Hace un rato dejó de llover después de días carbonizados de agua y
ceniza. Ahora entra un rayo de sol por la ventana. Es tierno y mestizo. La
habitación se ha vestido de alegría y yo también.
Las plantas apostadas en la
ventana brillan reventando su color verde entre las estrellas de agua que
resbalan por sus hojas; sé que a Marcos le gustará mi casa.
Prepararé un chocolate caliente
y lo pondré en la mesa camilla; está en el mejor lugar de la casa porque ves el
ir y venir de la vida. En esta mesa me paso horas. Navego por Internet dándome
unas alas increíbles. De vez en cuando retiro la mirada de la pantalla y miro
por la ventana, siento que el mundo sigue ahí ante mis ojos. Por la mañana, las
amas de casa, los estudiantes. Por las tardes, el paseo, las compras...
Aquí también escribo a mis
amigos, esos desconocidos que encontré en la vida de internauta y que tanto me
han dado. Hoy, por ejemplo, el chocolate que voy a preparar es para Marcos.
Llevamos meses escribiéndonos, chateando y, al fin, hemos decidido conocernos.
Le he invitado a venir, aunque me están entrando los nervios y sé el porqué.
Hay veces que le digo que él se
ha convertido en mi mejor amigo, que me conoce mejor que yo. Desde que le
conozco, sé que he cambiado, hasta mis padres me lo dicen. Antes era más
huraña, insegura, reservada y de carácter agriado. Pero desde que mi padre me
regalo el portátil, la vida de nuevo vino hacia mí.
... ¡Madre!, si son casi las
cinco y estoy sin arreglarme; se me ha ido el tiempo en pensar lo feliz que
soy...
José Daniel sigue delante del
ordenador. Se atusa la calva tratando de encontrar una salida, pero ¿cuál?...
Un padre hace por un hijo cualquier cosa que esté en su mano con tal de verle
feliz. No repara en medios, ni en imaginación.
Cuando Beatriz, su hija de
veintitrés años, tuvo el accidente de moto y se quedó postrada en una silla de
ruedas, el mundo giró en torno a ella, pero nada de lo que hicieran devolvía un
ápice de alegría a aquella criatura hasta que se le ocurrió comprarla un
portátil. Lo malo es lo que siguió después. Se inventó un personaje, Marcos, y
fue una mentira que se fue agrandando día a día, hasta hoy. Su hija esperaba a
Marcos con una taza de chocolate y él, su padre, sin poderse bajar en la
próxima estación...
-José Daniel, ¿te pasa algo?
Estás pálido.
-Ah, hola, Rubén... -José
Daniel se quedó callado mientras miraba a Rubén, el joven y recién estrenado
tesorero de la empresa- Por cierto, ¿estás casado o tienes novia? - Rubén le
pilló por sorpresa la pregunta, pero no pudo reprimir una sonrisa de
comprensión hacia ese hombre que le estaba implorando.
- ¿Qué quieres pedirme, José Daniel?
Me gusta mucho el chocolate, ¿me vas a invitar a tu casa esta tarde?
- ¿Cómo sabías...? -Los ojos de
Rubén brillaron mientras se daba la vuelta hacia su mesa; ya era hora que
recibiera un encargo. Llevaba seis meses esperando, ejerciendo de tesorero cuando
en realidad era un ángel que se debía ganar las alas.
2 comentarios:
Me he quedado enamorada de tu relato , me he sentido identificada con la primera parte eres muy buena lo disfruté mucho , un abrazote desde mi brillo del mar
Cuánto peligro tienen a veces las buenas intenciones.
Buen relato.
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