Pontevedra, 14 de
febrero, 2016
Mi querido Miguel…
No podía creer lo
que mis ojos veían, cuando este domingo de invierno tan lluvioso y nostálgico,
se me ocurrió abrir el buzón. Una ola de sentimientos acalorados, locos,
titubeantes y tímidos, se alojaron todos a la vez en mis manos al reconocer tu
letra, tan fina, tan varonil, tan tuya.
Subí las escaleras
con las energías que me ha quitado el tiempo pero que tu carta me ha devuelto
por unos instantes. Me he encerrado en el baño con las lágrimas descontroladas
por la emoción del ayer que regresaba a mi hoy.
Has logrado
emocionarme, cosa que ya creía imposible. Leer tu alma hecha letra me ha
conmovido, y me ha hecho recordar sentimientos que guardaba con celo, miedo y nostalgia.
Si te soy honesta,
nunca me quise desprender de ellos pues era el recuerdo más bonito que tengo de
mi faceta como mujer. De pronto, se han agolpado en mi mente aquellos tiempos
en que paseábamos nuestro amor a escondidas, la vida por aquel entonces no era
fácil, pero tú te supiste adaptar a mí sin reprocharme nada ¡Gracias! Creo que
nunca te las di por todo el cúmulo de sensaciones que me regalaste sin esperar
nada a cambio, de sobra sabías que en cierto modo era una mujer fiel a otro
hombre, y que jamás me separaría de él
¿Fui cobarde,
egoísta? Un poco de todo, Miguel. Pesaba mucho la educación, los hijos, la
bondad de mi marido…, no le podía abandonar, yo le respetaba, le quería mucho,
y a veces el sexo y el amor parecen ir por caminos distintos. Tú aún tienes mi
alma y mi cuerpo. Él, mi corazón. Nunca he visto y comprendido de manera tan nítida como ahora
mismo, la dualidad que hay dentro de un ser humano, cómo conviven ambos dentro
de los paisajes del alma.
Miguel, me enseñaste
a dar vida a mis horas y aún en la renuncia que me supuso dejarte marchar, tu
amor prende una llama constante en mi ánimo para seguir caminando, ahora lo comprendo.
Me equivoqué al pensar que eras pasado y que mi presente era otro. Mi presente
es la vida que llevo, el día a día de entregas, sonrisas y algún llanto. Es mi
realidad inequívoca. Sin embargo dentro de mí yace otra vida adormitada pero
que corre por mis venas, silenciosa, dulce, cadente. No, no te tenía relegado
en un cajón sino que vas parejo a mí en el día a día aunque nuestros cuerpos no
se unan ni los ojos se regalen la fotografía de nuestro físico.
De verdad, me ha
parecido muy hermosa tu carta, hasta romántico el gesto de llegar por correo
tradicional, ese que ya sólo lo utiliza gente mayor o ¿acaso la edad ya está
haciendo mella en nosotros? Da igual, he recuperado la magia de abrir el buzón
y encontrar noticias de mis seres
queridos.
Siempre, siempre te
amaré.
Carmen
2 comentarios:
Preciosa, absolutamente preciosa, tu linda historia sobre la carta, la cual vino por la vía regular.
Me ha gustado tu relato. Iré viendo tus entradas poco a poco.
Saludos
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