El tiempo es denso cuando la espera es incierta,
cuando tu hijo recala en unas primeras manos que las sientes doctoras y
analizan a tu criatura. Días largos en que nada sabes pero cuentas las horas
mientras tu cabeza se precipita a preguntas sin contestar.
No dejo de pensar que mis novelas nacen con duende
o un ángel protector que no deja de
manifestarse para que no pierda el desánimo y tire “Palante” Yo lo llamo señales,
nadie me cree, da igual. Con Sevilla…Gymnopédies
recibí una señal impactante. No estaba sola. Mi marido la vivió conmigo.
Mientras espero el día D y la hora H, distraes el
pensamiento como puedes y hoy me he regodeado en cómo nace una novela, una
historia. Son muchas fases, muchos registros, una labor de zapa con mucho
trabajo por medio. Hay quien le lleva años escribir una novela. Mi experiencia
es de un año aproximadamente trabajando cinco horas diarias incluidas fiestas
de guardar, y exceptuando periodo vacacional en el que no dejas de escribir, de
una manera distinta, pero sigues con ojo avizor y libreta en mano por si salta la
liebre en cualquier esquina.
Lo mío comienza sin pies ni cabeza, como soy yo,
pura vehemencia. Mi segunda novela,
Mujeres descosidas, se fraguó delante de un vino mientras esperaba a una amiga.
Mirando el líquido ensangrentado, difuminado el color de la sangre mientras dejaba olas
transparentes por las paredes del cristal me dije “Una mujer que viaja en el
tiempo” Sin embargo, la novela que ahora estoy escribiendo nació de un anciano
al tropezarme con él en un parque. Él se fue a sentar a un banco debajo de una
catalpa. Me enamoré de los dos, un flechazo instantáneo, corrí a casa, encendí
el ordenador Y comenzó su singladura Catalpa Bunguei y Abelardo.
Es decir, una novela, para mí, no nace de una idea
consolidada en tu cabeza sino se gesta a partir de un punto muerto, de un barro
sin forma que cada día vas modelando. Ni tú mismo sabes qué pasará en el
capítulo siguiente. Es una sensación mágica que va creciendo delante de tus
ojos, cobrando forma, identidad, y realismo.
MUJERES DESCOSIDAS bien puede ser thriller psicológico, es una novela
doliente, una lucha encarnizada de una mujer contra sí misma. Una historia de
supervivencia que, de humana, se convierte en real. Me costó meterme en el
papel de Juana, la analicé del derecho y del revés, de arriba abajo, con ojos
intrusos y críticos porque ese tipo de personas las rechazo de plano, pero por
algo que desconozco ahí estaba dando vida a esa mujer. No fue hasta cuatro
meses después de haber iniciado su gestación cuando un amigo me invitó a un
Martini. Le había pedido documentación para la novela, a grandes rasgos le
conté de qué iba la historia. Entonces se metió un momento en casa y salió con
una pistola. Yo, jamás había cogido una pistola, la sensación me daba vértigo
solo con tenerla delante de las narices. Mi amigo la depositó en mis manos, recuerdo
que me temblaban. Cuando cayó ese peso sobre mis palmas, juro que me transmuté;
acababa de recibir la primera señal. Era la misma pistola de la que había escrito días antes. Me fui a casa siendo Juana, Ángeles se
había quedado en el limbo para no regresar hasta ocho meses después. A partir
de ahí, mis dedos fueron unos cirujanos del alma de una mujer hundida en su
propio caos, o la salvaba o moría sin liberación. Fueron horas, días, meses, de
dolor, de sufrimiento ajeno que lo había hecho mío. Estaba obsesionada con
Juana y su deriva emocional, obstinada en poner un tapón al vomitero de mis
tres personajes para que no se fueran por el desagüe la esperanza, el motor de
cualquier vida. Levanté muros de contención y di luz a unas vidas rotas con
Regalito, Jesús y Úrsula, los otros personajes. Pocos meses después de aquella
primera señal, recibí la segunda que me dejó noqueada un par de días. Mujeres
descosidas gira en torno a trece cartas encontradas por Juana. Un día mi madre
me pidió algo y tuve que abrir los cajones de su cómoda. De pronto, en el fondo
de uno de ellos reposaba una bolsa de plástico marchitada por el tiempo que
llevaba allí. Mi corazón comenzó a galopar como un loco sin rumbo. Me senté en
el suelo a serenarme pues sin haber abierto aquella bolsa, mi intuición me
decía lo que había dentro. Esa noche despejé mis dudas; abrí la bolsa y
encontré trece cartas. Mi duende me había mandado su segunda señal.
Antes que se despegue de las manos del autor, cada
novela vive sus propias fases en el periodo de incubación y gestación. Las
letras queman kilómetros de horas. Unas veces fructíferas otras dolorosas y
muchas pérdidas. Pero llega el día del epílogo, del punto final. Es un instante
despiadado, agotador y terco, en el que te sientes autor para bien o para mal
de una vida que has creado a fuego lento, eres el artífice de dar vida o
muerte.
Pase días con el ordenador apagado, pero en un
amanecer lo volví a encender, grabé la novela en un pincho y me fui a
imprimirla. Tenía los ojos limpios, la conciencia en paz, la mente despejada.
Me puse un vino, descorché cigarrillos y desde la distancia comencé a leer. Un
día entero sola, en Valladolid, frente a frente descuartizando con mis ojos
cada renglón, husmeando con la cabeza la belleza emocional o no de cada
personaje. Cuando leí el último renglón, paré, ¡seré tonta!, estaba llorando
como alma en pena, me había enamorado de la historia.
El amor, no siempre llega por el mismo camino. Sus
designios son inescrutables.
P.D. Hace una semana, recibí la tercera señal.
Mujeres descosidas se presenta en Madrid el 16 de marzo, una fecha como otra
cualquiera. El editor me dio a escoger entre varios días y no dude ni un
instante en el día 16. Cuando lo comenté con unas personas allegadas me
preguntaron “¿Sabes de quién era el cumpleaños el 16 de marzo?”… Me explicaron;
era el cumpleaños de la hermana que no tuve. Apenas la traté, no hubo ocasión
pero siempre pensé que era un ángel entre tanta barbarie en la que le tocó vivir
sus cortos años.
Para muchos serán casualidades. Para mí no.
3 comentarios:
Me ha parecido impresionante Mª Ángeles, pero lo mejor de todo ha sido la P.D. Arte literario por los cuatro costaos. Un fuerte abrazo y buen fin de semana.
Querida amiga Ma.Angeles.
Que bello es cuando uno se identifica tanto con lo que inscribe.
Eres genial.
Un abrazo y un beso.
Definitivamente tengo que leer tu novela, Ángeles.
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