas como lentas gotas de ámbar en
una noche interminable, fría y sin estrellas.
Muchos meses de probar y no lograr la inocencia perdida,
desbarataba sus esperanzas, pero no por eso
desistió en el intento de hacer justicia a un preso redimido de nada que
arrepentirse.
Si la escritura es un medio para llevar un corazón a otros
que no lo tienen, bien merece el intento.
José llevaba tres horas en la calle respirando aire fresco y
su faz se ha tornado rosácea; un brillo
extraño en sus ojos, un mirar henchido de satisfacción aunque las manecillas
del reloj son imparables y marcan la hora de la asfixia.
P.D. Este relato es ficción, es parte de alguna verdad en la
vida de una persona que, sin duda existe.
Como él, hay muchos diseminados por las cárceles de la
tierra, del alma y de uno mismo.
1 comentario:
Que mmagnifica escritora tu eres, muy querida amiga.
Gran relatora, costumbrista , autentica.
Este pasaje me encanto y destaco esta parte por tener muy buen calambour "Le han concedido el tercer grado y cada ruido que siente en el asfalto, por leve que sea, retumba en su corazón con la potencia de un trueno".
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