miércoles, 23 de noviembre de 2016

LA DECISIÓN


Llevaba días con molestias y cuando la venía un golpe fuerte de dolor, se sujetaba la tripa. Esa misma tarde, cuando terminara de limpiar las oficinas, se acercaría a urgencias. ¡Tenía tanto miedo!, pero el miedo no da de comer, ni ese miedo sordo hace que hubiera un marcha atrás. Tomó la decisión a la desesperada, mucho había de cobardía, lo reconocía pero, ¡sentía tanta lástima por su pecado!, que tiro hacia delante pensando que siempre que llueve, escampa. Sin embargo la hora de la verdad se acercaba y seguía arreciando el temporal.
Paco la dejó tirada, ¿qué se podía esperar de él? Nada, eso lo tuvo muy claro desde el principio, hasta la noche de marras en que no quiso, no tenían dinero y sin preservativo se lanzaron a una orgía de pasión. Después, la primera falta, más tarde la segunda y decidió hablar con Paco ¡Ti aborta, estás a tiempo, gratis!, pero Cristina no supo, no fue capaz y calló. Poco a poco, Paco fue desapareciendo y cuando aparecía preguntaba ¿Ya has ido a quitarte el petate? Ella movía la cabeza y él respondía “Pues conmigo no cuentes”, y definitivamente una noche de abril desapareció. La dio risa al pensar que la pasó lo mismo que al chiste. Paco dijo “Espera, voy a por tabaco, hoy tengo dinero”, y no volvió. Tampoco esperaba que volviera, pues sabía que de aquella relación nada serio podía sacar a no ser sexo puro y duro. Paco era un irresponsable, un tipo divertido y un vago. Se conocieron una tarde de verano en el Retiro. El calor era sofocante, pero en el césped se estaba medianamente bien. Ella estaba con dos amigas de la empresa de limpieza y llegaron unos chicos haciendo ruido de guitarras, con porros y litronas de cerveza; ahí empezó todo. De eso hacía casi tres años. Su relación fue intermitente porque de vez en cuando Paco desaparecía y cuando volvía, no daba explicaciones. Cristina lo admitió. Estaba muy a gusto con él a pesar que casi siempre corriera con los gastos, pero Paco si tenía dinero, era muy espléndido hasta que se acababa el último euro del bolsillo.
Ha vuelto otro dolor fuerte. Cristina para el aspirador y se sujeta la tripa.
-¿Qué te pasa Cristina?-vuelve la cabeza y encuentra al jefe de planta. Un hombre entrado en años amable y respetuoso.
-Nada, nada, un pinchazo ¡Gracias!
-Te has quedado pálida. Deja el aspirador ahora mismo y que venga una compañera a sustituirte.
-No, no se preocupe. Además estoy sola. Están con restructuración de plantilla en mi empresa y me he quedado sola para todo el edificio.
-¡Mujer, así no puedes trabajar! Ven, siéntate.
-No, que no, ¡Gracias!, pero como venga alguno de mis jefes, me voy a la puta calle. De verdad, gracias, pero no puedo permitírmelo.
- ¿Cómo que no? Puede estar pasándole algo a la criatura. Por favor, hazme caso-Cristina se deja llevar, cada vez el dolor es más intenso.
El hombre amable y respetuoso, llama a un taxi y se van al hospital.  Enseguida la atienden. El parto es inminente. Llega casi dos meses de antelación. La criatura nace casi asfixiada por el cordón umbilical, pero al hombre amable y respetuoso le dicen que se ha cogido a tiempo aunque la criatura ha de estar un tiempo en la incubadora.
A los dos días a Cristina la dan el alta y se va sin su niña. Cada tarde la va a ver cuando termina de limpiar un par de casas que la han salido. Todo bajo cuerda pues oficialmente en la empresa de limpieza está de baja maternal. La corresponden dieciséis semanas, pero ante el temor de ser despedida, se presenta a la sexta semana en la empresa para coger el alta voluntaria, y a la semana la despiden. Su hija ha tenido complicaciones y sigue ingresada.
Se va a despedir del hombre amable y respetuoso. Le cuenta lo que ha sucedido y la dice:
-Si te prestas a ser conejillo de indias, mi hijo acaba de terminar la carrera de derecho. No es justo lo que han hecho contigo-y Cristina ¡Claro que se presta! Y ganan el juicio y es readmitida en la empresa.
Entre tanto, Cristina ha seguido limpiando un par de casas y han dado de alta a su hija. Duermen, o mejor dicho, dormían juntas todas las noches, pero la esposa del hombre amable y educado, la ha dicho que no es bueno, no vaya a ser que estado dormida Cristina espachurre a la niña. Así que duerme agarrada a la mano de su niñita que duerme plácidamente en un cochecito que la ha prestado la dueña de la pensión donde vive.
Pasa el tiempo, Cristina hace “encaje de bolillos” para compaginar su vida laboral con la de madre. Lleva a su hija a una guardería pública y luego deja a la niña en la pensión o en casa del hombre amable y respetuoso. Han cogido mucho cariño a Cristina y la niña es casi para ellos una nieta. Tanto que María, así se llama lo primero que ha aprendido a decir es “Buuu” cuando mira a Francisco, el hombre amable y respetuoso.
Muchas veces piensa en Francisco y su familia. Eran gente triste cuando les conoció. Por lo visto, su hijo mayor, una calavera, les hizo la vida imposible hasta que se largó de casa. Desde entonces, no volvieron a saber nada de él. La madre le llora mucho mientras se lo cuenta a Cristina, pero desde que aparecieron María y Cristina en sus vidas, es como si la pena fuera menos.
Ha llegado la navidad y a Cristina la han invitado a cenar en casa de Francisco la Nochebuena. Ella acepta encantada y mientras están cenando, llaman a la puerta. Maruja, la mujer de Francisco va abrir la puerta y solo se oye un chillido. Todos salen corriendo. Es la policía, han encontrado el cadáver de su hijo en un descampado. Cristina se queda con Maruja consolándola mientras que Francisco y su hijo, el abogado, van a reconocer el cadáver.
Maruja tiene esperanzas de que la policía se haya equivocado. A las dos horas sientes que la puerta de la calle se abre. Cristina y Maruja se levantan. Miran a Francisco y a su hijo. Ellos mueven la cabeza afirmativamente. Se abrazan a Maruja que llora sin consuelo y no hace más que decir “Mi hijo, mi hijo”
Cristina prepara unas tisanas para todos y una vez servidas, Francisco dice:
-Cristina, tengo una cosa para ti-Cristina le mira sin comprender. Francisco saca del bolsillo de la americana una foto y se la entrega a Cristina.
-Estaba entre las pertenencias de mi hijo Paco.
Cristina sufre un vahído ¡Es Paco! Chilla sin poderse controlar. Maruja no entiende nada. Arranca de las manos de Cristina la foto y aprecia una imagen 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La vida es como una tela de araña, todo lo separa y une a la vez.
Gracias guapa por este interesante relato que también ocurre en la vida real aunque no nos demos cuenta.
Un abrazo.
Ambar

Macondo dijo...

Estaba tan encandilado con el relato que no me he dado cuenta de la relación hasta que la has desvelado.
Me ha gustado mucho (para no variar).